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Humanizar la educación

Calidad educativa
Claribel Villagrán Rodríguez/Pedagoga
Indudablemente, Guatemala enfrenta grandes retos en el tema de la calidad educativa, entendida ésta como la superación de desafíos que, por una u otra razón, se han venido postergando, aunque justo es decir que, por lo menos, se han dado pasos importantes para la preparación necesaria de las herramientas pedagógicas con que se cuentan y que han abierto la posibilidad para una discusión sobria, inteligente, inclusiva y pertinente. Lo anterior, desde luego, no resuelve de fondo el problema, pero plantea ejercicios viables que tienden a eliminar círculos viciosos nocivos que eventualmente, estancan el proceso hacia una educación de calidad.
Un primer paso que debe considerarse para avanzar es, como docentes, asumir plenamente el rol que como maestros tenemos; dicho de otra forma, hacer consciencia de nuestro trabajo, dedicación, compromiso y voluntad, para educar a ese grupo de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos que, conforme vayan adquiriendo conocimientos, se inserten en tareas conjuntas y de ahí, conformar una mejor sociedad y en consecuencia, transiten hacia una calidad de vida más consistente y más digna.
Cada vez que abro mis ojos y veo la luz del día, agradezco a Dios por la salud, el trabajo y el don de la vida; es, desde mi perspectiva muy personal, la oportunidad que tengo para poder enfrentar los retos y desafíos que la educación me plantea y, como educadora, me compromete a dar testimonio de vida desde el ámbito profesional, para  transparentar el amor hacia los demás.
No debemos olvidar el origen del magisterio y tampoco sus atribuciones y contribución en el desarrollo de sociedades antiguas cuyo legado hasta hoy, es guía moral y ética de todos los pueblos del mundo. En ese contexto, los maestros debemos tener claro el papel que nos corresponde y que a la larga, transforma vidas, forja y consolida el carácter de las personas que forman nuestra sociedad.
En la medida que el docente adquiera conocimientos de calidad y preparación para sus herramientas de enseñanza, en esa misma medida, ofrecerá a sus alumnos, educación de calidad. He aprendido que la calidad para educar, exige pasión y compromiso, factores que, sin lugar a dudas, tendrán como resultado, ciudadanos responsables con su entorno.
Hay que recordar que Guatemala, es uno de los últimos países del mundo en reformar los esquemas para la formación docente; y no se trata de ideologías o intereses políticos, sino de la necesidad imperante de adecuar los procesos de educación-aprendizaje-educación, tan necesarios y urgentes para la superación que aún nos sigue afectando, como país tercermundista.
Para ello es necesario actualizarnos, descubrir nuestras habilidades, desarrollar nuestras potencialidades y ponerlas al servicio de los demás, como fin único de la función magisterial; los cambios que solemos exigir a los políticos y gobernantes, solo podrán darse si el magisterio cumple con su obligación de educar con calidad a los estudiantes.
Si asumimos la calidad educativa como la herramienta eficaz para “poder contar con oportunidades formativas para que las personas puedan desarrollar sus potencialidades, a lo largo de cada etapa de su vida e integrarse a la sociedad como ciudadanos plenos y felices” (UNESCO 2005), muy probablemente, tengamos la oportunidad irrepetible, de alcanzar metas impensadas e incluso, desechadas en el pasado, bajo el fatal argumento de la imposibilidad social para hacer un beneficio y la resistencia que se tiene.
Es necesario que estemos comprometidos con el servicio educativo, dando cada día a éste, vocación, talento, entrega, convicción, principios y valores.
Viene a mi mente el mensaje del Papa Francisco, mediante el cual, nos insta a enseñar con pasión y voluntad, para que nuestros alumnos aprendan con placer. Recordemos que solo aquel que se muestra deslumbrado ante la belleza, puede llevar a sus alumnos al arte contemplar; sólo quién cree en la verdad que enseña, puede pedir interpretaciones veraces. Sólo quién vive en el bien, en la justicia, paciencia y respeto por la diferencia en el quehacer docente, puede aspirar a modelar el corazón de las personas que le han sido confiadas.
Y ellos son aquellos maestros que manifiestan éxtasis a sus alumnos durante la enseñanza, transformando sus vidas para el bienestar común.
Desde que me integré al maravilloso mundo del magisterio, he fortalecido mi compromiso hacia la educación, cómo he logrado obtener buenos resultados de mis alumnos a través de las herramientas que el MINEDUC nos ha brindado, aplicando la metodología activa durante el proceso educativo.
No es ocioso resaltar que  integrando las distintas áreas y logrado los indicadores apropiados, para alcanzar las competencias en nuestros estudiantes, lo cual, podría calificar como meta alcanzada, la necesidad de  reconocer, que falta mucho por hacer, lo que obliga a seguir el camino de la preparación, del estudio y del compromiso por mejorar la calidad hasta ahora lograda.
Como docentes estamos obligados a contribuir con el cambio para ello, debemos estar dispuestos a fortalecer la educación y obtener una calidad educativa; soy una convencida que es necesario humanizar la educación en la escuela y las universidades, para la formación de la persona. Que se construya una cultura de diálogo, que descubramos y construyamos una humanidad que esté llamada a compartir la esperanza de un futuro mejor, con la familia y en especial, a favor de quienes sufren violencia, pobreza y discriminación.
Debemos proyectar lo bueno y lo verdadero para garantizar una vida más pura y solidaria. De otra forma, estaremos condenados a repetir los errores históricos que no permiten que nos consolidemos como una sociedad pujante.

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