Artículo
Único
Angel Mario
Ksheratto
El
resurgimiento de las caravanas migrantes, tiene su explicación en el fracaso de
los planes méxico-estadounidenses para contener el éxodo que nace en el triángulo
de países con mayor índice pobreza y violencia de Centroamérica; desde la
primer caravana de octubre del 2018, dos administraciones mexicanas han
intentado paliar sin éxito, los efectos migratorios, enfrentando en primer
plano, las rabietas del presidente Donald Trump, que ha sido generoso en amenazas,
presiones y chantajes para someter a México a caprichos personales, a costa de temas
no relacionados con la creciente migración.
En junio del
año pasado, el recién estrenado presidente mexicano Andrés Manuel López
Obrador, tras una serie de amenazas desde la Casa Blanca, anunció una inversión
millonaria en Guatemala, El Salvador y Honduras, mediante planes laborales
tanto en esos países, como en la frontera sur de México, para contener el flujo
migratorio irregular y evitar que los ciudadanos de ésos países, llegasen a los
puntos fronterizos con Estados Unidos.
El
compromiso fue inyectar a la economía salvadoreña con 30 millones de dólares (560
millones de pesos, equivalentes a alrededor de 263 millones de colones) para
crear fuentes de empleos en El Salvador y crear 80 mil empleos para ciudadanos
de esa área centroamericana en territorio mexicano, principalmente en Chiapas.
Similar
ofrecimiento hizo a Juan Orlando Hernández, presidente hondureño: 30 millones
de dólares (740 millones de lempiras, que representa el 6 por ciento del
presupuesto del gobierno hondureño para el pago de nómina de la burocracia) e
inclusión de miles de ciudadanos en la plantilla laboral en suelo mexicano.
La previsión
es que una vez que Alejandro Giammattei tomó formalmente el mando del gobierno
guatemalteco, la misma suma le sea ofrecida; de así ser, el gobierno de López
Obrador, estaría erogando mil 680 millones de pesos (90 millones de dólares) en
esas tres repúblicas.
A la par,
hay que recordar que para diciembre pasado, la administración de Donald Trump, habría
entregado 10 mil 600 millones de dólares para un programa conjunto con la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe y México, que prevé la
construcción de obras de infraestructura en Honduras, El Salvador y el sur de
México, amén de expandir la mano de obra centroamericana en la construcción del
Tren Maya y otras obras que ofreció AMLO durante su campaña electoral.
De lo
anterior, poco o casi nada se ha concretado; junto con el presidente
salvadoreño, Nayib Bukele, López Obrador puso en marcha un ambicioso programa
de reforestación en el sureste mexicano. Según AMLO, se sembrarían 200 mil
hectáreas con árboles nuevos. Es decir, 2 mil kilómetros cuadrados que
abarcarían 500 kilómetros de largo, por 500 kilómetros de ancho, equivalentes a
la distancia entre Suchiate, en Chiapas, hasta Salina Cruz, en Oaxaca y de
Salina Cruz, a Poza Rica, Veracruz, o una extensión tres veces más grande que
el municipio de Tuxtla Gutiérrez, o el 1.4 por ciento del territorio chiapaneco.
Se estarían
empleando a 80 mil personas en ese proyecto. La gran pregunta es: ¿dónde se
está reforestando en éste momento y dónde viven los supuestos 80 mil jornaleros
centroamericanos que realizan esas labores?
No obstante,
el éxodo migratorio es cada vez más nutrido. Las condiciones de pobreza,
marginación y violencia extrema, prevalecen en los tres países
centroamericanos, a los que se une Nicaragua, gobernado por una tiranía de
izquierda.
El riesgo es
que muchos miembros de las temidas pandillas, se infiltren en las caravanas y
se asienten en Chiapas o a lo largo de la ruta migratoria hacia Estados Unidos,
principalmente porque los presidentes Bukele y Giammattei, han anunciado
medidas severas para combatirlos. De hecho, según el Instituto Nacional de
Migración, 20 mil hondureños han sido beneficiados con la tarjeta de visitante,
lo que les da derecho a permanecer en México de manera indefinida.
De las 121
mil solicitudes de asilo y refugio, 56 mil son de ciudadanos hondureños, de los
cuales, 4 mil han obtenido el estatus de refugiados. Todo ello es reflejo del
fracaso de los planes y programas conjuntos. Es también, producto de la
corrupción. ¿Es posible creer que Juan Orlando Hernández, presidente hondureño,
hace buen uso de esos recursos? ¿O que los de la afamada y moribunda 4T, serán
honrados? ¿O que Bukele y Giammattei podrán controlar a quienes les toque
administrar ese dinero?
Transitorio
¿Ya compró
su cachito para la rifa del avión?