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Angel Mario
Ksheratto
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Los males de América Latina. |
Las dictaduras,
como en las fatídicas décadas desde el primer cuarto del siglo pasado hasta
finales del milenio, vuelven a ser protagonistas en una América Latina
empobrecida y sometida por castas de políticos corruptos, inmorales, insensatos
y, últimamente, ungidos de la peor versión del populismo más recalcitrante,
retrógrada, avasallador e intolerante.
En Bolivia,
Barrientos y Banzer, encarnados en el falso socialista e indígena renegado Juan
Evo Morales Ayma; Chile padece de nuevo, el exterminio selectivo de Pinochet, a
manos de Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique; Venezuela —a punto de
desaparecer como nación—, revive las atrocidades de Evangelista, en las figuras,
primero de Hugo Rafael Chávez Frías y ahora, Nicolás Maduro Moros. Nicaragua reinstauró
la tiranía de los Somoza, con el oportunista José Daniel Ortega Saavedra a la
cabeza.
Bertrand,
López, Carías, Lozano y Cruz, encarnados en Juan Orlando Hernández Alvarado, el
dictador absolutista en Honduras; Ubico y Ríos Montt, representados por Jimy Morales,
en Guatemala. Duvalier, tiene en Jovenel Moïse, al sucesor perfecto para
someter a Haití. Jair Messias Bolsonaro, repitiendo las fórmulas arbitrarias de
Castelo Branco en Brasil. En Cuba, los Castro solo extendieron la dictadura de
Batista, hasta hoy, con el títere Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez y en
Argentina, Mauricio Macri, reconstruyendo al régimen de Videla. En Ecuador,
Lenin Moreno Garcés, emulando a Rodríguez y Castro.
En México,
la dictadura de partido hegemónico, persigue el continuismo del PRI, con siglas
distintas, pero con los mismos personajes que se han mantenido leales a los
dictados “revolucionarios” que arrastraron al país a la más ignominiosa
pobreza, marginación y olvido institucional.
Hay una
diferencia entre los dictadores del pasado y los nuevos: aquellos fueron
impopulares, militares y profundamente anticomunistas; los actuales son “socialistas”,
“demócratas”, “liberales”, “progresistas”, “civilizados”, “populares”… Los
anteriores se autoimpusieron por medio de las armas y la brutalidad; éstos a través
del voto ciudadano. Los resultados son los mismos: dictaduras absolutistas,
ineficientes, corruptas e intolerantes.
Lo estamos
confirmando desde hace unas semanas; disturbios por todos lados, exigiendo la
salida de los dictadores que no solo no han podido articular políticas
adecuadas, sino que han acrecentado los cotos de corrupción y provocado mayores
males a los latinoamericanos. No hay, entre los 35 países del continente
americano, uno que se salve de las dictaduras, a excepción de Canadá —con todo
y eso, Justin Trudeau, primer ministro, fue recién reelecto en el cargo con
restricciones por parte de los canadienses, que votaron mayoritariamente por
los liberales para la Cámara de los Comunes— que ha mantenido un estatus de
gobierno apegado a las reglas democráticas, con resultados aceptables.
El
continente, en llamas, bajo signos brutalidad y violencia; el hartazgo social,
en su máxima expresión, como esperanza para un cambio de fondo, pero más, para
la expulsión de los corruptos del poder, hazaña impensable, si recordamos que
ellos tienen, precisamente, el poder y las armas (incluyendo a los medios de
comunicación) y el pueblo, solo su hartazgo y probablemente, el espíritu de
lucha que, por desgracia, en muchas partes de la herida América Latina —como en
México, por ejemplo—, se doblega frente a una torta, un refresco y una gorra.
El populismo
de los actuales presidentes del continente, ha sido nocivo; veamos a los
Estados Unidos, con un presidente troglodita, ignorante, abusivo. Pasemos por
México, con un presidente neófito, intolerante y violador de todas las leyes
del país… En Guatemala un payaso irracional, en Honduras un socio de
narcotraficantes, en Nicaragua un ladrón manipulado por su mujer.
Y así
podemos recorrer todo el hemisferio y encontrar a presidentes malos; a “líderes”
inmorales, que solo ven por su propio bien, pero nunca, por sus pueblos. ¿Hasta
cuándo tendremos gobiernos eficaces y honrados?
Transitorio
Era de
esperar que el proceso interno de MORENA, el partido propiedad del presidente
López, se sumergiera en una crisis, que no es política, sino de credibilidad
propia. Hay que ver a sus “figuras” más prominentes, para saber que su elección
de dirigentes, sería una reproducción de los cochineros del PRD, las
simulaciones del PRI, los cinismos del PAN y la idiotez del resto de partiditos
satélites. No esperemos que superen su crisis. No tienen capacidad para
entenderse entre sí. Son, por lo general, personajes con más ambición de poder,
que ideología digna alguna. Basta verle al rostro, para adivinar que son tan
patanes y salvajes, como ninguno. Pobrecitos.