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Angel Mario
Ksheratto
La muerte acecha en cada calle y comunidad. |
El carácter
reacio de los habitantes de San Juan Chamula, la proliferación de armas de alto
poder destructivo, la ineficiencia gubernamental para establecer un diálogo respetuoso
y efectivo; la incursión de células armadas ajenas a las comunidades, el
sometimiento, despojo y abandono desde la conquista, y el hartazgo por décadas
de imposiciones políticas, son la mezcla perfecta para que ese municipio esté
en la antesala de una guerra que ponga en riesgo la existencia de uno de los
bastiones del indigenismo más representativo de México.
Históricamente,
los habitantes de ese lugar han sido desconfiados y por lo mismo, difíciles de
convencer en cuanto a la aplicación de métodos más o menos democráticos para la
elección de sus autoridades; insisten en sus usos y costumbres, lo cual abona
para la preservación de formas precolombinas de convivencia, pero no para la
armonía colectiva.
Paradójicamente,
sus sistemas han sido sustituidos por un modernismo que elimina sus tradiciones
(incluidas sus formas de justicia local) y evidencia intereses económicos por
encima del bienestar general que antes —con todo y sus limitaciones, la
corrupción y el uso electoral— llegaba a cada familia en todas las comunidades.
Hasta no
hace muchos años, el alcalde que incumplía con sus deberes y obligaciones, era
amarrado en la plaza pública o exhibido, semidesnudo, en las comunidades… Si la
falta les parecía grave, pedían su destitución al Congreso y el defenestrado
edil, se iba a su casa sin mayores consecuencias. Ahora es distinto.
En julio del
2016, Domingo López, alcalde, Narciso Lunes, Síndico y dos colaboradores del
Ayuntamiento, fueron asesinados por una turba de opositores que, supuestamente,
exigían obras públicas y pago de programas asistenciales. El móvil que
oficialmente reconoció el gobierno de Manuel Velasco, entonces gobernador, fue
una disputa entre priístas y militantes del PVEM, por la recuperación del
poder.
La
Procuraduría fue prolija en información, pero olvidó mencionar algunos
detallitos: el tipo de armamento utilizado durante el atentado, la identidad de
los tiradores y los campamentos donde se entrenaba a indígenas chamulas a usar
armamento de gran calibre, así como la procedencia del arsenal existente en ese
y otros municipios indígenas.
En las
últimas horas, en las redes sociales, han circulado fotografías de funcionarios
municipales secuestrados, rodeados de hombres fuertemente armados y utilizando
uniformes militares; piden a cambio de liberarlos, la exoneración de Juan
Shilón, acusado de varios delitos entre éstos, el haber ordenado el incendio de
la presidencia municipal. A Shilón, las comunidades le nombraron, mediante usos
y costumbres, sustituto de Ponciano Gómez, alcalde constitucional, señalado del
desvío de casi 50 millones de pesos.
La situación
se torna, a cada segundo, más riesgosa. Porque no solo los seguidores de Juan
Shilón poseen armamento de grueso calibre; los de Ponciano Gómez, igual, andan
armados hasta los dientes y no dudamos que en cualquier momento, se enfrenten y
dejen un saldo de muerte y terror descomunal, doloroso y ominoso.
A todo esto surge
una pregunta clave: ¿Están, los tres niveles de gobierno, inmersos en la
solución de fondo de ese conflicto? Otra pregunta: Si han logrado establecer
una suerte de diálogo, ¿qué les ha fallado? ¿Por qué la situación se agrava?
A estas
alturas, solo queda una alternativa: enviar a la fuerza pública, lo que —esperemos
estar equivocados— podría provocar un baño de sangre superior. Dejaron crecer,
desde hace tres sexenios, un problema que tuvo como solución fácil, la entrega
de recursos públicos. Ahora es demasiado tarde para sanar ése cáncer de la violencia
extrema, con aspirinitas y promesas incumplibles. He ahí el dilema: ¿Qué acción
gubernamental dejará menos víctimas? ¿Cuál es la más riesgosa? ¿Quién asumirá
el costo político? ¿Quién debe pagar por su incompetencia? ¿Quién se
constituirá en héroe? Complicado panorama.
Transitorio
Toda exigencia social es loable… Lástima que
en la consecución de victorias, surjan los vándalos que demeritan la lucha de
mucha gente buena y bienintencionada.