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Angel Mario
Ksheratto
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¡Ya basta de violencia y lamentos fingidos! Foto tomada de la red. |
Coincido
plenamente con mi compañera y amiga, la periodista Itzel Grajales con respecto
al sentimentalismo clasista que surgió tras el cobarde secuestro y asesinato de
Ximena, niña de ocho años, cuya vida fue truncada por el salvajismo, sí, pero
también por el alto grado de impunidad y la inocultable corrupción en los
órganos encargados de procurar y administrar justicia.
Ximena, para
vergüenza de todos, no es la primera víctima de la imparable ola de violencia
en la entidad; no es el primer feminicidio, ni es la única mártir de un sistema
de gobierno fallido y una sociedad indiferente. La cuenta de mujeres asesinadas
en los últimos años, es incierta; decenas y decenas de ellas, en la tumba,
mientras que sus ejecutores, gozan de absoluta libertad, auspiciada por un
Poder Judicial inoperante y corrupto.
La
periodista Grajales, trae a colación el asesinato de otra niña, Paty, a quien los
criminales, torturaron, violaron y asesinaron. Para Paty —por su condición de
mujer, indígena y pobre—, no hubo ninguna condena ni mensaje de solidaridad con
su familia. Ni una sola reacción. “¿Y las
otras niñas?, ¿quiénes son las otras? El silencio de las autoridades en torno a
estos casos las deja como un número sin rostro, una estadística que solo cuenta
para las organizaciones civiles, o para el análisis en las interminables mesas
de trabajo que celebran luego en boletines que mueren al día siguiente”,
escribió mi colega.
Y tiene
razón; la autoridad debe estar para todos, debe actuar con imparcialidad y
consecuentemente, perseguir a los delincuentes, sin conmiseración, sin
distingos raciales, sociales, de clase, religiosos y, sin sesgos brutales como los
que hasta ahora, las instancias de justicia han mostrado.
El cabecilla
de la banda de asesinos de Ximena, ya había estado en prisión por delitos
graves; robo a mano armada, lesiones, robo de vehículos, robo de semovientes,
violación, tentativa de homicidio y otros. Según vecinos de la región de Mezcalapa,
Leonel Martínez, ha sido integrante de dos de las tres bandas de delincuentes
que operan en esa zona.
Esas bandas,
gozan de protección de políticos locales, al grado que muchos de los
delincuentes, han incluso, ocupado cargos en las policías municipales o han servido
de escoltas de funcionarios y empresarios.
Es buena la
solidaridad gubernamental; se aplaude, se agradece. Pero no basta,
especialmente si conocemos la profunda hipocresía que cada lamento lleva
impreso. Lo verdaderamente plausible será que se activen todos los protocolos y
se lleven a cabo operativos reales para detener la violencia, no solo en
Mezcalapa, sino en todo el estado. Sería lamentable que las autoridades
judiciales, conociendo el tema de los grupos criminales, desoigan y nieguen una
realidad que padece la ciudadanía.
Por otro
lado, reiterar la urgencia de depurar el Poder Judicial, empezando con su
presidente, cuya holgazanería, mitomanía e ignorancia, son clave en el
descontrol y cochinero en que se encuentra ése órgano. Un presidente del Poder
Judicial que, por haraganería no revisa el actuar de los jueces, no merece
seguir en el cargo.
Ximena, no
hubiese sido secuestrada y asesinada, si el principal criminal, hubiera estado
en la cárcel. Solo detengámonos a pensar a cuántas mujeres más asesinarán los
siete feminicidas confesos que han sido liberados durante la administración de
Juan Oscar Trinidad Palacios en el PJ. No son asesinos de ocasión; son
psicópatas por naturaleza y sin duda, volverán a descuartizar a más mujeres.
Dejar que un
hombre como Trinidad Palacios siga al frente del Poder Judicial, es convertirse
en cómplice de criminales absueltos, no por la justicia y la ley, sino por
dinero constante y sonante, que es, al final de cuentas, el motor que mueve a
los hombres y mujeres que actúan bajo el ignominioso mandato de un mentiroso
profesional y descarado.
¿Cuántos
niños y niñas más serán asesinados antes que a Chiapas llegue la verdadera
justicia? ¿Cuántas mujeres más habrán de morir en manos criminales protegidos
por jueces corruptos? ¿Cuántos ciudadanos más? ¿Cuántos, señores del Poder?
¿Cuántos?
Transitorio
Ahora, el
alcalde Carlos Morales Vázquez, muestra su odio a las tradiciones tuxtlecas.
Prohibió la feria de San Francisco. ¡Vaya! Ni sus antecesores que fueron harto
ignorantes, cometieron tal felonía. Ojalá, los del barrio San Francisco, lo
pongan en su lugar. Solidarios con ellos.