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Angel Mario Ksheratto
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Becerra Pino, da y recibe. |
Dar y
recibir, son dos actos que reflejan la nobleza y grandeza de las personas; son,
por cierto, pocos los poseedores de tales dones. Hernán Becerra Pino —poeta,
maestro universitario y escritor tapachulteco—, es uno de ellos: disfruta como
los grandes, ofrecer su propio reconocimiento a los demás y recibe de éstos, —con
la alegría de un niño—, lo que a su grandeza corresponde.
Durante
años, ha tomado en sus manos la tarea de galardonar con el “Pakal de Oro”, a
quienes la Fundación que dirige y lleva su nombre, reconoce méritos, ya sea por
su altruismo o por su contribución al desarrollo cultural de México. La lista
de personajes que han recibido la presea es larga y reúne nombres de todos los
estratos sociales, de todos los ámbitos y de todas las regiones del país.
No debe
serle fácil entregar, año con año, un reconocimiento que no sale sino de su
corazón, aunque decirlo así, parezca simplista y raye en el elogio fácil. Con
todo, no ha dejado lo que ya es una tradición, rota solamente cuando tuvo la
feliz ocurrencia de entregarlo en la ciudad de Ocosingo y no en la Ciudad de
México.
Ahí, Hernán
no solo entregó el Pakal de Oro, sino que fue ampliamente reconocido por los
chiapanecos… y por invitados especiales que llegaron de otras partes del país. Merecido
para él y merecido para quienes fueron honrados por él.
“Ni en
Tapachula me quieren tanto como en Ocosingo”, me dijo un par de días después
que el Ayuntamiento en pleno, le entregase Las Llaves de la Ciudad y le
nombraran Visitante Distinguido. Estaba él al teléfono, pero sentíase que su alegría,
era la de un niño atrapado en la felicidad. Su esencia es esa, por cierto; un tipo
que a pesar de sus décadas y larga experiencia, lo ve todo sin malicia, aunque
a veces por ello, algunos le han reñido, incluido yo.
Me cuesta
mucho escribir elogios a las personas. Termino siempre, haciendo lo contrario; para
Hernán, sin embargo, no me ha sido complicado. Quizá porque es un hombre que no
ha dejado de creer en los demás y porque su nobleza va más allá de lo
superfluo.
Cree en todo
de tal suerte que, me contó, cuando el nieto de Javier Solís le puso la chaqueta
del famoso cantautor ahí mismo en Ocosingo, sintió que el mismísimo autor de “Mi
viejo San Juan”, le había jalado las patas. Y no lo dice como mera metáfora,
sino como una vivencia que solo escucharlo, lo arrastra a uno al momento de su
narración.
Por eso su
obra literaria y poética es letra viviente; que desgarra y cura al mismo tiempo.
Que transporta y deja estático a quien le lee. Pocos lo comprenden y es entendible.
Ya entenderán por qué lo digo.
Haberle
reconocido en Ocosingo, ha sido un acto de justicia que, por desgracia, el
gobierno del Estado le ha negado, ya por castigo por su forma de pensar, ya por
ideologías baratas o ya por odios y envidias y hasta porque ignoran la obra de
un maestro. ¡Enhorabuena, Hernán!
Transitorio
Felicitaciones
a todos los galardonados con el Pakal de Oro, edición 2019.