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Angel Mario
Ksheratto
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La irresponsabilidad discursiva, arriesga a las instituciones. |
Por supuesto
que nadie en su sano juicio querría que —en defensa del honor, el uniforme y
las insignias, pero más de su vida— los soldados retenidos por un grupo de “pobladores”
de La Huacana, Michoacán, hubiesen accionado sus armas contra una turba que no
solo los humilló, sino que además, exigió la devolución de un arsenal de armas
incautado por el ejército a un grupo criminal, días atrás.
Históricamente, el ejército mexicano ha sido
una institución que gozaba del más alto respeto por parte de la sociedad,
independientemente de actos que constituyeron violaciones a los derechos
humanos y que en su momento, fueron ampliamente repudiados por todos.
Que soldados
de un país sean sometidos por civiles, es degradante tanto para éstos, como
para la institución, pero más, para el Comandante en Jefe, cuya autoridad moral
se desmorona y por ende, arriesga la ética, los principios y valores de un
ejército que, con todo y sus yerros, ha sido bastión importante para la
estabilidad social, la fortaleza del Estado y la defensa de la soberanía.
Entendible
es la prudencia, pero inaceptable la pasividad gubernamental frente a hechos
que reflejan la debilitación premeditada de las instituciones, derivada de
medidas populistas que riñen con la obligación constitucional de garantizar el
estado de derecho y la sujeción de los ciudadanos a las leyes del país.
Las imágenes
de los soldados siendo desarmados y obligados a comunicarse con sus superiores
para plantear exigencias ilegales, es el reflejo del empoderamiento de grupos
que han atendido puntualmente, ordenanzas que vulneran las facultades y
atribuciones institucionales y ponen sobre la mesa, la discusión sobre la
irresponsabilidad discursiva.
Solo en una
guerra franca, se toman prisioneros; si se ha declarado “el fin de la guerra
contra el narcotráfico”, los acontecimientos últimos, nos indican que todo ha
sido un lindo sueño.
El respeto a
las instituciones, debe reconstituirse. Paradojicamente, sin un ejército
respetable y respetado, no existe posibilidad de garantizar el retorno a la paz
y la seguridad. Y eso solo se logra, si el alto mando, es decir, el Comandante
en Jefe, pone orden en el país, modera sus decisiones y discursos, y
replantea sus estrategias para conducir a las instituciones al imaginario paraíso
de la Cuarta Transformación. No hay que olvidar que, contrario a otros
ejércitos en América Latina, el mexicano es el primero que acude a ayudar en
los desastres naturales.
Debo
insistir en que no se está llamando a nadie a cometer matanzas, ni excesos, ni
abusos, ni violaciones a los derechos humanos. El llamado es a ser respetuosos
con todos. A apegarse a lo que establece la Constitución y las leyes
secundarias. El llamado es a no comprometer a ninguna institución, ni
arrastrarla al desprestigio, ni a la deshonra, ni a la humillación.
Se está a
tiempo de rescatar verdaderos valores y principios que, bien o mal, han servido
para tener un país más o menos democrático, más o menos plural, más o menos
estable, más o menos…
Transitorio
“Con nombres no me meto”. La evasiva fue en
respuesta a la pregunta si se tenía contemplado un puesto en el gabinete de la
4T, para el doblemente defenestrado exgobernador Manuel Velasco Coello. El
presidente de la república, zanjó así un tema que, por sus gesticulaciones, le
es engorroso. Y no por el personaje en sí, sino porque sabe que Velasco Coello,
no tiene defensa alguna.
El mismo
AMLO, amenazó con demandarle por mal uso de recursos públicos (“Manuel Velasco
cometió un fraude monstruoso”, dijo entonces) en tiempos en que no le había
adoptado como hijo amado. Juró, además, que no sería su alcahuete. Ahora calla y evita nombrarlo… y deja abierta
la posibilidad de que, en un descuido, hasta lo nombra su sucesor en la
presidencia del país.
Velasco
Coello, dejó en absoluta bancarrota a Chiapas; recursos públicos fueron
utilizados para frivolidades y construcciones suntuosas que solo benefician a
él y su familia. Eso lo sabe el presidente, pero calla y sí, sí se convirtió en
su alcahuete.
Todos nos
preguntamos: ¿De dónde tiene agarrado MVC a AMLO, para que le otorgue tal
impunidad?