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Angel Mario
Ksheratto
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Loco de contento con su cargamento- |
Algo grave y
vergonzante está pasando en la sociedad. La pérdida de valores y principios es
notoria y se manifiesta todos los días, en todas partes. Hemos visto —ya con
disminuido asombro— hombres asesinando a otros seres humanos con inusitada
frialdad; gente de cualquier estrato, desnudando a mujeres a plena luz del día
y en medio de transitadas calles. Habitantes de alguna colonia, secuestrando,
amarrando y vejando a sus alcaldes, mientras las autoridades permanecen inertes,
ineficientes, incapaces, indiferentes…
Ya nada
conmueve y nada obliga a actuar en consecuencia. Como si las cascadas condenatorias
y las exigencias vigorosas, fuesen solamente un ritual acostumbrado al que no
se debe poner demasiada atención.
En el cada
vez más atropellado tránsito al “cambio” anunciado, la impunidad sigue siendo
la brecha entre la expectativa y la realidad. La liberación de feminicidas
confesos, como ejemplo de la ausencia del Estado mismo, en las pretensiones de
un México sin corrupción. El caos absoluto, para revolver el río de sangre.
Los temas de
inseguridad, impunidad y corrupción, se abordan de distintas maneras para
atraer la atención de los obligados a resolver la crítica situación, pero
igual, rebotan de un lado a otro. Entre funcionarios, se lanzan la papa
caliente, sin asumir la responsabilidad que les corresponde.
El ejemplo
más claro, es el de la libertad otorgada a varios acusados de feminicidio; los jueces
señalan a los ministerios públicos y éstos, a los jueces. Ineficiencia, es el
pretexto perfecto para tapar el ojo al macho. La persistente sospecha —más
contundente—, señala a la intocada corrupción en ambas instancias.
Otro es la
indiferencia; ocurrió en Tapachula, durante la retención, vejación y abusos
cometidos contra dos mujeres, acusadas de robo. A dos cuadras del salvaje acto,
los policías municipales se volvieron sordos y ciegos. ¿Qué importancia dar a
dos mujeres ultrajadas al mayor de los extremos? Los defensores a sueldo del
alcalde Óscar Gurría, justificaron la barbarie: “son ladronas”.
El discurso
oficial los contradice. “Nada justifica la violencia”, se han apresurado a
decir, pero por ningún acto de esa naturaleza, hay detenidos. Hace unas
semanas, una mujer de Bochil fue secuestrada y exhibida atada a un árbol; sus
captores, habitantes de una comunidad inconforme con la incapacidad del edil.
Hubo el anuncio de castigar a los responsables. Pocos días después, los mismos “líderes”
de la anarquía en esa demarcación, secuestraron al alcalde.
Hoy mismo,
el mandatario de Siltepec, fue retenido en una comunidad municipal y fue
amarrado (hasta el momento de redactar la presente, no se sabía si habría sido
liberado) en exigencia del cumplimiento de promesas de campaña.
Entendible
es la exigencia y la presión social; pero nada justifica la violencia. Tampoco
se justifica la pasividad de las autoridades frente a un fenómeno que crece y
amenaza con perpetuarse en la entidad. La violencia —cualquiera que sea su origen
y propósito—, no debe consolidarse en un estado poco acostumbrado a vivir bajo
zozobra y terror.
La ineficiencia
e incapacidad, tampoco deben ser admitidas; no se puede avanzar si persisten
los vicios de antaño y las inercias que nos arrastraron a las actuales
condiciones. Permitir que la violencia crezca y sus actores gocen de impunidad,
no será contribución al establecimiento de la cada vez más lejana “Cuarta
Transformación”. ¿Está claro?
Transitorio
Primero lo
negó todo: que nunca fue detenido con un cargamento de balas. Acusó a medio
mundo de atacarlo sin fundamento. Luego, cuando la mismísima Fiscalía General
de la República emitió un comunicado oficial, salió a decir que sí, que le
fueron encontrados varios proyectiles que solo el Ejército y la Marina tienen
autorización para utilizar.
Sus mentiras
le volvieron a jugar una mala pasada; culpó a los medios de linchamiento.
¡Vaya! Incurrió en un delito y quiere que se le dé trato de santo. Diego
Valera, debe asumir su responsabilidad y reconocer que, aun cuando según él,
cometió un “error”, violó la Ley y por tanto, debe ser correctamente
sancionado. Cualquier otro mortal estaría ahora, ligado a proceso.