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Angel Mario
Ksheratto
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Cien días, insuficientes para festejar o reclamar. |
Parece que
estamos confundidos; ¡estamos seriamente engañados! Se ha dado por buena la celebración
de los primeros cien días del gobierno de fulano de tal. Desde finales de la
década de los 80’ —cuando Carlos Salinas de Gortari asumió el cargo gracias al
fraude electoral orquestado por el hoy hombre fuerte del régimen lopezobradista,
Manuel Bartlett—, ese periodo se ha convertido en la prolongación del festejo
postelectoral y el augurio de la frivolidad política del resto del sexenio.
Desde
entonces, el arribo a esos primeros cien días motiva fiestas, aplausos, elogios
desmesurados, bienaventuranzas, abrazos, porras y demás jolgorios que alimentan
egos y robustecen malas prácticas en el servicio público.
La vida de
un país no se constriñe a cien inútiles días de experimentación y goce del
poder del grupo que lo asume. He ahí la confusión; por antonomasia mal
entendida, créese que en tan corto lapso, se han superado rezagos ancestrales y
se ha alcanzado metas dignas de grandilocuentes discursos y reconocimientos
absolutos y obligatorios.
No. No es
así. El planteamiento original —no hay que olvidarlo— se remonta al periodo de
tiempo que Napoleón utilizó para reorganizar a su ejército y recuperar el poder
en Francia. Posteriormente, varios presidentes estadounidenses y europeos, se
pusieron como término, cien días para evaluar todas sus posibilidades, analizar
escenarios, explorar terrenos, consultar a los expertos y finalmente, proponer
un plan de gobierno efectivo. Y miren cómo están esos países.
El
costumbrismo inaugurado por Salinas (y quizá tres sexenios anteriores a ése)
instauró fanfarrias engañosas, que hacen creer que en cien días, se han
resuelto los problemas del país o de los estados, que en más de 500 años de
sometimiento, marginación, dictaduras disfrazadas, impunidad y corrupción, no
se han resuelto… ni se resolverán, si seguimos teniendo políticos simuladores,
demagogos e insensibles.
La primera
ínfima primera parte de una administración gubernamental, debe ser, digamos que
paramétrica. Es decir, investigar, analizar, comparar, ordenar y jerarquizar
prioridades para que en base a ello, se puedan tomar las decisiones más
pertinentes y apropiadas. No al revés: primero festejar y después,
¡equivocarse!
En el caso
de Chiapas, festejar cien días primarios, es un contrasentido que debió
evitarse, principalmente, porque suponemos un cambio de formas y tradiciones
gubernativas. Cierto es que no hubo despilfarro innecesario, ni acarreo de gente,
pero sí, campanas al vuelo, vanaglorias y cifras triunfalistas. Tan malo es
adelantar glorias, como exigir soluciones prontas a complicados asuntos. Debe
existir un equilibrio, pero sobre todo, una planificación adecuada e incluso,
agresiva en lo tocante a la contundencia de sus resultados futuros.
En eso, el
gobernador Rutilio Escandón, debe tener claro que hay que ir más allá de los
paliativos habituales; no es fácil gobernar a un estado con las condiciones en
que encuentra a Chiapas. La cauda de problemas es descomunal: grupos de choque,
de poder, armados, de intereses, corrupción galopante, impunidad, violencia,
inseguridad, rebelión de alcaldes, desequilibrios políticos, rezagos sociales,
pobreza, marginación, crisis económica, ingobernabilidad… Una herencia
catastrófica que habrá de sortear, solo si atiende primeramente el interés
superior de cada ciudadano y cada ciudadana.
Armonizar,
es la palabra clave. Con el gobierno federal, para la obtención de los recursos
suficientes (acá cabe sugerir que éstos sean muy bien vigilados para que no se
los roben); armonizar con las urgentes necesidades del pueblo chiapanecos (no
realizar obras de relumbrón o para engordar el narcicismo como antes se hizo) y
armonizar con sus colaboradores.
En lo
último, deben ser éstos, hombres y mujeres de alto nivel competitivo. Gente que
escuche, proponga y aporte. Maña fue en el pasado, la existencia de secretarios
de Estado que fueron solo oídos para recibir órdenes que nunca cumplieron y
lengua para articular loas ridículas al jefe en turno.
No se olvide
nadie, que la 4T, está a prueba; el respeto y apoyo, tendrá que ganárselo con
trabajo serio, sostenido, responsable, bien planificado y, por supuesto, con resultados
más allá de desgarres mediáticos. O sea, con cambios verdaderos que nos
aseguren un México y un Chiapas mejor. Diferente. Progresista. Lo demás es
fiesta, frivolidad y demostración de ineficiencia. El señor Escandón Cadenas,
tiene la palabra y más aún, la acción.
Transitorio
El poder se
ejerce, no se festeja.