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Angel Mario
Ksheratto
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Óscar Gurría Penagos, barbas en remojo. |
“A mí no
tardan en quebrarme el culo”, me dijo Sinar Corzo a la salida del edificio de
la Comisión Estatal de Derechos Humanos, ante cuyo titular, Juan Oscar Trinidad
Palacios, pugnaba por lograr una recomendación contra el gobierno del Estado y
el Ayuntamiento, tras haber sido detenido ilegalmente por órdenes del alcalde
de su natal Arriaga, Noé López Duque Estrada, durante las manifestaciones de
inconformidad por la falta de suministro de agua potable, la nula prevención de
enfermedades virales, conclusión de obras de drenaje y la no demolición del
antiguo mercado de esa ciudad.
Hasta ese
día, Trinidad Palacios, —hoy presidente del Supremo Tribunal de Justicia—, se
negaba a reconocer las graves violaciones a los derechos de Sinar y otros
ciudadanos vejados por la Policía Municipal; por el contrario —me contó—, el
ombudsman, le recomendó “llegar a un arreglo económico” con López Duque,
advirtiéndole que si insistía, podría “enojar al jefe” (Manuel Velasco,
gobernador en turno) y en lugar de una recomendación, obtendría una celda en
“El Amate”, la cárcel de alta peligrosidad preferida por los gobernadores para
castigar a sus críticos y opositores.
—¡Te lo
dije, cabrón —me gritó unos meses después, desde su mesa en una de las
cafeterías detrás de la Catedral de San Marcos—, Raciel (López Salazar,
entonces Fiscal) ya me armó un expediente dizque por abigeato, tráfico de
drogas y cuanta mamada se las haya ocurrido!
En la corta
plática de ese día, volvió a reiterar su temor a ser asesinado. Casi su certeza
de que así sería. Algunos afines a la administración manuelista, le calificaban
de “loco”, “mariguano”, “drogadicto”, “desestabilizador social”, “agitador
profesional”. Pero eso, le tenía sin cuidado; se reía con cada epíteto y
fruncía las cejas cuando mencionaba el nombre del alcalde que le había puesto
tras las rejas, sin ninguna justificación.
Y es que Sinar Corzo Esquinca, tocó intereses
político-económicos de personajes locales y estatales. Frustró negocios turbios
y truncó ambiciones personales. No fue un líder social en oferta, ni un
activista inclinado al dinero fácil. En pocas palabras, fue desde inflexible,
hasta irascible, si así lo ameritaba el caso.
De esa
forma, puso en enojo desde al alcalde, hasta al gobernador, pasando por lo los
diputados de su distrito, el Poder Judicial, la CEDH y empresarios que no
pudieron concretar jugosos negocios en Arriaga, donde la violencia tiene años
de haberse enraizado, sin que ninguna autoridad, ni pasada ni presente, haga
algo para garantizar la seguridad de sus habitantes.
De pronto,
la inseguridad en ese municipio y la franja fronteriza con Oaxaca, se convirtió
en matadero de gente, en su mayoría, inocentes. Conocedores del origen de la
violencia extendida ahí y en municipios oaxaqueños, descartan de bote pronto
que el cobarde asesinato de Sinar, sea producto de ésta. Porque no se trató de
un intento de robo, sino de una ejecución directa, específica. No fue un ajuste
de cuentas, ni un cobro “por deudas de drogas”, como de inmediato empezó a
especularse en los círculos contrarios a la lucha social de la víctima.
El crimen
amerita una investigación, primeramente, imparcial; seria, responsable, sin
sesgos ni prejuicios y sin la menor de las parcialidades encubridoras. Esto,
porque quien o quienes estén detrás del asesinato de Sinar Corzo, han enviado
un mensaje mortal que no debe tener cabida en Chiapas. Y menos, en el México
que pintó Andrés Manuel López Obrador en su discurso de toma de protesta: ni un
activista social, ni un periodista, ni un defensor de los derechos humanos, serán
encarcelados o asesinados. ¿Será Chiapas la excepción? ¿O acaso, el inicio de
la exterminación de hombres y mujeres libre-pensantes del país?
Transitorio
Quien ya
puso sus barbas en remojo es el alcalde de Tapachula, Óscar Gurría, al poner en
marcha un plan de seguridad ambicioso, en el que participan, desde policías
municipales, hasta el Ejército. Es, explicó el propio Gurría, una Mesa de
Seguridad que incluye el respaldo efectivo para garantizar que ningún ciudadano
sea víctima de la delincuencia y que tampoco esté bajo riesgo por prácticas
ilegales, incluido el ambulantaje.
Por lo
pronto, cuerpos de seguridad coordinados, vigilarán con ojo de águila el primer
cuadro de la angustiada “Perla del Soconusco” y se espera que en los días
subsiguientes, el anillo de seguridad, se extienda a toda la ciudad y mejor
aún, cubra toda la franja fronteriza con Guatemala, donde anidan bandas de
extorsionadores, que parecen, hasta hoy, no tener miedo a las autoridades.
Lo anterior
indica que el doctor Gurría, ha atendido reclamos y exigencias y por lo tanto,
se apresta a tomar el toro por cuernos y rabo; falta que se deshaga de
personajes de pasado negro, para completar su cometido. Falta eso. Sí.