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No es necesario analizar con profundidad los dos discursos de Andrés Manuel López Obrador, pronunciados en el Congreso de la Unión y el Zócalo de la Ciudad de México; la crítica a sus reiterados pronunciamientos, ya como presidente de la República, sería redundante, puesto que la aprobación de sus postulados, se dio de manera contundente en las urnas, el pasado 2 de julio. Y no por él y su repetido discurso de campaña —ahora con la banda presidencial en su pecho—, sino por el hartazgo de la ciudadanía de regímenes corruptos, arbitrarios, frívolos, indiferentes y obsoletos.
Angel Mario
Ksheratto
Pago de favores. |
No es necesario analizar con profundidad los dos discursos de Andrés Manuel López Obrador, pronunciados en el Congreso de la Unión y el Zócalo de la Ciudad de México; la crítica a sus reiterados pronunciamientos, ya como presidente de la República, sería redundante, puesto que la aprobación de sus postulados, se dio de manera contundente en las urnas, el pasado 2 de julio. Y no por él y su repetido discurso de campaña —ahora con la banda presidencial en su pecho—, sino por el hartazgo de la ciudadanía de regímenes corruptos, arbitrarios, frívolos, indiferentes y obsoletos.
Está de más
decir que no dijo nada que no haya dicho a lo largo de 25 años de campaña
proselitista (inició como candidato del PRD para la gubernatura de Tabasco en
1994). Tampoco modificó las promesas que soltó en el proceso electoral que lo
catapultó a la presidencia, lo que preocupó a diversos sectores que ven con
recelo algunas medidas que podrían desestabilizar la economía y espantar las
inversiones.
Pero sin
duda, lo que desanimó profundamente a los mexicanos, fue su obstinado anuncio mediante
el cual, ordenará dejar libres a políticos y funcionarios —incluyendo a los
expresidentes y gobernadores—, que en el pasado saquearon al país. Con ello, el
mandatario, traiciona categóricamente los tres principios que llevó como
bandera durante su candidatura: “no robar, no mentir, no traicionar”.
Y claro,
también traiciona a los mexicanos que por millones votaron a su favor, creyendo
que por fin, se haría justicia y se encarcelaría a todos aquellos que usurparon
el poder para construir emporios financieros a costa de la pobreza de millones
de mexicanos.
Su férrea
defensa de los corruptos, le alcanza para proteger a algunos gobernadores en
funciones que pactaron con él, votos a cambio de impunidad; entre éstos, al
gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, que a ocho días de dejar el
cargo, no ha podido (ni querido) explicar el desfalco multimillonario que tiene
al estado en total bancarrota.
AMLO fue
claro al decir que la institución a su cargo, no promoverá ni alentará
investigaciones contra expresidentes, exgobernadores, ni funcionarios, bajo el
argumento que no habría cárceles suficientes para recluirlos. Eso sí, se
declaró dispuesto a ordenar que los casos que ya están siendo investigados y
los procesos contra quienes están bajo causa penal, deberán continuar hasta sus
últimas consecuencias.
¡Pero mucha
atención! Adelantó que a partir de ayer mismo, se analizan los expedientes de “presos
políticos”, para que sean excarcelados, una vez que obtengan ese estatus.
Cierto es que en México, durante los gobiernos priístas y panistas, cientos de líderes
sociales, fueron encarcelados bajo acusaciones falsas. Eso es innegable.
La PGR y los
jueces de consigna, han dado claras muestras, por un lado, de incapacidad para
armar los expedientes y por otro, de complicidad y vendettas. ¿Qué impediría
que algunos exgobernadores presos —o bajo investigación— no logren demostrar
que sus expedientes están plagados de errores, inconsistencias y vaguedades? En
ese caso, muchos van a “probar” que fueron víctimas de una “persecución
política” ¡Y saldrán libres!
Olvidar el
pasado y perdonar a los corruptos, no es buena base para el combate a la
corrupción. Es, como alguna vez lo dijera Jesucristo, “poner remiendo de tela
nueva en vestido viejo”. Es como construir una mansión sobre los cimientos de
un edificio a punto de derrumbarse. Es negarle a los mexicanos, la esperanza de
un país sin corruptos… Porque eso de que a partir del pasado sábado no habrá un
solo acto de corrupción, es la utopía más absurda que se pueda concebir.
Queda, pues,
garantizada la impunidad; se fortalece la inacción de la justicia y se decreta
la muerte de la Ley, por decisión unipersonal, arbitraria; y de paso, revierte
la frase que ha salido una y otra vez de boca del presidente: “Al margen de la
Ley, nada y por encima de la Ley, nadie.”
No queda
duda que muchos serán los grandes beneficiados. Manuel Velasco Coello, que ha
sido insistentemente acusado de desviar millones de pesos, es uno de ellos. El
amparo presidencial le ha otorgado impunidad absoluta y absolutista, lo que es
un duro revés para los miles de chiapanecos que votaron por el ahora
presidente.
Si bien el
discurso desalienta, hay que ponderar el hecho que para el recién estrenado presidente,
es su gran oportunidad, en todos los sentidos; como bien dijo él mismo, no
tiene derecho a fallarle a los mexicanos, a traicionarlos. Y menos, a los
chiapanecos que a la final, le hicieron caso y votaron hasta por su candidato a
la gubernatura. Como presidente, tampoco tiene derecho a devolver favores
políticos y financieros, con impunidad.