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Angel Mario
Ksheratto
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México, policía mugratorio de EE.UU. |
¿Basta una “condena”
diplomática a los crímenes de lesa humanidad que comete, de manera unipersonal,
Donald Trump? No; las medidas del presidente norteamericano, requieren acciones
más allá del intercambio epistolar cuyas sugerencias, denotan más tibieza que
firmeza, frente a una crisis humanitaria que indigna a países de otros continentes,
mientras que a los gobernantes del área, parece ser tema de poca importancia.
Las cifras
de niños separados de sus padres que han intentado internarse en territorio
estadounidense, varían, según la fuente y según el interés de cada una de
éstas. Son, eso sí, miles de niños y niñas de entre cuatro meses y 17 años de
edad, los que permanecen enjaulados en centros de concentración insalubres,
privados de los servicios más elementales.
Mientras en los
países europeos, los gobiernos hacen esfuerzos extraordinarios para atender la
crisis migratoria derivada de conflictos internos en algunos países de Asia y
África, en Estados Unidos —el país “de la democracia y el respeto a los
derechos humanos”—, se cometen dolosos y aberrantes crímenes contra miles de
infantes que tienen la necesidad de viajar junto a sus padres, para encontrar una
vida mejor.
La postura
frente a la atrocidad de un gobernante insensible y psicópata, no ha sido lo
suficientemente firme, como para persuadirlo y obligarle a cumplir las reglas
mínimas del respeto a las libertades civiles y los derechos humanos. En los
países más afectados como México, Honduras, Guatemala y El Salvador, los
gobiernos han sido tímidos e incluso, indiferentes, lo que profundiza las malas
condiciones en que se encuentran las víctimas del racismo trumpista.
Hace unas
semanas, una joven mujer de procedencia guatemalteca, fue asesinada cobardemente
por agentes fronterizos; la respuesta de los países de la región, fue
igualmente tibia, de tal manera que, salvo las protestas ciudadanas, el asunto
parece tema olvidado, cosa juzgada a favor de quienes cometieron el crimen.
No bastan
los intercambios de notas diplomáticas, ni los discursos cargados de falso
nacionalismo; es urgente que, con apego a los cánones internacionales, se exija
al presidente Trump, el inmediato cese de las cobardes hostilidades contra
niños inocentes y contra sus padres. A la par, los gobiernos de los países
afectados, deben activar protocolos efectivos para rescatar a las víctimas,
regresarlas a sus países de origen y darles la vida digna que merecen.
Es obvio que
se requieren acciones conjuntas, para que el resto de la comunidad internacional,
se una al reclamo y la exigencia, contra un sátrapa desalmado, cuya única
finalidad, es la de abastecer su corroído ego y alimentar su prepotencia contra
los más vulnerables.
Al
mandatario norteamericano, no se le convence con palabras; con acciones. Veamos
unas semanas atrás: con el líder norcoreano, se vio obligado a platicar, solo
cuando Kim Jong-un, realizó pruebas nucleares de largo alcance; frente a China,
decidió frenar la imposición de aranceles, cuando el gobierno de ese país,
reaccionó con medidas cautelares robustas e incluso, ha quedado silente cuando
el tirano Nicolás Maduro, ha expulsado a diplomáticos estadounidenses de Venezuela,
como represalia hacia la Casa Blanca. Frente a los alemanes, franceses e ingleses,
también ha reculado.
Respuestas
blandengues y ambiguas, no le impactan; si Honduras, Guatemala, El Salvador y
México formaren un frente común para confrontarlo, no tendría ni elementos, ni
condiciones reales para rebatir los reclamos. Y estaría obligado a respetar los
derechos de sus víctimas.
Una cosa es
normativizar las migraciones y otra, atacar bajo falsos nacionalismos, el
derecho de todo ser humano: buscar mejores oportunidades para su pleno
desarrollo.
La solución
a la crisis migratoria, debe ser global e incluyente. Deben, los cinco países
inmersos en el problema, sentarse a buscar consensos; soluciones de fondo y forma
que abarquen políticas públicas domésticas que, por un lado, desalienten la
migración y por otro, otorgue a todos los ciudadanos, igualdad de
oportunidades, mediante empleos bien remunerados, seguridad alimentaria, paz
pública y libertades civiles.
Estados
Unidos siempre ha utilizado al territorio mexicano para contener el creciente
flujo migratorio; ello ha convertido a México como el malo de la película.
Porque es aquí, donde también se violan los derechos humanos de los migrantes
centroamericanos. ¿A cambio de qué? ¡De nada!
Por ello es
válido el permanente reclamo a las autoridades aztecas en el sentido de otorgar
a los migrantes del sur, el trato digno que éste país exige a los gringos. Hay
que ver las carceletas tipo jaulas, donde encierran a los migrantes ilegales
cuando son retenidos en Chiapas. Requerimos trato parejo.