Crónica
Angel Mario
Ksheratto
A Roberto Albores, no le preocupa salida de Ochoa Reza. |
Las
locatarias, son mujeres de cuidado… «¿Qué
es esa ruidazón allá fuera, pues?»,
pregunta una a la otra, que disimula indiferencia. «No sé qué madres será —responde al tiempo
que sacude con un trapo, las sandalias que tiene en venta—… Debe ser alguno de
esos güevones que quieren ser alcalde o diputado.
—Sí pues…
Nomás vienen a quitar el tiempo.
—Y a ofrecer
pendejadas. ¡Quesque un mandil regalan los mampo!
—Sí pués,
¡pa’ qué puta! ¡Paga trajieran los pitudos ésos!
En la
explanada del mercado “Los Ancianos”, se arremolina la avanzada del candidato
visitante. Exfuncionarios de medio pelo en la administración del exgobernador Juan
Sabines Guerrero, que dejaron al PRI para irse al PRD y cinco años después se “pintaron”
de verde para apoyar a Manuel Velasco Coello, hablan por celular y reparten
largos abrazos.
Algunos
locatarios se paran en las entradas y preguntan quién será el distinguido
político que ha dejado sus más altos deberes para solazarse con la plebe y de
paso, comer alguna fritanga que, por cierto, las de éste mercado, son las más
apetecidas por los tuxtlecos y quienes vienen de otras partes del estado y del
país.
—Debe ser un
“cacagrande”, porque trajo harto palero —conjetura un hombre regordete que, por
el mandil de cuero, da la impresión de ser uno de los carniceros—.
—Y trae
mucho guarura —secundó un chaval que utilizaba la mano derecha a modo de
visera, para alcanzar a distinguir entre la masa de gente, al candidato, que
todavía no llegaba—.
Contrario a
otros eventos, los hombres de guayabera blanca, pantalón oscuro y lentes para
el sol, se mostraban afables; no empujaban a nadie, sino que pedían a los
concurrentes —con voz casi sacerdotal—, hacer una valla humana para que el
candidato, pasase sin mayores contratiempos. «Es
que tiene otros eventos y no queremos que se retrase», explicaban con mirada de ruego, de una
súplica inusual en ellos, acostumbrados a atropellar, maldecir y amenazar a la
gente.
Un desfile
de camionetas negras arribó, por fin, a la entrada principal del mercado. La
testa —advirtiendo indicios de calvicie— de Roberto Albores Gleason, fue lo
primero que se vio al abrirse la puerta. Los primeros que se plantaron en su
camino, fueron los periodistas. Lluvia de preguntas. La mayoría, relacionadas
con su propuesta económica, que, todo así lo indica, será el platillo fuerte de
su campaña que inició el pasado domingo en Tapachula.
Que las
zonas económicas especiales será su prioridad; que empoderará a los
productores. Que buscará mecanismos efectivos para el fortalecimiento de la
microeconomía, que garantizará medidas paralelas para proteger a los productores
y que la salida de Enrique Ochoa Reza, como dirigente nacional del PRI, no
afectará su campaña.
Atrás de los
periodistas, un grupo de mujeres, exigía poner fin a la entrevista banquetera. «¡Queremos ver al candidato!
¡Déjenlo pasar!», gritaban.
Más allá, en la rampa para discapacitados, algunas locatarias reclamaban a una
que parecía ser la lideresa de ellas, el no haberles invitado a recibir al
aspirante de la alianza PRI-PVEM-PANAl y dos chiquitillos. De pronto, los
reclamos cesaron.
—¡A la bio,
a la bao, a la bim bom bá, Roberto, Roberto, ra, ra, raaaaaaaa! —se escuchó del
grupo de mujeres que habían acorralado a la mujer de playera roja y falda
blanca (¿o eran pantaloncillos?) y que debió ser su dirigente.—
Las dos que
aparecen al principio de éste relato, las más entusiasmadas. Querían la foto
del recuerdo; la exigían; se peleaban por estar cerca, abrazar y dar un beso al
candidato. «Está
bien papasote… Por éste sí voto, aunque robe».
Azorados,
Rubén Zuart, Fabián Estrada de Coss, Luvia Aceituno, los dos últimos, candidatos
a una diputación, intentaban empujar al candidato para que alcanzase su
objetivo final: los comedores del mercado. La muchedumbre no cedía. Nadie
escuchaba lo que Albores Gleason decía. La batucada imprudente, no dejaba de
sonar sus cueros.
Tacos de
frijol con queso, pozole, quesadillas, mojarra frita, barbacoa, chiles rellenos,
pollo juchi y como bebidas, agua de tamarindo, horchata y posol. Roberto Albores,
optó por lo primero, para saciar el hambre.
Aquellas dos
mujeres, poco a poco se alejaron de la concentración con un mandil y una gorra.
Iban locas de contentas.