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Angel Mario
Ksheratto
En tiempo, todos han perdido. |
En política,
los tiempos son fatales… En teoría porque como se está presentando el actual proceso
electoral, cada aspirante y cada partido, ha hecho lo que le ha venido en gana,
frente a un árbitro dócil, petrificado y sin ganas de aplicar los reglamentos
establecidos. En esa fatalidad, caben todos. O deberían caber.
A apenas
unos días de saberse los nombres de los candidatos, en el IEPC, no hay una sola
certeza. La institución en cuestión, ha sido omisa y se ha sometido a diversas “adecuaciones”
a la ley, que no corresponden al de un coordinador responsable de un proceso de
la mayor importancia para los chiapanecos.
Importante,
no por los candidatos —porque éstos, no han construido siquiera un discurso
coherente y confiable—, sino porque, por primera vez, los jóvenes tendrán
mayoría frente a las urnas. En otras palabras, el porcentaje de jóvenes que
votarán por primera y segunda ocasión, es mayor al de adultos, lo que podría
inclinar la balanza hacia el candidato que se identifique más con ellos.
En esa
lógica, es responsabilidad de los jóvenes, tomar su mejor determinación, a
favor del candidato que no solo se identifique con ellos, sino aquel que les
proponga un verdadero plan de desarrollo; una plataforma política incluyente
que les garantice espacios laborales estables y desde luego, bien remunerados.
Será también
responsabilidad de los jóvenes electores, ser exigentes con quien elijan y sean
por lo mismo, formadores de una nueva generación de ciudadanos, alejados del
conformismo y en cierto modo, la complicidad con los políticos corruptos.
En cuanto a
quienes usufructúan siglas partidistas para hacerse del poder, deben atender
los tiempos que les corresponden. No deberíamos estarles viendo imitando las
groseras mañas de sus padres, ni utilizando recursos públicos para promover imágenes
borrosas, bajo la pretensión de una buena política que no practican ni de broma.
Es
insultante ver cómo, en el enfermizo afán de alcanzar el poder, pasen por
encima de la ley y dejen a las autoridades electorales como trapo de cocina; es
vergonzoso tener que admitir que las llamadas “generaciones del cambio”, han
resultado ser peores que aquellas que engendraron, alimentaron y promovieron la
corrupción, al grado que hasta el mismo presidente de la república (criatura de
anquilosados políticos trinqueteros), le llame a ese mal, “cultura”.
Fue
precisamente la fatalidad del tiempo, la que sacó al PRI del gobierno y fue esa
misma fatalidad, la que lo regresó y dejó fuera todo intento de alternancia
política. Ha sido esa misma predestinación la que obligó la creación de la
tendencia de izquierda, muerta por las mismas razones, de tal manera que la “cultura”
de la corrupción, dejó ver sus miserias aun en los que, desde el PRD inicial y
cualquier otro movimiento social, se habían alzado como la esperanza del país.
No cabe duda
que hoy, quienes son producto de la corrupción —incluidos los mesiánicos y
fanfarrones perdonavidas—, ven en ese mal, la oportunidad para lucrar
electoralmente, recurriendo a prácticas francamente discordantes con el México
que todos quieren, pero nadie se atreve a exigir con actos contundentes.
Si en manos
de los jóvenes está la elección del futuro gobernador, debemos estar atentos a
su decisión y debemos alentarlos a tomar la mejor, frente a un panorama
desolador. Corresponsabilidad de todos es elegir, por desgracia, al menos
corrupto.
El IEPC, por
su parte, debe garantizar un proceso limpio; dejar atrás rancios métodos de
sumisión frente al gobernante en turno y trabajar porque cada uno de los que
infrinjan la ley, sea debidamente sancionado y por supuesto, que no se otorguen
concesiones de ninguna naturaleza a partidos y candidatos.
El tema de
la reelección de alcaldes, es preocupante. Ninguno ha entregado su cuenta
pública y por ahí, deben empezar a aplicar criterios responsables para evitar
que la corrupción, siga ese curso perverso. Del IEPC depende también, el futuro
inmediato de Chiapas.
En Chiapas,
la fatalidad del tiempo, pese a las prórrogas al margen de la ley, han de
cumplirse. Y en eso, han perdido todos. Autoridades y candidatos; partidos y
sociedad.