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Angel Mario
Ksheratto
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La rapiña, como respuesta a la irresponsabilidad oficial. |
El
asistencialismo excesivo y brutal, le está saliendo caro al gobierno del Estado
en términos de gobernabilidad y al jefe del Ejecutivo, en cuanto a su cada vez
más disminuida popularidad. Ha sido noticia nacional, el mal trato, la
humillación y la falta de recursos para mantener un programa populista que en
nada ayuda a reducir los índices de pobreza y pobreza extrema en Chiapas; por
el contrario, la acentúa de manera alarmante.
El argumento
fácil para contrarrestar la indignación por la falta de sensibilidad oficial
frente a las ofensas contra las mujeres, ha sido la falta de organización. Ello
es una verdad a medias; detrás hay una planeada indiferencia que tiene el claro
objetivo de denigrar a la mujer por su condición, pero también, para
arrastrarlas a la desesperación colectiva y, llegado el momento electoral,
surja el mesías revestido de la falsa compasión por los más necesitados.
Es claro que
a la par de la indolencia con que se trata a las mujeres, está la incompetencia
de los colaboradores del gobernador y el descontrol que éste tiene sobre sus
subalternos.
Ello ha
provocado, aparte de la indignación generalizada, reacciones violentas en el
mismo lugar a donde el mandatario se presenta para entregar lo que se considera
una limosna. En uno de tantos videos que circulan en las redes sociales, las mujeres
afectadas, le confrontan, no como al encargado de la institución que
representa, sino como a un auténtico repudiado.
Es grave,
pero al mismo tiempo, vergonzante que al jefe del Ejecutivo, mujeres enojadas,
se dirijan a éste con epítetos irreproducibles, majaderías impensables y las
consabidas mentadas de madre, que al final, desnudan la debilidad
institucional, evidencian el hartazgo y ponen en riesgo valores tradicionales
que hoy, son vistos sin el menor de los respetos.
La
humillación no ha consistido solo en obligar a las mujeres a soportar, sol,
lluvia, frío o calor, sino que además, han estado obligadas a soportar los
malos tratos del personal de gobierno encargado de entregar los miserables
recursos financieros.
Y sobre eso,
la cantidad. En otros estados, el “salario rosa” suministrado a jefas de
familia responsables, escila entre los mil 500 y 2 mil 500 pesos mensuales. En
Chiapas, la aportación del gobierno es de escandalosos 300 pesos cada dos
meses, lo que a decir verdad, no alcanza para surtir la despensa para una sola
comida, especialmente si tomamos en cuenta que en las últimas semanas, los
precios del pasaje, los huevos, el aguacate, el limón, la tortilla y otros
insumos básicos, se elevaron drásticamente.
Es en sí, un
apoyo paupérrimo que más se asocia a un insulto y a actos demagógicos,
populistas y patéticamente paternalistas. La extrema pobreza en que viven miles
y miles de chiapanecos, jamás se resolverá con remiendos insustanciales a la
economía familiar. Habrá de resolverse con empleos y la equilibrada repartición
de la riqueza de la entidad.
También será
parte de la solución, el obligado coto a la corrupción y la impunidad, pasando,
necesariamente, por la buena planeación y mejor designación de funcionarios,
hombres y mujeres capaces e inteligentes.
Los abusos y
excesos contra las mujeres que por necesidad acuden a recibir las migajas
gubernamentales, son terribles violaciones a los derechos humanos. Las
prerrogativas internacionales para que las mujeres se desarrollen libre e
independientemente, así como el derecho a un estatus social equitativo y a
llevar una vida digna, han sido desoídas por el gobierno del Estado, cuyos
personeros obligan a ellas, a padecer tratos inhumanos y atentatorios.
Hasta el
pasado fin de semana, todo había quedado en insultos mutuos y bolitas volando
entre el gobernador y sus empleados. Pero tenía que suceder lo que se preveía:
una muerte. Sí, una anciana de 78 años que para tratar de guarnecerse del
calor, se acercó a una alberca vacía en Arriaga, cayendo desde tres metros de
altura. Murió mientras era trasladada a un centro asistencial, casi una hora
después del fatal accidente.
¿Cuántas
mujeres más tendrán que morir para que el mandatario entienda que su asistencia
social trae más problemas que soluciones? ¿Hasta cuándo entenderá que la
pobreza no se combate con más pobreza? Me refiero a la pobreza moral de ese
tipo de eventos, para pretextar el gasto ignominioso de una parte del recurso
público y esconder la “misteriosa” raja más grande.
Inmoralidad,
incompetencia, insensibilidad, indiferencia, incapacidad… Todo es parte del
elemento distractivo, pero también, de la burla y la frivolidad; de la necedad
colectiva de cargar dioses de barro, torpes y majaderos. Parece que con esas
acciones, en lugar de hacer un bien, se está haciendo un mal. Y un mal que
afecta y avergüenza a todos los chiapanecos. Basta ya, de excesos y frivolidades,
de abusos y violaciones. ¿Hasta cuándo, señor gobernador?