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Angel Mario
Ksheratto
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¿Cadáver en el camino? |
Recurre a su
condición de mujer, para denunciar presuntos ataques a su persona; acusa a sus
adversarios, de implementar una guerra sucia en su contra. Sin embargo, su
negro historial en la política chiapaneca, ha sido la base para que diversos
sectores —incluyendo agrupaciones femeniles prestigiosas— critiquen su excesiva
ambición por el poder y los métodos utilizados para mantenerse en cargos de
elección popular, la mayoría, por la fácil vía plurinominal.
Su ascenso
en política, ha estado marcada siempre, por la mentira, el engaño y la
traición. La insensibilidad, ha sido parte de su personalidad, al grado que no
ha tenido empacho en dejar, literalmente hablando, víctimas al lado de su
azaroso camina
María Elena
Orantes López, se inició en política como una muy poco eficiente jefa de prensa
en algunas instituciones públicas, donde aprovechó su entonces atractivo físico
para mantenerse en el cargo, a pesar de sus nulos resultados. Así llegó al
Congreso del Estado, donde aprovechó la estructura de comunicadores en ésa
área, para impulsarse políticamente y alcanzar una curul local.
A las
comilonas del rancho familiar en el municipio de Tapilula, asistían dirigentes
del PRI, funcionarios, diputados, alcaldes, mientras que a los indígenas y
campesinos de la región, convidaba con disminuidas despensas que el gobierno
priísta en turno ofrecía y alegraba con promesas de desarrollo que nunca
llegaron y que en elecciones posteriores, fueron el dolor de cabeza de muchos
candidatos priístas.
Dentro de la
burbuja del poder, utilizó todas sus influencias para llevar a la desgracia a
quienes se oponían a sus intereses; muchas personas que le apoyaron en su
ascenso, quedaron con un palmo en las narices. A la mayoría, cuando ya no
servían a sus ambiciones, vetó en los organismos públicos para no ser
contratados y a otros, simplemente abandonó con un costal de promesas
incumplidas sobre la espalda.
Así, cuando
en el PRI ya no pudo seguir haciendo de las suyas, se cambió de partido. A uno
donde pudiera utilizar sus triquiñuelas para mantenerse en la nómina
presupuestal. De ser la priísta que enderezó campañas de desprestigio contra
los partidos de oposición (cuando existían), pasó a ser una “convencida”
izquierdista pese a que no rompió sus ligas con poderosos líderes del PRI, a
quien rindió, siempre, cuentas de las actividades de la izquierda. Una
infiltrada, pues.
Desde esa
posición, intentó alcanzar la gubernatura como candidata de la “izquierda”,
aliada con líderes del PRI de entonces, aun cuando su oponente, Manuel Velasco,
era candidato de la alianza PVEM-PRI. Nunca levantó como aspirante.
Mientras
Velasco Coello convocaba a miles en cada municipio, María Elena Orantes, apenas
reunía a un centenar de personas, ante quienes presumía incluso, lazos
sanguíneos con López Obrador, Arturo Núñez (gobernador de Tabasco) y fuertes
lazos de amistad con Miguel Ángel Osorio Chong, Enrique Peña Nieto y Manlio
Fabio Beltrones, por citar a unos cuantos.
De regreso
de un desangelado acto proselitista en Tapachula y Huixtla, en una soleada
tarde, sobrevino la desgracia… No para ella, sino para un ciudadano, o quizá
ciudadana. La rapidez del percance, no permitió distinguir el sexo de la
víctima, en virtud de llevar ésta, el pelo largo.
La camioneta
blanca, blindada, en la que la candidata Orantes López se conducía, topó en el
camellón central de la autopista, en un intento del chofer por evitar el choque
frontal con quien conducía una moto y que trató de pasar del carril de baja
velocidad, al de alta. El cuerpo de la víctima, pasó volando sobre la
camioneta, mientras la moto, se arrastró sobre la cinta asfáltica, varios
metros.
El chofer de
la candidata, un militar retirado, frenó e intentó estacionarse, para verificar
los daños y, probablemente, para auxiliar a la víctima. «¡No, no, no, no! ¡Ni madres, no te pares,
que se chingue por pendejo…!»,
ordenó la señora Orantes. Acostumbrado a cumplir órdenes superiores, el
conductor siguió manejando, dejando tirada a la víctima, del que no se supo
nada más.
¿Murió aquel
hombre o mujer en el instante? ¿Quedó gravemente herido? ¿Vive en una silla de
ruedas? ¿Qué es de su familia? ¿Quién pagó sus curaciones? ¿Recuerda María
Elena ese accidente? ¿Buscó a los familiares de la víctima para ayudarles? ¿Investigaron
las autoridades?
Ese episodio
la pinta de cuerpo entero y, por supuesto, la descalifica para cualquier otro
cargo de elección popular. No es una política sensible, confiable, humanista.
Es, eso sí, oportunista y demagoga, una mujer a quien no le importa dejar
víctimas en el camino, con tal de alcanzar propósitos meramente personales y no
logros para la sociedad.
Y que no
salga con que son campañas sucias en su contra; son hechos que la desmeritan
como política y por ende, como mujer con aspiraciones que no le corresponden.