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Angel Mario
Ksheratto
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¿Berrinche de chamaco malcriado? |
La
construcción de la alianza PVEM, PMC, CU, PANAL y PRI, no parece un esfuerzo
real para unificar criterios, presentar un candidato de unidad y evitar la
mayor confrontación política de los últimos años; todo apunta a “reventar” la
inaceptable intromisión del presidente Enrique Peña Nieto, en una elección que,
en teoría, solo corresponde a los chiapanecos.
La discusión
se centra en el método para elegir a quien represente a esa extraña coalición
de egos e intereses personales. El PRI, cuyo dirigente estatal ha incurrido en
absurdos políticos de antología, sostiene que a pesar de la participación de
otros partidos, solo habrá un precandidato: Roberto Albores Gleason, a quien
los propios priístas acusan de carecer de liderazgo y compromiso partidista.
Enfrente, el
PVEM, tiene posibilidades de presentar tres precandidaturas: Eduardo Ramírez Aguilar,
Luis Armando Melgar Bravo y Fernando Castellanos. Éste último, bajo la lupa
social por la ola de crímenes que asuelan a la capital y que no ha podido
frenar, precisamente, por invertir su tiempo en buscar una candidatura, y no en
gobernar como es debido.
Por otro
lado, el PMC, ha anunciado oficialmente que Enoc Hernández Cruz, líder de esa
organización, buscará ser el candidato de la alianza, adelantando (el mismo
Hernández Cruz), que pugnarán por un método efectivo y democrático, o como
dijeran los del Verde, “piso parejo”. De concretarse esa exigencia, las
posibilidades de Albores Gleason de ser el abanderado, disminuyen
considerablemente.
Todo ha
generado incertidumbre y ríos de noticias falsas que han contribuido a
ennegrecer aún más, el escenario donde se mueven títeres del mismo “gran
manipulador” que ante todo, busca allanar una retirada libre de persecuciones e
investigaciones que podrían poner en riesgo su libertad. No hay, hasta éste día
una sola certeza que garantice un proceso limpio, libre de intromisiones,
imposiciones y actos que vulneren la destartalada “democracia” que en sí, solo
ha sido objeto de propaganda, pero nunca, de una verdadera participación plural
de los chiapanecos.
Lo único que
queda perfectamente claro es el intento por imponer, otra vez, gobernador en
Chiapas. Históricamente, no le ha hecho ningún bien al estado ese tipo de
imposiciones. La corrupción y la impunidad, han sido hijos de esa práctica que
en el fondo, solo beneficia a los benefactores de políticos mediocres que han
aceptado ese cargo.
En la
intentona de “alianza” de cinco partidos, hay más divisionismo que interés para
unificar a los chiapanecos. Es, una vez más, faramalla, simulación y engaño
oficial para cubrir los excesos y yerros que tienen al estado en condiciones
deplorables.
Para muchos,
el desesperado grito de Eduardo Ramírez Aguilar, en torno a la imposición
centralista encabezada por Enrique Peña Nieto, Aurelio Nuño y José Meade
Kuribreña, es protagonismo puro; y sí, lo es. Pero de una u otra forma, alerta
sobre un tema que debería preocuparnos y preocuparnos en serio: la injerencia
del gobierno federal en decisiones que solo competen a los chiapanecos, que es
nociva y debe ser, de inmediato, frenada.
No es que se
trate de defender a un político ligado al cuestionado gobierno de Manuel
Velasco, sino de reflexionar sobre un asunto que nos ha hecho daño moral,
social, financiero y político desde hace muchas décadas.
Puede ser
que ERA solo esté aprovechando la coyuntura y puede ser, además, que por ser el
delfín de MVC, carezca de solvencia moral para encabezar un movimiento en pro
de la dignidad de los chiapanecos, pero lo que no se le puede negar es que
tiene razón.
La decisión
de elegir candidatos al gobierno, es exclusividad de los chiapanecos; es
determinación autónoma escoger a quien deba gobernar al estado. Ahí la
importancia de meditar y buscar formas más efectivas y contundentes para evitar
que desde el centro y con la complicidad del gobernador en turno, se impongan
gobernantes que hasta hoy, solo han llegado a saquear las arcas públicas.
Peor aún: La
“juniorcracia” (casta de gobernantes hijos, nietos o sobrinos de anteriores
gobernantes), solo ha significado retrocesos, desgaste, corrupción, impunidad,
caos, desastre. La generación de jóvenes que alguna vez fueron esperanza para
desplazar a viejos, anquilosados y mañosos políticos de la vieja guardia, ha
mostrado con eficacia, su incapacidad para gobernar y cambiar al país.
Todo, porque
aquí, no se nos ha permitido elegir a un ciudadano capaz, maduro, honrado,
comprometido con los chiapanecos. Veamos ésta elección; no hay un solo
candidato que no dependa del actual mandatario. En esas condiciones, habrá de
votarse por el menos corrupto, por el menos sinvergüenza. Eso es grave.
A Eduardo
Ramírez, hay que tomarle la palabra; y decirle que su movimiento por la
dignidad, podría florecer si a la par, se compromete a terminar, de una vez por
todas, con viejas formas de hacer política. Lo contrario, solo será visto como
un berrinche de chamaquito malcriado.