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Angel Mario
Ksheratto
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Vanidades, alimento de la indiferencia. |
No debería
ser tema para una columna política… Pero lo es, en virtud de las implicaciones,
resultados, escándalos y, por supuesto, el superfluo pero exagerado gasto que afecta
aún más a las disminuidas arcas estatales. Se trata de la otrora magnífica “Feria
Chiapas”, evento que perdió lucimiento y tradicionalidad, desde cuando su
organización se dejó en manos inexpertas y se convirtió en negocio de funcionarios
en turno.
Pese a ser
llamada “la feria del pueblo”, es ésta, lo más lejano al esparcimiento familiar
accesible, económicamente hablando. Los altos precios de los servicios dentro
de la zona donde se celebra, son justificados por los mismos comerciantes,
quienes acusan a los organizadores de cobrar excesivos pagos por renta y a las
autoridades municipales, de elevar los impuestos, injustificada y
descaradamente.
De esa
forma, una familia de cinco miembros, queda impedida de acudir, en virtud del
enorme gasto que le significa. En algunos establecimientos, por ejemplo, un
taco normal que en cualquier taquería de la ciudad cuesta diez pesos, en la
referida feria, puede llegar a costar veinte, sin contar con el pago de
refrescos (que a veces cuestan hasta 35 pesos) y la propina que ahí, es obligatoria.
El raquítico
presupuesto de los chiapanecos, no da para esos lujos. Y solo estamos hablando
de comida. Los juegos mecánicos, chucherías y alguna cháchara que se antoje, así
como el pago de parqueo o los pasajes del centro de la ciudad hasta las
instalaciones fiesteras, quedarían totalmente fuera del alcance de un
trabajador que quisiese ir a divertirse un rato.
En lo
tocante al contenido, no hace falta decir que las costumbres y tradiciones
chiapanecas, están totalmente ausentes. La creación de ese evento fue,
precisamente, para compartir y difundir los valores regionales que hacen único
al estado de Chiapas. ¿Desde cuándo no se ve un concierto de marimba en la
feria?
Se ha optado
por traer artistas cuyos emolumentos son millonarios y que no aportan más que
una ominosa transculturización, que arrastra a los jóvenes y niños a la peligrosa
inclinación al consumo de drogas o les enseña el camino a la delincuencia organizada.
Lejos están aquellas coloridas presentaciones de ballets folklóricos que
resaltaban nuestra rica cultura, hoy sometida al capricho de unos cuantos.
La erogación
para llenar al público de música basura, no es baja; es cuantiosa. Muchos de
los “artistas” contratados, pertenecen a una de las dos grandes televisoras y
basados en ello, se llevan onerosas cantidades de dinero que bien podría
utilizarse para obras colectivas realmente necesarias.
Existió la
posibilidad que éste año, el evento se suspendiera; había razones de peso y
fondo para no llevarla a cabo: las víctimas del terremoto, la crisis económica,
las impagables deudas del gobierno con proveedores y prestadores de servicios,
la urgencia de reconstruir a Chiapas, los gastos electorales…
Pero no se
detuvieron; Es evidente que el respeto y el luto por la tragedia, del 7 de
septiembre pasado, solo fue lagrimeo de cocodrilo. Hipocresía pura que revela
la indiferencia e insensibilidad del gobierno frente a las víctimas de la
contingencia.
Han
preferido “invertir” en una feria que está siendo un fracaso, que dotar de
medicamentos a los hospitales, clínicas y centros de salud, donde los enfermos,
si no tienen para sus medicinas, mueren irremediablemente. Han gastado en una
fiesta pueril y no en la reparación de cientos de escuela que un día de tantos,
caerán sobre desprevenidos alumnos.
La
irresponsabilidad, de la mano de la indiferencia, están haciendo de la actual
administración, una de las peores que ha tenido Chiapas en mucho tiempo.
Cualquier gobierno con un ápice de sensibilidad y un poquito de moral pública,
hubiese cancelado esa feria, que no ha sido otra cosa que fuente de malas
noticias y escándalos que van de los excesos en los cobros, hasta los sexuales
y los espectáculos no controlados.
Es
lamentable que no se escuche ni atienda al pueblo; ello convierte al gobierno
en un ente sin solvencia moral, credibilidad y afecto de los gobernados. Y pone
en riesgo los pocos logros que pudieron haberse alcanzado, si es que se buscó
el bienestar del pueblo.
Finalmente
hay que decir que el pan y circo habitual con que se seducía a las masas, ahora
es solo circo porque pan, no hay en ninguna parte. El desempleo, los despidos
de trabajadores y los salarios de hambre, hacen imposible que llegue pan a las
mesas de los chiapanecos. Por eso, contra todo y contra todos, se optó por el
circo. ¡Gran pena!