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Angel Mario
Ksheratto
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¿Cometerá el Senado una aberración más? |
La memoria
de los hombres ilustres del país, caída en desgracia y llevada a la
comercialización, bajo argumentos insípidos y prácticas arcaicas, como cuando
el anquilosado PRI, decidía a su antojo el destino de los mexicanos. Desde hace
dos sexenios y lo que va del actual, la cultura, el arte, la literatura y la
ciencia, se han abaratado escandalosamente, de tal forma que desde entonces,
muy pocos intelectuales han sido honrados con las preseas de honor a que, por
su trabajo, tienen derecho.
El mérito
dedicado a quienes consagran su tiempo a las bellas artes y la ciencia, ha sido
entregado, inmerecidamente, a industriales, empresarios, banqueros y toda clase
de personajes que lo menos que hacen en su vida, es leer y menos, cultivar las
ramas que mantienen viva la inteligencia del pueblo.
Es de
entender que las nuevas generaciones de políticos, manchen el legado histórico
de los hombres y mujeres que, como Belisario Domínguez Palencia, han dado su
vida por un México mejor. También es entendible que la Medalla que lleva el
nombre del prócer de la libertad de expresión, se entregue a acaudalados protagonistas
del comercio, puesto que tienen los recursos para hacerse ingresar a terrenos
que les son impropios, cuyo pago, se efectúa en especie, llegado el momento de
elecciones.
Ello explica
por qué, nombres como el de Carlos Slim, el multimillonario empresario de las
telecomunicaciones, aparezca como viable para recibir el mérito de dicha
medalla. ¿En qué ha contribuido a la cultura de México? ¡Ah, donó unas cuantas
bibliotecas! También ha adquirido multimillonarias obras de arte de pintores y
escultores mundialmente famosos… Pero a los artistas locales y de poco nombre,
les regatea los precios para revender sus obras a costos estratosféricos.
¿Merece —el
hombre que estafa a millones a través de sus empresas de telefonía— recibir la
Medalla “Belisario Domínguez? ¿Debe —la más alta representación del pueblo
mexicano— otorgar tan ilustrísima distinción a quien explota a la clase
trabajadora del país?
Otra propuesta
que ha causado polémica, es la de Kate del Castillo, una veterana actriz de
televisión que, en los últimos años, se ha visto envuelta en líos judiciales,
derivados de su probable cercanía con jefes del crimen organizado. ¿Es arte
exaltar actividades ilegales? Puede ser que tenga sus virtudes, pero no se
acercan, para nada, al séptimo arte, si destacamos que éste, debe cubrir
requisitos rigurosos que le dan prestigio a la cinematografía.
Los
fanáticos del fallecido cantante Juan Gabriel, se cuentan por millones. Hasta
en el público joven, sus canciones siguen cautivando. Los sentimientos que
provocan sus composiciones, compactan y doblegan a las masas humanas en torno a
reacciones emocionales. Es, sin duda —la cultura popular que impulsó el “Divo de
Juárez”—, una manifestación espontánea, libre y rica en tradiciones, costumbres
y ritos e incluso, regionalismos… de amor y desamor, para ubicarnos en su
habilidad cantora y en la necesidad de desahogo de cada quien.
Sin embargo,
el reglamento mismo de dicha Medalla, le limita. Dice el artículo octavo de
ésta que habrá de entregarse solo a aquellos mexicanos y mexicanas “que se
hayan distinguido por su ciencia y su virtud, en grado eminente, como
servidores de nuestra patria o de la humanidad.” Usted juzgue.
La Medalla
en cuestión, históricamente, ha tenido entre los galardonados, a grandes
figuras de la arquitectura, las ciencias, la pintura, la literatura, danza, la
escultura, la filantropía, la diplomacia. Incluir como “candidatos” a quienes
no reúnen los méritos, es comercializar la memoria de Belisario Domínguez.
Sería
imperdonable que éste año, por intereses mezquinos y por recurrencia a las
viejas prácticas priístas, se entregue el galardón a quien no lo merezca. Las
reglas son claras, pero la voluntad senatorial, parece estar al mejor postor y
ello, pone en riesgo el honor y mérito de un galardón ciertamente codiciado,
pero no por ello, en subasta.
Tales
propuestas no deberían siquiera llegar a la Comisión de dicha Medalla y menos,
al Pleno; quien quiera que haya hecho tan disparatados planteamientos, por
respeto a sí mismo y al ilustre comiteco, debería retirarlos en virtud de su
pobreza de argumentos y razones. Ojalá y el Senado de la República, pero
principalmente la Comisión para ese encargo, no atente contra la
intelectualidad mexicana. Esperemos que tal brutalidad, no engorde su ya de por
sí detestable imagen pública.