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Elecciones bajo control

Artículo Único

Angel Mario Ksheratto


El órgano electoral, bajo la tutela gubernamental.
Los más optimistas no tienen grandes ni buenas expectativas con respecto al año electoral que inició el sábado pasado; el sistema partidista, que por décadas se constituyó en el eje de los procesos de elecciones, terminó debilitado, caduco y bajo signos de desconfianza demoledores, principalmente porque de ahí salieron los grandes saqueadores de la escasa riqueza financiera del país, y porque las decisiones que los políticos —tradicionales y emergentes— han tomado, han sido desastrosas y totalmente erradas.
Un reflejo que confirma lo anterior, es la crisis interna de todos los partidos políticos, cuya lucha es entre cúpulas y personajes del mismo color. No es que tales instituciones sean templos para el debate democrático y la discusión franca y abierta a favor de los mexicanos, sino porque han convertido sus siglas en cantinas de barrio, donde chocan por intereses económicos, fundamentados éstos, en la corrupción, la avaricia, la ambición y la impunidad.
No hace falta revisar exhaustivamente el interior de los partidos políticos, para descubrir la podredumbre en que se remueven dirigentes y personalidades que han marcado su propio pasado, con acciones deplorables, actos que los descalifican para ser tomados en cuenta a la hora del sufragio.
El nivel de desconfianza hacia éstos, ha abierto puertas a fenómenos políticos que tampoco afianzan el futuro inmediato electoral en México, dada la incertidumbre que generan las otrora respetables instituciones (tómese éste como la primer deformación del anquilosado sistema de partidos), y la descomposición social que, conforme pasen las semanas y los meses de éste agitado año, irá en preocupante crecimiento.
Otro de los fenómenos dentro del proceso electoral, es el surgimiento de candidatos independientes a diferentes cargos de elección popular. Es una “modalidad” nueva, sí, pero tampoco es garantía de un cambio profundo para un país que ha constreñido su vida cotidiana, al capricho de un puñado de políticos ambiciosos, perversos y corruptos.
No son, éstas, la panacea; en primer lugar, porque muchos de los “independientes” que aspiran a alcanzar el poder político mediante el voto popular, han salido de los partidos caídos en desuso práctico, desgracia moral y debacle social. No son redimidos de nada; su arrepentimiento lo han expresado con más soberbia y menos sobriedad discursiva. Ejemplo de lo que leen lo podemos constatar todos los días y a cada rato.
Esto va a tener como consecuencia, el fortalecimiento de un fenómeno al que estamos acostumbrados, pero que en las próximas elecciones, será mucho más notorio y contundente: el abstencionismo.
Y es que el nivel moral de quienes hasta ahora han inscrito sus nombres para ser candidatos independientes, no alcanza para motivar la participación ciudadana; por el contrario, demerita al proceso y pone en evidencia la total carencia de valores y principios que deberían estar presentes a la hora de elegir. Como siempre, se tendrá que votar por el menos malo y no por el mejor de todos.
En esas circunstancias, no hay una sola garantía de tener, a partir del año 2018, autoridades moralmente calificadas para revertir los efectos de las recurrentes crisis que tienen a México en condiciones lamentables. Si hablamos de la presidencia de la república, los que aspiran a sentarse en la principal silla de Los Pinos, han dado claras muestras de incapacidad, ineptitud y ambiciones personales más allá del interés meramente público.
Y si hablamos de Chiapas, las cosas no están mejores, ni por asomo. La enorme cantidad de personajes en busca de la nominación y el posterior voto, no significa democracia ni interés genuino de participación política moderada e inteligente. Hasta ahora, no hay un opositor —para empezar— que esté posicionado, para siquiera servir de contrapeso a las aspiraciones de continuismo.
Todos son o amigos, o compadres, o correligionarios o subalternos del gobernador, aun así militen en el partido más recalcitrante y extremista: MORENA. El acaparamiento totalitario de posibles candidatos, no es un ingenioso juego de espejos que permita ver con claridad las intenciones de quien tiene la batuta electoral, sino el reflejo de la falta de capacidades autónomas y comprometidas con Chiapas.

El excesivo control de aspiraciones y aspirantes, es una amenaza para la incipiente democracia y un signo inequívoco que en la entidad, se va en franco retroceso en materia electoral. Ello complica más el panorama y advierte una campaña lejos de libertades y derechos. Ojalá, esté equivocado.

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