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Angel Mario
Ksheratto
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Los partidos políticos, desechados por la sociedad. |
Es un hecho
que en Chiapas, no estamos preparados para las candidaturas ciudadanas,
independientes. Son una especie de tabú por razones que van desde el
paternalismo político, hasta la desconfianza fundamentada en el oportunismo de
quienes ven en la administración pública, la veta para enriquecerse a
expensas
de los pobres.
Por ello,
muchos ciudadanos de buena fe —que hay uno que otro que otro por ahí— están
intentando posicionarse bajo siglas partidistas, aunque la verdad, los
demerita, en virtud de la mala fama de los partidos políticos. Los hay —y lo
sabemos con certeza— partidos cínicos y perdonadores, liderados por caciques
bondadosos que convierten a ladrones en santos. Y partidos que aceptan y
promueven a sinvergüenzas, en medio de baños de pureza y aparente dignidad.
Hace una
semana, una de mis predilectas amigas, Yadira, me llamó para invitarme a cenar
con un ciudadano —empresario él— con ciertas inquietudes políticas. No le
conocía; jamás había escuchado una sola mención de su nombre. Acepté y un día
antes de la cita, la señorita Bermúdez, me llamó para confirmar la reunión. Fui
con cierta desconfianza. Uno nunca sabe.
Coincidimos
en la entrada del restaurante (del que tampoco había oído mencionar) y nos
cedimos el paso en la estrecha puerta. Decidimos entonces, que yo entrase por
la rampa para discapacitados y él, por las gradas. Pregunté por reservaciones y
no estaba ni su nombre, ni el de su encargada de imagen ni el de mi amiga. La capitana
de meseros me vio de pies a cabeza y sugirió entrar a ver entre las mesas a ver
si les veía.
Entre los
comensales vi a gente vestida con ropa de marca; llevaba yo, una camisa
adquirida en La Mesilla, de esas que cuestan 80 pesos; “me van a echar”, pensé.
La señorita que acompañaba al hombre con quien nos cedimos el paso a la
entrada, caminó hacia mí y le pregunté: “¿De Víctor Albores?”. Sonrió
amablemente y dijo que sí.
El tal, era
un hombre con aspecto de parco; pero sonrió francamente al verme. Saludó y nos
sentamos frente a frente. Vestía de manera sencilla, contra el protocolo que,
pensé, exigía el exclusivo restaurante. Ya saben, de esos a los que solo entran
figurones con paga, aunque sin cerebro. De hecho, en la mesa contigua, cuatro
elegantes damas peleaban como dementes por quién sabe que asuntos, de tal
manera que distraían nuestra conversación.
El chaval
Albores (digo, a mis 53 años, hasta Javier López, Chabelo, es un bebé), no era
precisamente un chamaco; centradito y con un lenguaje pulcro —hasta que
entrados en confianza, nos instamos a ser directos y derechos—, se abrió de
capa y confesó que su intención era participar en la contienda electoral del
2018. Como candidato al Senado por MORENA.
En ese
partido todos se están peleando la nominación para la candidatura a la
gubernatura. ¡Ignoran que hay puestos para el Senado, las diputaciones
federales, escaños locales, alcaldías y regidurías! Pero en fin, muchos, al
final, habrán de conformarse con las migajas que se digne otorgarles el supremo
caudillo.
El cuento
iba en que Víctor Albores, se explayó en sus inquietudes, la mayoría, alejadas
de pretensiones políticas y sí, apegadas a lo que cualquier ciudadano
esperaría. Una educación de excelencia, para empezar. Es él, dueño de una
universidad particular. Le reclamé la poca calidad y excelencia de las universidades
privadas. “Son una mierda”, le expuse. Y lo admitió. Me dio pauta para pensar
que estaba frente a un tipo autocrítico. Era un avance.
La plática
se alargó, de tal manera que en los minutos últimos, Víctor Albores quedaba
totalmente ido de la realidad, viendo hacia el fondo del restaurante; asumí que
tenía otros compromisos —o que ya le había fastidiado mi presencia— y me
despedí.
Me quedé con
la idea que en Chiapas, hay gente realmente interesada en cambiar las cosas.
Puede que Víctor Albores haya sido honesto o puede que sea un oportunista más,
pero deja la sensación que todos tenemos la responsabilidad de desechar a
políticos corruptos y optar por nuevas caras, nuevos esquemas, nuevas
propuestas.
La idea es
escuchar nuevas voces; propuestas distintas al griterío de los chamacos que hoy
creen ser la salvación del infierno. Es posible que estén equivocados, pero es
también, posible que sean la solución al problema en que la “generación del
cambio”, nos ha metido. Puede ser que sean quienes nos salven de discursos
estúpidos que aparentan lo que nunca será.
Fue una cena
en la que ni Víctor ni Angélica ni Yadira ni yo, teníamos idea que sería una
reunión que movió ideas… No metería las manos al fuego por éste hombre, pero
podría, como muchos otros, aportar algo bueno a Chiapas.