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Angel Mario
Ksheratto
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Candidatos en el EDOMEX, piezas de ajedrez para el 2018. |
Los procesos
electorales suelen desatar las más profundas pasiones en los actores políticos;
ello es comprensible. Válido. Y mucho más, cuando en la disputa por los
resultados, se recurre a la sensatez y se adorna ésta, con pruebas
irrefutables, pero además, se busca el mínimo acercamiento a la ley. Eso no ha
ocurrido con los resultados electorales del pasado domingo, principalmente en
los comicios del Estado de México, el pastel que todos querían deglutir
En las más
diversas mesas de discusión que se instalaron para analizar lo ocurrido,
ausente estuvo la inteligencia y el buen discurso político. Los que lo hicieron
por separado, en solitario, tampoco estuvieron a la altura, asemejando su
perorata a la de los prepotentes Donald Trump y Nicolás Maduro: irascibles,
pendencieros, amenazantes, testarudos, prepotentes, torpes.
Independientemente
de los resultados en las urnas (que para efectos de democracia no nos arrojan
ninguna esperanza para el 2018), la postura de los usufructuarios del sistema
partidista, dibuja un panorama de confrontación sistemática que robustece la
desconfianza en las instituciones —incluidos los partidos políticos, por
supuesto— y adelanta un abstencionismo, no solo en las urnas, sino en la
actividad política como tal.
Los alegatos
que se desencadenaron desde el proceso de elecciones en los estados donde se
eligieron gobernadores, alcaldes y diputados, se centran en acusaciones
improbables e injurias insostenibles.
Es decir, el
debate se empobreció de tal forma que solo los fanáticos extremos y los de más
bajo criterio, se lo creyeron. En una televisora, Ricardo Anaya, Enrique Ochoa
y Alejandra Barrales, montaron el show de sus vidas. Insípidos, ignorantes,
picapleitos; nos hizo recordar los montajes de algunos payasos callejeros.
Pleito insustancial que pone al oficio político en duda absoluta.
En otros
foros, el litigio de ideas vagas tampoco fue convincente, por más que los
moderadores intentaban sacar del fango discursivo a los invitados. Es la
calidad de debate. Es la falta de propuestas y la carencia arbitraria de
argumentos para acusar y defender. El tenor es el mismo; los insultos, igual.
Nada novedoso que adelante un 2018 competitivo política y socialmente hablando.
Las estrategias resultaron ser estratagemas mal aprovechadas.
Así, vimos a
un AMLO divorciado de su tradicional amargura y frustración personal.
Sonriente. Feliz. Dio siempre la impresión que la derrota de su candidata en el
EDOMEX, era la cereza de su pastel para las elecciones presidenciales que se
avecinan. El más feliz por el triunfo del PRI, parecía ser él. Lo burdo, lo ruin…
El cascajo de la política mexicana flotando en el ambiente de una elección que
terminó siendo lo que se preveía: un cochinero en el que participaron todos los
partidos políticos.
Al PRI no le
convenía ganar porque perdiendo, ataría las manos a López Obrador; a AMLO,
tampoco le interesaba ganar porque ganando, sujetaba el resultado de las
elecciones presidenciales a la exigencia democrática de una alternancia
fallida. Los demás (PAN, PRD, PT y PVEM), esquiroles de poca monta que, junto
con la candidata de MORENA, solo fueron los peones de un juego de mesa planeado
para cotejar estrategias, no para gobernar.
El resultado
final no es quien gobernará el EDOMEX o Nayarit o Coahuila, ni que partidos se
reposicionaron en Veracruz. El resultado es de una pérdida sustancial en cuanto
a credibilidad y confianza en el sistema de partidos. El resultado es que
éstos, los partidos, tienen usurpadores, no dirigentes. Y son éstos quienes
determinan el rumbo de un país a la deriva. Grave para una sociedad que
empezaba a creer en las instituciones electorales y políticas.
Ello se
puede corroborar con un dato simple que ha estado ahí, a la vista de todos: los
candidatos independientes. Sin recursos, sin prerrogativas, sin casi hacer
campañas de proselitismo, alcanzaron un respetable número de votos. Incluso,
sacaron más votos que algunos candidatos con partido registrado. Que fueron satélites
para distraer votos de unos y otros, cierto, pero acapararon la atención de los
votantes.
Debemos
insistir en que el sistema partidista mexicano, está podrido. Empuercao, como
dirían en la costa de Chiapas. Si hemos de hablar de ganadores y perdedores en
las elecciones del domingo reciente, debemos decir, sin tapujos, que ganó la
antidemocracia. Ganó la mafia del poder, esa mafia a la que pertenecen incluso,
sus detractores. Ganó la ambición por el poder; ganaron quienes quieren ver a
México en su ancestral atraso. Ganaron los que solo quieren el poder para
enriquecerse a costa de los mexicanos… Y perdió México y su incipiente
democracia.