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Angel Matio
Ksheratto
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Ruiz Ortiz, "benefactor" de grupúsculos abyectos. |
“Amparado” —ante
la posibilidad de un arresto bajo la acusación de crímenes de lesa humanidad—,
el exgobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz Ortiz, se presentó a un evento de poca
trascendencia en la capital chiapaneca, a invitación de un grupo de priístas anquilosados,
a quienes por su turbio pasado, muy poco toman en cuenta en el vetusto partido,
cuya moral se debate entre escombros y ruinas.
Ulises Ruiz
es sinónimo de traición, violencia, corrupción y crímenes. El número de
muertos, desaparecidos y encarcelados durante el periodo que gobernó a su natal
Oaxaca, es hasta hoy, incuantificable. La tiranía con que administró a ese
estado, solo puede ser comparada con la que casi paralelamente, ejerció Pablo
Abner Salazar en Chiapas.
Campesinos,
maestros, estudiantes, obreros, amas de casa… Todos fueron víctimas de su
irracionalidad. De hecho, estudios médicos serios, revelaron que el ahora “benefactor”
de los priístas desplazados, padecía esquizofrenia crónica, además de delirios
varios que le obligaban a tomar decisiones violentas contra sus adversarios, a
muchos de los cuales, según testimoniales de algunas víctimas, torturó
personalmente.
Las
investigaciones federales en su contra, sin embargo, fueron frenadas en su
momento por el exlíder nacional del PRI, Humberto Moreira, a quien autoridades
españolas retuvieron unos días bajo cargos relacionados con el crimen
organizado.
No obstante,
en dependencias de alto nivel, se mantiene una investigación de bajo perfil por
posible desvió de fondos públicos en el área de salud, de donde, se presume,
pudo haber sustraído millonarias cantidades para construir un complejo médico
particular en la Ciudad de México, propiedad de la madre y esposa de Ruiz Ortiz.
Solo en ese
rubro, el exgobernador oaxaqueño desfalcó al gobierno Federal por poco más de
siete mil millones de pesos, delitos por los que la Secretaría de la Función Pública
y la Procuraduría General de la República, mantienen una abierta una carpeta de
investigación, razón por la que, dadas sus relaciones con el Poder Judicial de
la Federación, ha logrado un amparo, ante la posibilidad de un eventual
arresto.
Así llegó a
Chiapas. El “amparo” en su bolsa, no le sirvió para protegerse de un grupo de
maestros que lo persiguió hasta que hubo de buscar refugio. La “calidad moral”
con que en los últimos meses se ha presentado el corrupto exdictador del vecino
estado, no ha sido suficiente para lavar su imagen, una que por cierto, es muy parecida
a la de sus correligionarios que le invitaron a un estado donde su partido, no
pasa por los mejores momentos. Los personeros del viejo y prepotente PRI, que
buscan atrincherarse en lo más vil y sucio del partido, para alcanzar prebendas
diversas.
Las
reiteradas violaciones a los derechos humanos mediante desapariciones forzadas,
encarcelamientos injustificados y bestiales torturas, marcaron la
administración del que hoy, se alza como el baluarte de la democracia interna
de un partido con serios problemas de credibilidad y confianza. ¿Cómo confiar
en quien es acusado de haber ordenado la masacre de maestros rebeldes a sus
dictados?
Da la
impresión que la facción del priismo desorientado que le trajo a la entidad,
quiere enviar un tenebroso mensaje: no interesa a sus integrantes Chiapas como
estado, sino como botín, lo cual desfigura sus pretensiones electorales, que es
lo que se ve a leguas. Confirman con ello que solo buscan los recursos
financieros para enriquecerse, no para lograr el desarrollo del estado más
empobrecido y marginado del país.
Hay “sumas
que restan”, decían los viejos políticos mexicanos y éste, es un caso típico.
Ulises Ruiz, no solo resta, sino que es en sí, un mensaje de terror que debe
alertar a los chiapanecos para no caer, otra vez, en manos de grupos
minoritarios que intentan socavar las pocas estructuras que aún quedan en el
estado.
La presencia
de un político de la talla de Ruiz Ortiz en Chiapas, es señal que un grupo de
priístas, lisiados políticamente hablando, le apuestan al continuismo de la
corrupción, del saqueo y la violencia institucional contra quienes quieren un
cambio de verdad, contra quienes luchan porque se erradique la corrupción y la
impunidad.
Sobre el
exgobernador de Oaxaca, pesan serias y graves acusaciones; abrirle espacios es
otorgarle impunidad. Es dar la espalda, no solo a los millones de oaxaqueños
agraviados, sino a todos los mexicanos, principalmente a los chiapanecos.
Chiapas no debe ser paraíso de corruptos y asesinos.