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Angel Mario
Ksheratto
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Vestido de naranja, el primer color del uniforme de Jaguares. |
El descenso
de un equipo de fútbol que jamás representó al estado, ha sido motivo para que
personeros de la administración que lo trajo a Chiapas —a costa de la vida de 34
niños en Comitán—, lancen cualquier cantidad de epítetos y defiendan lo
indefendible. Sin más argumento que la injuria, los abogados del equipo
Jaguares, pretenden buscar culpables de un fracaso anunciado, que se germinó en
la soberbia de un dictador desalmado, inhumano y perverso que sembró desde
entonces, la semilla de la indiferencia, el odio y el rencor.
¿Ignoran
acaso que el gobierno de Pablo Abner Salazar, desoyó deliberadamente los
angustiosos gritos de auxilio en el hospital Regional de Comitán, mediante los
cuales se pedía ayuda para evitar la muerte de los infantes? Si ese es el caso,
menester es recordar que el entonces dictador, prefirió desviar recursos
destinados a salud y emergencias para pagar la franquicia de ese equipo, que
enviar la ayuda requerida a los moribundos.
La mayoría
de los bebés internados en ese nosocomio, murieron por asfixia, sepsis y enterocolitis,
entre otras causas, derivadas de una severa insuficiencia respiratoria. El
director de dicho centro asistencial de ésa época, Raúl Belmonte Martínez,
denunció públicamente que ante la ineficiencia del sector salud en los
municipios cercanos a Comitán, todos los enfermos eran canalizados a ese lugar,
lo que desató brotes epidémicos que fueron reportados a tiempo a las
autoridades de Salud, empero no fueron atendidos.
Más tarde,
algunos de los médicos procesados penalmente por la muerte de los niños, en sus
declaraciones ministeriales, acusaron a quien fungió como secretario de Salud,
Ángel René Estrada Arévalo y al propio Pablo Abner, de haberse negado a
proporcionar respiradores artificiales para salvar a los niños gravemente
enfermos. “De tres respiradores artificiales, solo funcionaba uno cuando
teníamos la emergencia de atender a 53 pacientes”, cuenta uno de los
implicados.
La prioridad
de Abner Salazar, no era salvar la vida de ésos niños, sino adquirir la
franquicia de un equipo de fútbol, al que habría de construirle su propio
estadio, en terrenos arrebatados al magisterio. La inversión final de la compra
de ese equipo, es incuantificable. La danza de cifras es exageradamente movida.
Que fue multimillonaria, es cierto y todo se pagó con dinero malversado, al
grado que algunos alcaldes que se negaron a “contribuir” para tal propósito,
fueron encarcelados o perseguidos.
¿Vale,
entonces, la pena defender lo que desde hace 15 años se constituyó en el
símbolo de la corrupción e indiferencia? ¿Es necesario tener un equipo de
fútbol de primera división a costa de la vida de nuestros niños y niñas? ¿Hay
que sacrificar el real desarrollo de Chiapas por un grupo de deportistas (que
en honor a la verdad, ninguna culpa tienen de la corrupción que los trajo a la
entidad), que no tienen el menor interés por hacer bien lo que les corresponde?
Si revisamos
los resultados del Jaguares, concluiremos que éste, solo era un gasto desproporcionado
e inútil. Los personeros de PASM (“mis ‘sapos’”, les llama él mismo), aseguran
que su estancia en Chiapas, dejaba una “importante derrama económica”.
Totalmente falso. Para la mayoría de partidos, el boletaje era regalado por
diputados, candidatos, funcionarios, diputados y hasta por personajes
opositores. ¿Lo ponían de su bolsa? No. Lo pagaba el gobierno.
A pesar que
un empresario foráneo presumía la propiedad, el gran gasto lo hacía el gobierno
estatal. Luz, agua, boletos, seguridad interna, uso del estadio y estacionamiento
e incluso, hay versiones que, desde que fue traído por el tirano Salazar, la
nómina de jugadores, corría a cargo del gobierno. La constante presencia de
David León Romero, jefe de prensa del PVEM, asesor de la actual administración
y ajonjolí de todos los moles, en las actividades de Jaguares, robustecen la
sospecha que al final, todos los gastos eran del erario.
En esas
circunstancias, Chiapas no necesita de un equipo de fútbol, cuya mediocridad
avergüenza. Tenemos graves y serias carencias. Ahí está la crisis de salud. La privaciones
en educación, las necesidades en los grupos vulnerables; hay muchas cosas en
que invertir a favor del pueblo, no en un equipo deportivo que nunca se ganó el
afecto de la afición.
Desde que
Pablo Abner determinó traerlos a Chiapas, la salud del estado decayó al grado
que hoy, no hay ni gazas ni alcohol en los hospitales. De ahí se derivó la
grave situación hospitalaria. Insistir en tener fútbol profesional, es insultar
la inteligencia de los chiapanecos; es despilfarrar dinero en asuntos insulsos,
mientras la población carece de todo. Ojalá y quienes deban tomar decisiones en
ese sentido, piensen en Chiapas; piensen con la cabeza, no con las patas.