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Angel Mario
Ksheratto
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Hernández Cruz, descanse en paz. Foto tomada de Corresponsalia/Chiapas (http://corresponsaliachiapas.blogspot.com) |
Las
organizaciones campesinas en Chiapas —que tuvieron su auge en las décadas de
los 70’s, 80’s y 90’s—, fueron en gran manera, el catalizador que abrió las puertas
a la movilización social generalizada, pese a las circunstancias de entonces:
gobiernos autoritarios, funcionarios corruptos, políticos prepotentes,
sindicatos cooptados… Fue a través de éstas que muchos grupos sociales
expresaron su malestar primario contra el gobierno priísta, pero fue también
ahí, donde germinaron grupos paramilitares que combatieron a sus propios
hermanos.
La táctica
gubernamental para utilizar a agrupaciones sociales y campesinas en su
beneficio fue sencilla: dotar a sus dirigentes de todo tipo de prebendas y a
sus seguidores, de lo mínimo, para mantener cierto grado de “lealtad” a las
pretensiones de doblegar a las organizaciones combativas. Ejemplos de ello,
abundan.
Muchos
dirigentes de organizaciones, principalmente campesinas, fueron seducidos por
el gobierno para hacer el trabajo sucio. Recordemos a Mario Landeros, al
Jarocho (un líder campesino veracruzano que en Chiapas vivía en la lipidia y en
su estado natal era poseedor de grandes extensiones de tierra); a Manuel Anzaldo
y Juana Palomares, hoy exitosos empresarios hoteleros… Incluso, a los llamados “líderes
históricos” de la CIOAC, cuyas diferencias internas, los tienen hoy en una
disputa a muerte.
Organizaciones
pudientes de la época, sucumbieron a la tentación que el gobierno les puso,
para atacar sin piedad a otras que no tenían pretensiones de alinearse a los
dictados oficiales. La ARIC Unión de Uniones, la Liga de Comunidades Agrarias,
la ANCIEZ, la OCEZ, el MOCRI, la Unión de Ejidos, La UNTA, la CNPA… Todas
tuvieron su momento clave para aliarse al gobernante en turno, constituyéndose,
claro está, en adversarios acérrimos de otros.
Quizá la
organización emblemática dentro de esa estrategia para debilitar a los
verdaderos luchadores sociales, haya sido la UNAL (Unión Nacional Lombardista)
cuyo dirigente, Alfredo del Villar Montes, constituyó un poderoso emporio
familiar que hasta el día de hoy, acapara escaños y cargos de relevancia en la
administración pública, ya no con los apellidos originales, sino como “De León
Villard”.
De ahí, la
historia de muchas de éstas, ha sido constante: traiciones, deserciones,
rupturas, delaciones… La CIOAC, por desgracia, no ha estado exenta de ese tipo de
problemas. El divisionismo le alcanzado más de una vez. En otras, en un intento
para construir, cada dirigente, su propio reducto de poder, han constituido
organizaciones paralelas que, por angas o por mangas, las arrastra a la
confrontación.
Ha sido
notorio el enfrentamiento con comunidades prozapatistas o neozapatistas. Los
seguidores del EZLN, han acusado a menudo a la CIOAC de incursionar en su
territorio para tratar de arrebatar propiedades o despojar de sus tierras a los
campesinos.
La propia
Comandancia General del EZLN, denunció en el año 2014 que “paramilitares” de la
CIAC Histórica, habrían atacado sistemáticamente a comunidades zapatistas,
acusado a ésta que “fue contratada por el mal gobierno y por los poderosos para
atacar a las comunidades zapatistas”. Verdad o mentira, calumnia o acto probado,
los señalamientos abren camino a la sospecha en torno al asesinato de Luis Hernández
Cruz, cuyo hermano, Antonio, ha sido requerido por las autoridades que investigan
el lamentable suceso. Tan aventurada y apresurada es la detención del hermano
de la víctima, como las aseveraciones contra actores políticos-
Esto, sin
duda, es resultado de la mala procuración de la justicia; de la falta de
capacidad ministerial para ofrecer resultados contundentes, no ligeras
conclusiones que no solo enrarecen el ambiente político y social en Chiapas,
sino que echan más leña a la hoguera.
La
investigación sobre el asesinato de Luis Hernández, debe ir a fondo. Ninguno de
los implicados debe quedar sin castigo. Pero tampoco debe haber un solo preso
inocente por un delito jamás cometido. Debe haber responsabilidad, seriedad,
contundencia, agilidad. Sí, agilidad, no prisa. Porque hasta hoy, todo apunta a
ser un caso más. Uno que dejará a la CIOAC meramente como una organización “histórica”
por sus fatales desenlaces, no por sus logros, que si los ha tenido y han sido
muchos. La Fiscalía o como se llame, debe dar cuentas claras al respecto. No le
queda otra alternativa.