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Angel Mario
Ksheratto
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Peña Nieto ofende a millones que no piensan como él. |
El
presidente Enrique Peña Nieto, debería ser merecedor del más alto reconocimiento
médico-científico por su reciente aportación a la identificación del estado mental
colectivo de todo un país. “Crisis es seguramente lo que pueden tener en sus
mentes”, dijo el mandatario, rodeado, por cierto, de cientos de militares y sus
familias.
La afirmación
no sorprendió como en anteriores ocasiones en que ha recurrido a frases insulsas
para justificar sus yerros, pero sí, atrajo la atención no solo de sus
críticos, sino de colaboradores suyos que no pudieron ocultar el sonrojo de sus
rostros y la pena que habrá de acompañarlos, por lo menos, en los días
subsecuentes.
¿En qué
momento el presidente se apartó de sus cotidianas labores para evaluar a los
casi 120 millones de mexicanos? ¿Cuánto tiempo le llevó interrogar a los
ciudadanos para determinar su estado mental? ¿Cuál fue el periodo de atención
que dedicó a sus compatriotas para concluir que la crisis solo está en la mente
colectiva? ¿Bajo qué parámetros calculó el funcionamiento, juicio y
discernimiento de la mentalidad mexicana?
Técnicamente,
el señor Peña Nieto llamó “enfermos mentales” a los mexicanos que no piensan
como él, o que quisiese que la crisis, la pasen por alto. La expresión pudiera
ser anecdótica; pero al ajustarse a criterios utilizados por personas con
problemas de salud mental, preocupa. Y mucho. Es decir, el deterioro mental del
presidente, lo ha llevado a la creencia típica de que todos están locos,
incluido él mismo.
En
psicología hay un término muy utilizado para el diagnóstico de los pacientes:
Incapacidad de inhibir el comportamiento social inadecuado. Para él, los
mexicanos son incapaces de inhibir la protesta, la exigencia. Son incapaces de
callar ante lo desastroso de su administración y no tienen una percepción
uniforme del país.
Políticamente,
la expresión presidencial se ajusta a los síntomas de cualquier aspirante a
dictador. Volteemos a Venezuela, a Cuba. En esos países, todos deben pensar
como su presidente. Todo debe estar bien, menos atreverse a cuestionar los
resultados o hacer alguna sugerencia para la superación de las recurrentes
crisis. La crisis de salud, la de seguridad (o más bien, de inseguridad y
violencia extrema), la económica, la financiera, en fin, todas las crisis, no
pueden reducirse a un criterio impositivo y carente de fundamento, como lo
expresó el presidente Peña.
En la mente
creativa del mexicano, ciertamente, está la crisis, pero también, propuestas
inteligentes, ideas que ninguno de los colaboradores presidenciales tiene; de
lo contrario, habría por lo menos uno, que le dijese lo mal que ha hecho las
cosas y lo peor que resultan cuando incurre en pifias como la que hoy estamos
comentando.
Y esa
crisis, se refleja en el bolsillo del trabajador y la canasta básica de las
amas de casa; en el alto índice de desempleo y la cada vez más grande
corrupción, inseguridad y violencia. Es una crisis que se refleja en las
calles, en todas partes, no solo en la mente.
Retomando el
asunto de la inhibición del comportamiento social inadecuado, debemos decir con
franqueza que mentir, es un síntoma de ello. Y el presidente lo ha hecho una y
otra vez. Ha engañado a la sociedad con avances que no se ven; ha mentido en
torno a la “Casa Blanca”, por poner uno solo de tantísimos ejemplos.
El tono
utilizado por el Jefe del Ejecutivo para fustigar a sus críticos, es otro
factor que debemos analizar. Se advierte sorna, recriminación y amenaza. Pero
también, se notan ciertos trastornos en el lenguaje de éste; podrían ser una o varias
disfunciones como la afasia, derivada de una patología cerebral, según los
expertos en el tema. ¿Quién, entonces, sí tiene serios problemas mentales,
cerebrales?
En síntesis,
el señor presidente ha llamado “tontos” y “locos” a los millones de mexicanos
que padecen los efectos de las crisis que su mal gobierno ha provocado. Es, sin
duda, una falta de respeto; un despropósito que confirma que éste, ya no quiere
queso, sino salir de la ratonera. Ha demostrado incapacidad mental para asumir
la responsabilidad de sus errores; Y ha permitido que sus discursos, se centren
más en ofender, que en proponer.
No esperemos
que algo cambie en lo que queda de su periodo. No tiene capacidad para hacerlo.
Por el contrario, arreciará en sus malas apreciaciones sobre sus conciudadanos.
¡Qué pena!