No descartan aparición de “justicieros anónimos”
► Sospechan de participación policial en creciente inseguridad
► Director de la policía no pasó control de confianza
► Ciudadanos creen que fue “autorobo”, el de SEPESCA
► Empresa del alcalde también fue asaltada.
—No nos han dejado otro camino que armarnos para defender nuestro patrimonio… si se muere el ladrón o nos toca morir, pues ni modos —dice casi juntando las cejas el comerciante cuyo negocio está a menos de dos cuadras de la presidencia municipal de la ciudad de Tonalá—; el último asalto (de tres que ha sido víctima) lo resistió a balazos, a pleno día, logrando que los maleantes huyeran en una motocicleta. La policía llegó cuando ya no se le necesitaba.
El taxista que me traslada por la ciudad, me ve con desconfianza; conforme avanzamos y le entero del propósito de mi estancia, suelta la sopa. Cuenta que la inseguridad es cada vez más preocupante. Que apenas entra la noche, la mayoría deja de laborar. Que se abstienen de prestar servicios a las rancherías “porque los asaltantes ahí se refugian”. Que sospechan que
la misma policía protege a los delincuentes. Que el alcalde solo cuida sus propiedades…
Y sí, varios hombres vestidos de civil (con clara facha de policías), resguardados por al menos cuatro uniformados, vigilan la cuadra donde se encuentra la empresa “LCV”, propiedad de José Luis Castillejos Vila, alcalde municipal. Hace unas semanas, un grupo de asaltantes irrumpió en el negocio y se llevaron 300 mil pesos. Desde entonces, cuadrillas de hombres armados y pagados con el erario, cuidan celosamente la propiedad del edil.
La secretaría de Seguridad Pública Municipal, cuenta con al menos 100 empleados, cifra que ninguna autoridad local desmiente o confirma. Sin embargo, en la presidencia municipal, solo un policía cuida la entrada al edificio. A cuatro cuadras, dentro del perímetro del Mercado Municipal, otros dos agentes con la camisa desabotonada, toman la sombra y lanzan piropos a las mujeres que pasan por el lugar. Parece una ciudad típica de las asentadas en la costa chiapaneca: tranquila.
A las seis de la tarde, todos los negocios del centro han cerrado sus puertas, salvo los restaurantes alrededor del parque y algunas taquerías sobre la avenida principal. Los que transitan en motocicletas, son vistos con suspicacia; la mayoría de asaltantes, utiliza ese tipo de transporte.
Las rancherías, refugio de asaltantes
—No hace mucho, era costumbre quedarnos con las puertas de nuestros negocios o casas abiertas hasta las 10-11 de la noche; hoy eso ya es imposible. Corremos el riesgo de ser asaltados o asesinados por unos cuantos pesos —afirma otro comerciante que dice tener desconfianza de la policía—. Y agrega: «No sabemos de quién cuidarnos, por todos lados nos salieron ladrones en Tonalá y ninguna autoridad hace algo para darnos seguridad. Ya no podemos vivir así».
El mismo ciudadano explica el modus operandi de los asaltantes: “Se roban un carro en Arriaga y lo traen a cualquier ranchería de Tonalá donde lo desvalijan; le quitan lo que es más fácil vender aquí o en Pijijiapan… O se lo roban acá y se lo llevan a alguna ranchería de Arriaga”.
—¿Por qué a las rancherías? —indago—.
—Porque los alcaldes obtienen de ahí su mayor respaldo electoral. Para no perder apoyo, no se meten con la gente que roba y porque esa gente, si detienen a uno de ellos, vienen en bola y le prenden fuego a la presidencia municipal.
En contraparte, el empresario asaltado en tres ocasiones, tiene su propia teoría sobre los grupos delincuenciales: “Son los migrantes”, dice tajante. “Esto se va a poner peor, porque con la política de Trump, miles de migrantes centroamericanos se van a quedar en Chiapas y nos van a quitar empleos y nos van a robar lo que tenemos”, asegura.
De hablar pausado, el comerciante (es de señalar que los entrevistados hablaron bajo la promesa de no ser mencionados para evitar represalias) relata que durante el último asalto a su negocio, se armó de valor y repelió el ataque de los criminales. Resultó él, herido con una ojiva de nueve milímetros.
—Estamos desamparados; no tenemos un gobierno que garantice nuestra seguridad. Por el contrario, la autoridad de acá, se hace de la vista gorda. Solo protege sus intereses —comenta—.
Nadie se salva de asaltos
Los tonaltecos tienen sobradas razones para desconfiar de su policía; tanto por la sospecha de estar ésta involucrada con los grupos delincuenciales, como por la incapacidad para hacer frente a la criminalidad. Reportes confiables y versiones de algunos funcionarios municipales que igualmente solicitaron el anonimato, indican que Jairo Sierra Sánchez, director de la Policía Municipal, no pasó el examen de control y confianza.
“Todos pasaron el examen, menos Jairo y un agente más que, de todas formas, labora como policía”, dijo una de las fuentes consultadas. La búsqueda de datos relacionados con los resultados de los exámenes en la página oficial del Centro Estatal de Control de Confianza Certificado, fueron infructuosos. No existe un solo informe detallado de los procedimientos y resultados de los exámenes, más que copias de periódicos oficiales sobre la creación de la dependencia. No hay forma de comprobar si los funcionarios son aptos para el cargo que desempeñan.
La lista de asaltos en ésta ciudad es grande; diariamente se cometen entre tres y siete asaltos a casas habitación, comercios, taxistas, transeúntes e incluso, familiares de funcionarios y dependencias de gobierno. La casa del padre del actual director del DIF, fue recientemente saqueada por los ladrones. El botín fue cuantioso y de los asaltantes, no se sabe nada hasta el día de hoy.
Para el colmo, las víctimas de asaltos, también lo son de las propias autoridades. Tras el violento robo a una joyería, propiedad de una de las familias más conocidas de la ciudad, los criminales fueron detenidos y recuperadas las joyas y el dinero sustraído. Todo fue llevado ante el Ministerio público “como evidencia”, pero jamás fue devuelto a la propietaria, quien no tuvo otra opción que cerrar su negocio.
¿Autorobo?
El martes 15 de éste mes, contra la orden de no trasladar dinero en efectivo, Juan Carlos Gómez, jefe de Recursos Materiales de la secretaría de Pesca, fue despojado, frente a su casa, de 298 mil pesos, propiedad de esa dependencia. Los delincuentes utilizaron una vieja motocicleta para escapar. Los habitantes de Tonalá, no se tragan el cuento del asalto; fue un autorobo, aseguran y se basan en declaraciones de los testigos.
El funcionario —cuentan—, tardó varios minutos frente a su casa, enviando y recibiendo mensajes de texto vía celular; cuando el hecho se hubo consumado, el chofer de éste intentó seguir a los ladrones, pero Juan Carlos Gómez se lo impidió. Ante el Ministerio Público, trató de culpar al conductor, quien en su defensa, explicó a la autoridad que sugirió a su jefe poner el dinero en la cajuela —como usualmente hacían cada vez que se veían obligados a cargar con el dinero—, a lo que se negó rotundamente.
Todos los indicios apuntan a que el funcionario tuvo que ver con el asalto, pero de eso, nada se ha informado oficialmente. Parece ser que el acto criminal, quedará en total impunidad… Y más, si se trata de uno o más funcionarios involucrados.
La zozobra se respira en cada calle de la ciudad; la gente que camina por sus calles, se cambia de acera cuando alguien desconocido camina en sentido contrario; sujetan sus pertenencias cuando una moto se acerca. En la central de taxis que prestan servicio a Tuxtla, interrogan a los pasajeros. Piden nombre y otros datos. La desconfianza es cada vez mayor.
Frente al parque, una patrulla pasa lentamente; tres uniformados y tres civiles sobre la góndola, lanzan el clásico chiflido a una mujer que observa hacia el interior del Centro de Salud donde yacen varios autos desvencijados. Son de las brigadas de salud que desde hace meses, están paradas por falta de combustible y recursos para atender a los enfermos.
—La autoridad si no es cómplice, es ineficiente; por todos lados nos afectan y por todos lados estamos indefensos —refiere otro entrevistado—, quien habla de la repentina proliferación de billetes falsos.
—¿Qué hacen cuando les pagan con un billete falso?
—Si lo detectamos a tiempo, lo devolvemos a quien lo dio; antes llamábamos a la autoridad, pero el dueño del billete se escudaba con que se lo dieron en otro negocio y nunca los detenían para investigar. Hoy en día, si por descuido nos dejan uno, lo damos de cambio a otro cliente o pagamos la carnita al carnicero y ahí que vea él cómo le hace —confiesa entre risas—.
En algo están de acuerdo los tonaltecos: no operan grupos de la temida “delincuencia organizada”. “Son gente de aquí mismo que están coludidas con las autoridades municipales o que ya se dieron cuenta que éstas son incapaces de frenarlos”, dice uno de los entrevistados.
—Hay uno que otro narquito por ahí, pero son los que menos se meten en problemas; al contrario, tratan de cooperar para detener la ola de violencia porque no les conviene que las autoridades federales y estatales volteen a ver a Tonalá —aventura a decir—.
—Están de moda los justicieros anónimos…
—¡No tardan en aparecer por acá! La gente está ya muy encabronada. De hecho, ya muchos tonaltecos andan con su “fierro” en la cintura, dispuestos a acabar con los delincuentes… No tardan, ya verá que así va a ser. Si no hay autoridad, el pueblo tiene derecho a defenderse —afirma y señala con la vista hacia la parte de uno de los estantes donde descansa una pavorosa escopeta—.
Angel Mario Ksheratto
► Director de la policía no pasó control de confianza
► Ciudadanos creen que fue “autorobo”, el de SEPESCA
► Empresa del alcalde también fue asaltada.
Es casi un milagro ver a un agente de policía resguardando a los tonaltecos. |
—No nos han dejado otro camino que armarnos para defender nuestro patrimonio… si se muere el ladrón o nos toca morir, pues ni modos —dice casi juntando las cejas el comerciante cuyo negocio está a menos de dos cuadras de la presidencia municipal de la ciudad de Tonalá—; el último asalto (de tres que ha sido víctima) lo resistió a balazos, a pleno día, logrando que los maleantes huyeran en una motocicleta. La policía llegó cuando ya no se le necesitaba.
El taxista que me traslada por la ciudad, me ve con desconfianza; conforme avanzamos y le entero del propósito de mi estancia, suelta la sopa. Cuenta que la inseguridad es cada vez más preocupante. Que apenas entra la noche, la mayoría deja de laborar. Que se abstienen de prestar servicios a las rancherías “porque los asaltantes ahí se refugian”. Que sospechan que
la misma policía protege a los delincuentes. Que el alcalde solo cuida sus propiedades…
Y sí, varios hombres vestidos de civil (con clara facha de policías), resguardados por al menos cuatro uniformados, vigilan la cuadra donde se encuentra la empresa “LCV”, propiedad de José Luis Castillejos Vila, alcalde municipal. Hace unas semanas, un grupo de asaltantes irrumpió en el negocio y se llevaron 300 mil pesos. Desde entonces, cuadrillas de hombres armados y pagados con el erario, cuidan celosamente la propiedad del edil.
La secretaría de Seguridad Pública Municipal, cuenta con al menos 100 empleados, cifra que ninguna autoridad local desmiente o confirma. Sin embargo, en la presidencia municipal, solo un policía cuida la entrada al edificio. A cuatro cuadras, dentro del perímetro del Mercado Municipal, otros dos agentes con la camisa desabotonada, toman la sombra y lanzan piropos a las mujeres que pasan por el lugar. Parece una ciudad típica de las asentadas en la costa chiapaneca: tranquila.
A las seis de la tarde, todos los negocios del centro han cerrado sus puertas, salvo los restaurantes alrededor del parque y algunas taquerías sobre la avenida principal. Los que transitan en motocicletas, son vistos con suspicacia; la mayoría de asaltantes, utiliza ese tipo de transporte.
Las rancherías, refugio de asaltantes
—No hace mucho, era costumbre quedarnos con las puertas de nuestros negocios o casas abiertas hasta las 10-11 de la noche; hoy eso ya es imposible. Corremos el riesgo de ser asaltados o asesinados por unos cuantos pesos —afirma otro comerciante que dice tener desconfianza de la policía—. Y agrega: «No sabemos de quién cuidarnos, por todos lados nos salieron ladrones en Tonalá y ninguna autoridad hace algo para darnos seguridad. Ya no podemos vivir así».
El mismo ciudadano explica el modus operandi de los asaltantes: “Se roban un carro en Arriaga y lo traen a cualquier ranchería de Tonalá donde lo desvalijan; le quitan lo que es más fácil vender aquí o en Pijijiapan… O se lo roban acá y se lo llevan a alguna ranchería de Arriaga”.
—¿Por qué a las rancherías? —indago—.
—Porque los alcaldes obtienen de ahí su mayor respaldo electoral. Para no perder apoyo, no se meten con la gente que roba y porque esa gente, si detienen a uno de ellos, vienen en bola y le prenden fuego a la presidencia municipal.
En contraparte, el empresario asaltado en tres ocasiones, tiene su propia teoría sobre los grupos delincuenciales: “Son los migrantes”, dice tajante. “Esto se va a poner peor, porque con la política de Trump, miles de migrantes centroamericanos se van a quedar en Chiapas y nos van a quitar empleos y nos van a robar lo que tenemos”, asegura.
De hablar pausado, el comerciante (es de señalar que los entrevistados hablaron bajo la promesa de no ser mencionados para evitar represalias) relata que durante el último asalto a su negocio, se armó de valor y repelió el ataque de los criminales. Resultó él, herido con una ojiva de nueve milímetros.
—Estamos desamparados; no tenemos un gobierno que garantice nuestra seguridad. Por el contrario, la autoridad de acá, se hace de la vista gorda. Solo protege sus intereses —comenta—.
Nadie se salva de asaltos
Los tonaltecos tienen sobradas razones para desconfiar de su policía; tanto por la sospecha de estar ésta involucrada con los grupos delincuenciales, como por la incapacidad para hacer frente a la criminalidad. Reportes confiables y versiones de algunos funcionarios municipales que igualmente solicitaron el anonimato, indican que Jairo Sierra Sánchez, director de la Policía Municipal, no pasó el examen de control y confianza.
“Todos pasaron el examen, menos Jairo y un agente más que, de todas formas, labora como policía”, dijo una de las fuentes consultadas. La búsqueda de datos relacionados con los resultados de los exámenes en la página oficial del Centro Estatal de Control de Confianza Certificado, fueron infructuosos. No existe un solo informe detallado de los procedimientos y resultados de los exámenes, más que copias de periódicos oficiales sobre la creación de la dependencia. No hay forma de comprobar si los funcionarios son aptos para el cargo que desempeñan.
La lista de asaltos en ésta ciudad es grande; diariamente se cometen entre tres y siete asaltos a casas habitación, comercios, taxistas, transeúntes e incluso, familiares de funcionarios y dependencias de gobierno. La casa del padre del actual director del DIF, fue recientemente saqueada por los ladrones. El botín fue cuantioso y de los asaltantes, no se sabe nada hasta el día de hoy.
Para el colmo, las víctimas de asaltos, también lo son de las propias autoridades. Tras el violento robo a una joyería, propiedad de una de las familias más conocidas de la ciudad, los criminales fueron detenidos y recuperadas las joyas y el dinero sustraído. Todo fue llevado ante el Ministerio público “como evidencia”, pero jamás fue devuelto a la propietaria, quien no tuvo otra opción que cerrar su negocio.
¿Autorobo?
La ciudadanía desconfía de todo y de todos. |
El funcionario —cuentan—, tardó varios minutos frente a su casa, enviando y recibiendo mensajes de texto vía celular; cuando el hecho se hubo consumado, el chofer de éste intentó seguir a los ladrones, pero Juan Carlos Gómez se lo impidió. Ante el Ministerio Público, trató de culpar al conductor, quien en su defensa, explicó a la autoridad que sugirió a su jefe poner el dinero en la cajuela —como usualmente hacían cada vez que se veían obligados a cargar con el dinero—, a lo que se negó rotundamente.
Todos los indicios apuntan a que el funcionario tuvo que ver con el asalto, pero de eso, nada se ha informado oficialmente. Parece ser que el acto criminal, quedará en total impunidad… Y más, si se trata de uno o más funcionarios involucrados.
La zozobra se respira en cada calle de la ciudad; la gente que camina por sus calles, se cambia de acera cuando alguien desconocido camina en sentido contrario; sujetan sus pertenencias cuando una moto se acerca. En la central de taxis que prestan servicio a Tuxtla, interrogan a los pasajeros. Piden nombre y otros datos. La desconfianza es cada vez mayor.
Frente al parque, una patrulla pasa lentamente; tres uniformados y tres civiles sobre la góndola, lanzan el clásico chiflido a una mujer que observa hacia el interior del Centro de Salud donde yacen varios autos desvencijados. Son de las brigadas de salud que desde hace meses, están paradas por falta de combustible y recursos para atender a los enfermos.
—La autoridad si no es cómplice, es ineficiente; por todos lados nos afectan y por todos lados estamos indefensos —refiere otro entrevistado—, quien habla de la repentina proliferación de billetes falsos.
—¿Qué hacen cuando les pagan con un billete falso?
—Si lo detectamos a tiempo, lo devolvemos a quien lo dio; antes llamábamos a la autoridad, pero el dueño del billete se escudaba con que se lo dieron en otro negocio y nunca los detenían para investigar. Hoy en día, si por descuido nos dejan uno, lo damos de cambio a otro cliente o pagamos la carnita al carnicero y ahí que vea él cómo le hace —confiesa entre risas—.
En algo están de acuerdo los tonaltecos: no operan grupos de la temida “delincuencia organizada”. “Son gente de aquí mismo que están coludidas con las autoridades municipales o que ya se dieron cuenta que éstas son incapaces de frenarlos”, dice uno de los entrevistados.
—Hay uno que otro narquito por ahí, pero son los que menos se meten en problemas; al contrario, tratan de cooperar para detener la ola de violencia porque no les conviene que las autoridades federales y estatales volteen a ver a Tonalá —aventura a decir—.
—Están de moda los justicieros anónimos…
—¡No tardan en aparecer por acá! La gente está ya muy encabronada. De hecho, ya muchos tonaltecos andan con su “fierro” en la cintura, dispuestos a acabar con los delincuentes… No tardan, ya verá que así va a ser. Si no hay autoridad, el pueblo tiene derecho a defenderse —afirma y señala con la vista hacia la parte de uno de los estantes donde descansa una pavorosa escopeta—.