ENOC HERNÁNDEZ CRUZ
Toc, toc, toc, toc…
—¿Se encuentra Enoc?
—¿Quién le busca con apremio?
—No vengo a entregar premio,
¡insolente! Llevarlo he al infierno,
y ponerle al menos, un cuerno.
—Ha ido a recibir un doctorado,
por el que tanta lana ha pagado.
—No por recibir un honor balín
habrá de escapar Tribilín;
esperaré su pronto regreso,
porque lo he de llevar tieso.
MANUEL VELASCO
De cirios cuatro charros,
panzones, feos y chaparros;
yace su cuerpo en medio del “foro”,
en el que gastó todo el tesoro.
Murió Manuelito de varios catarros,
en el infierno desquita despilfarros.
Amortajado con ropa de lentejuelas,
le lloran muchas tatarabuelas;
viudas, vírgenes y señoras chimuelas,
queman incienso y encienden candelas.
Descanse en paz el charro mayor,
que en el infierno no sienta terror
ni lo persiga ningún cobrador,
ni lo extorsione López Obrador.
EDUARDO RAMÍREZ
Apareciósele vestida de chenalteca
¡Ah, que muerte tan totoreca!
¿Qué nos ves que el pobre Lalo
con ese traje, zurra ralo?
Muerto cayó el señor diputado,
sus aspiraciones flotan en el excusado;
a rastras lo llevan tres demonios vagos,
junto a un tal Carlos Penagos.
Reformas propone a Lucifer,
personaje sediento de poder…
—Eso aquí no se va a poder,
que en de tanto prometer,
los diablejos nos vestirán de mujer.
Cabizbajo quedó Lalo; silente,
frente al otro Satanás sonriente,
que en su nombre lleva penitencia:
ser gobernador en decadencia.
En una lóbrega y solitaria zanja negra
ha sido el legislador sepultado;
el pueblo afanoso se alegra
e implora que no quede ningún diputado.
PACO ROJAS
A enterrar, en cajas de cartón,
llevan a Paco, el bocón;
como billete mal habido,
yace el candidato no elegido.
Topóse con la fea muerte
un día de mala suerte;
le velan entre urnas y maletas,
videos y mujeres muy coquetas.
ARMANDO MELGAR BRAVO
Espantóse la catrina
al ver aquel arlequín;
parecía de estampa fina,
y resultó ser malandrín.
—A ti te hablo Armando,
y no te me pongas bravo;
vehemente te he estado buscando,
y te encuentro del erario, mamando.
Tomóle de la retorcida nariz
y así, barriendo el piso a raíz,
fue llevado al averno,
para su castigo eterno.
Gime por él, el payaso “Cepillín”,
que lo quiso como a rocín,
tanto por su parecido con él,
como por ya no estar en el carrusel.
ENRIQUE PEÑA NIETO
Ganosa de joder al presidente,
despertó la flaca pestilente;
“jodido has a los mexicanos,
perdonado no has a tus cortesanos…
Habrán de comerte los gusanos,
aunque dejen de ser veganos”,
dijo la parca a don Quique.
—En sendas cosas no me implique,
señora majadera, burda y aristócrata;
mucho me jode la gringa demócrata,
para que venga usted y me la aplique.
—¡A callar imberbe presidentito!
tus protestas me valen un pito,
castigo cruel y eterno tienes en el hades,
recompensa por ocultar verdades,
comprar casas blancas
y saquear al país que embarrancas.
ZOÉ ROBLEDO ABURTO
Llorando va el burgués,
el que promociona a la izquierda,
exige la aplicación del tres de tres,
y con nadie concuerda.
Hallólo la muerte en caminos errados,
repartiendo bonitos discursos,
y entregando zapatos usados,
por ser senador sin recursos.
Nadie lo ha librado de morir,
el averno es su final destino,
pagará por tanto mentir,
¡pobre Zoé, ahí se le quitará lo “fino”!
FERNANDO CASTELLANOS
Con el hocico partido en mil,
arribó la muerte, agitada y hostil,
en busca de Fernando, el edil…
—Vengo por ése alcalde infantil
que tiene a la ciudad un cuchitril,
que no paga a un buen alguacil
y no pavimenta ni contrata un albañil.
—¡Pendejadas suyas!
No me traiga chismes ni elabore puyas;
esas son puras bullas
de los bustos chanchullas
que he llevado en mis patrullas.
—No te equivoques, querido Fernando;
tus argumentos salen sobrando,
desde nantes el pesebre andas pateando,
y no es por estar trabajando,
sino por andar, la gubernatura buscando.
Calló el presidente Castellanos,
miró tímidamente a los ciudadanos
y marchó como marchan los perenganos,
rumbo al reino de los gusanos.
ROBERTO ALBORES GLEASON
En la apagada tumba de cuatro pisos,
reposa el apático cuerpo de Robertico;
la mataron sus actos omisos
y sus rebuznos de borrico.
Llevóle la parca al reino de su padre,
el temible y tenebroso Satanás,
para que pagase el vil desmadre
y del que ni en sueños, regresará jamás.
Tocóle a la senador Albores,
una muerte plagada de torpeza;
suicidio, decretaron los doctores,
“abandono”, proclamó O choa Reza.
Entre carbunclos, cenizas y llamaradas,
abátese el prolongado líder priísta;
unos dicen que son mamadas,
otros, que es un alquimista.
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