¿De las armas a las urnas? |
No hay en el mundo, un solo caso en el que un grupo de hombres y mujeres, tomen las armas, desafíen a la autoridad y le declaren la guerra, nomás por que sí… Porque se vieron ociosos y algo debían hacer para salir del tedio. El fin de toda guerra es lograr el dominio de todo y de todos. Es asaltar el poder; usufructuarlo.
Desde la antigüedad (babilonios, otomanos, griegos, hebreos romanos, pasando por las revoluciones francesa, rusa, americana, china, cubana y la mexicana por citar una cuantas), el principio rector de las rebeliones y revoluciones (la del EZLN, hay que aclarar, no es una “revolución” sino una rebelión poco entendible), ha sido la consecución de poder mediante el uso de la fuerza y la violencia.
Contextualizando, el anuncio ezetaelenista se ajusta a
los patrones tradicionales de cualquier rebelión; dicho de otra forma, el “Para ellos, todo; para nosotros, nada”, fue solamente el cimiento de una utopía bien planteada, pero mal ejecutada.
Coyunturalmente es el momento para que el EZLN salte del estado belicoso al electorero. Todas las encuestas dan por ganador al aspirante de MORENA, una agrupación política unipersonal. Ello, porque los partidos políticos habituales, no tienen alternativas, ni propuestas y mucho menos, aspirantes confiables. Andrés Manuel López Obrador, tampoco confiable, pero es el menos malo entre todos.
La única opción para frenar al tabasqueño —según los cálculos del empequeñecido cerebro del sistema de gobierno— es reinventar al zapatismo sureño para crear un contrapeso a López. La “izquierda” reventando a la “izquierda”. ¿Servirá de algo? Es poco probable, dado que la “izquierda mexicana”, desde hace algunos años se ha despedazado; no existe, prácticamente. Pero por otro lado está Andrés Manuel López Obrador que históricamente, ha sido el que destruye a Manuel Andrés López Obrador.
¿Para qué mandan a los zapatistas chiapanecos al terreno electoral si López Obrador se descalifica solo? ¿De guerrilleros pasan, los zapatistas, a ser el petate del cuasi muerto PRI? La apuesta del grupo armado no es, por tanto, gratuita ni se circunscribe a una mera ocurrencia interna, sino que, por los signos que presenta, obedece a estrategias externas que van más allá de la lucha por los derechos indígenas.
Circunstancialmente, al EZLN le urgía una reinserción en la vida pública del país. Por años, ha mantenido silencio en torno a su propio movimiento; las restricciones para ingresar a la llamada “zona zapatista” y constatar presumibles avances contra la ignorancia y la pobreza, han impedido saber si en efecto, ha habido mejoras para los miles de indígenas atrapados en su interior. El abrumador mutismo obligó a aprovechar las circunstancias para reaparecer con cierto impacto, por lo menos, mediático.
El propio subcomandante Marcos había intentado llamar la atención cambiándose el apodo: “Galeano”… Pero pocos le creyeron y muy pocos aún, hicieron eco de su singular acto de mutación al nom de guerre. Y claro, temporalmente hablando, nada mejor que la etapa preelectoral para adquirir la fama necesaria aunque la pretensión de lanzar una candidatura propia, quede en el anecdotario personal del líder zapatista.
¿Por qué? Porque legal y jurídicamente, el EZLN no reúne los requisitos para que sus propuestas sean elegibles. Recordemos que mantienen una declaratoria de guerra. Los “Acuerdos de San Andrés Larráinzar”, son específicos y delimitan territorio. En ese sentido, solo podrían tener un candidato presidencial en la zona zapatista, no en todo el país. Ahora bien, si así lo quisieren, deberán deponer por completo las armas. Ello significará la capitulación absoluta.
Y no habría excepciones. Si al EZLN se le permitiere lanzar candidatos propios en las circunstancias legales en que se encuentra, también tendrá qué permitírsele al crimen organizado, pues son también, ejércitos irregulares, grupos armados. No va a ser tan fácil como supusieron quienes alentaron a Marcos, a tomar esa determinación. Por lo pronto, ya revolvieron las aguas. Y pusieron muchas barbas a remojar. Es lo que, literalmente, se entiende como asustar con el petate del muerto.