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Necedades y mentiras


Imprudencia, error y ambiciones personales.
Si alguien le insulta, veja a sus hijos, avergüenza a su pareja, sea mofa de su casa, le acusa de ladrón, asegura que usted es drogadicto, le llama asesino y amenaza con quemar su casa con gasolina y cerillos pagados por su familia, ¿lo invitaría a sentarse a su mesa? ¿Abriría las puertas de su casa para que el majadero en cuestión se regodee y en su propia cara repita cada insulto y amenaza? Las reglas de convivencia (buena o mala) aconsejan, por lo menos, una sana distancia.
“Diplomacia de alto nivel”, han llamado los defensores a priori de la invitación presidencial e inmediata respuesta de Donald Trump, a la visita que éste miércoles hizo el aspirante republicano a un vilipendiado Enrique Peña Nieto, urgido de reflectores internacionales, de cara a un cuarto informe de gobierno que acusa tintes de mentiras repetidas.
El descarado magnate, sin embargo, no le sirve al presidente mexicano para
salir del atolladero; y Peña Nieto, tampoco le sirve a Trump para revertir su ocaso como candidato a la Casa Blanca norteamericana. (No confundir con la “Casa Blanca”, telenovelera.) Las encuestas más allá del Río Bravo, indican que los latinos, mayoritariamente, no respaldan la política racista, discriminatoria y criminal del anciano candidato. Su equipo de campaña creyó que visitar al presidente mexicano le atraería simpatías y por supuesto, votos.
En contraparte, don Enrique consideró apropiado invitarle para “enviar un mensaje de civilidad”, pero también, del poder de convocatoria que su alta investidura le permite para con cualquiera de los dos que asuma la presidencia de Estados Unidos. Y ¡claro!, generar en el exterior, la sensación en el sentido que se tiene un altísimo grado de influencia en la política gringa. Una soberana estupidez de los dos personajes.
Porque el asunto no ha sido bien visto por ciudadanos de ambos lados de la frontera. En México, salvo uno que otro sector afín a las tonterías presidenciales, la mayoría expresó su repudio a la visita de un sujeto indeseable, ruin, ególatra, abusivo, torpe, considerado por millones de mexicanos y latinoamericanos, como el enemigo número uno de las libertades civiles, los derechos universales y la paz de la región.
Nótese por ello que no hablo de una “visita a México”, sino de una visita al presidente, que fue quien cometió la felonía de invitar a su casa a un predador de la democracia, a un majadero incurable, a un sociópata verdaderamente peligroso para todos. Muchos han dicho que Peña Nieto cometió un error y talvez tengan razón.
Pero si analizamos objetivamente su actuar, podemos decir con certeza que cometió una traición a los mexicanos en general. Es decir, tanto a los de aquí, como a los que, por la permanente crisis económica, han tenido que emigrar al país que pretende gobernar Trump. El pretexto que hoy esgrimió el mandatario mexicano, es rebatible desde el punto de vista que se le quiera ver: “proteger a los mexicanos”. ¡Por favor, señor presidente!
Si de verdad estuviese “protegiendo” a los mexicanos, los miles que han migrado en los dolorosos cuatro años de su gobierno, se han ido porque su administración no les garantizó seguridad, empleo, alimentación, cobijo, salud, salarios dignos, educación de calidad. Y los millones que se fueron antes, temen regresar porque aquí, solo encontrarán pobreza y marginación. No está, entonces, protegiendo a ningún mexicano. No nos vuelva a mentir.
Ha sido un mal mensaje a los latinos y mexicanos, la visita privada de un hombre insensible, trágicamente arbitrario y prepotente. Por parte de México, de sumisión, nunca de entendimiento. Porque Trump, no entiende razones; es un tipo cerrado, de cerebro limitado. Lo demostró al insistir, en la cara de Peña Nieto, que construirá un muro fronterizo, muy al estilo de los nazis.
Fue, en síntesis, una reunión estéril; vergonzante, frívola y contraproducente para los dos tipos que creyeron ganar y terminaron perdiendo mucho, sino todo.
La tertulia entre el candidato y el presidente (de la que poco se sabrá, dada las reglas que impuso el equipo de campaña del gringo) pudiera quedar en el anecdotario, de no ser porque los dos se han reunido, no para buscar fórmulas reales de respeto, acercamiento institucional y cooperación mutua, sino para salvar el pellejo de cada quien lo cual, es inadmisible, puesto que los pueblos de Estados Unidos de América y México, no son tontos; piensan, analizan, observan y actúan. Como decían nuestros abuelos, “que con su caca se coman su pan”.

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