¿Quién le dio la orden de disparar a Sebastián? |
Collazo Díaz, según testimoniales de personajes cercanos a él, cuidaba su doble reputación entre los chamulas y los indígenas de Los Altos que conocían sus violentos métodos para someterlos a un imperio de terror. En su pueblo, se presentaba como el Mesías indulgente que luchaba por el supuesto beneficio de los indígenas, pero fuera, era implacable con sus víctimas. No pocos lo relacionan con el robo de vehículos y el trasiego de armas de alto poder en la zona.
Por esa razón, nos cuentan, había rechazado varias propuestas de cometer una acción violenta de alto impacto… Hasta que lograron
convencerlo. Al PRI, su partido, le había disgustado sobremanera, perder el único bastión político que le aseguraba victorias holgadas en cualquier elección. Sebastián Collazo, fue el último alcalde de ese partido y era por tanto, obligación suya, recuperar el terreno perdido. No había otra forma que la violencia extrema.
La entreverada trama del atentado, pasa por las relaciones peligrosas a las que también el difunto alcalde se había ligado: uno de los personajes clave, es una de las lideresas de las artesanas que demandaban la entrega de millonarias cantidades de dinero para la realización de diversos proyectos. Ella, a la par que exigía la entrega del efectivo, mantenía una relación muy estrecha e inusual con el alcalde asesinado, pero también, con Sebastián Collazo y, de manera muy especial, con el dirigente estatal del PRI, Roberto Albores Gleason. Uña y mugre, como se dice en el argot chiapaneco.
Una de las últimas órdenes que Albores Gleason recibió del ex dirigente nacional priísta, Manlio Fabio Beltrones, fue recuperar a toda costa al priísmo de San Juan Chamula.
A Collazo Díaz, según testigos, le vieron, el día del atentado terrorista, muy ocupado acarreando gente al centro de San Juan Chamula. Daba órdenes a todos los que tuvo enfrente. Minutos antes del crimen, ya nadie le vio. Solo hombres encapuchados portando armas de grueso calibre, se entremetían entre los indígenas desarmados que estaban más adelante, frente al balcón donde López González explicaba los motivos de la falta de recursos. Y sobrevino la masacre.
Muchos son los que se preguntan: si una de las principales líneas de investigación judicial es la motivación política, ¿llegarán los detectives (¡perdón, es que veo mucho Investigation Discovery!) hasta el gran autor intelectual de ese cobarde múltiple asesinato? ¿Quiénes están en la lista de sospechosos de ser el o los autores intelectuales?
Si atamos cabos, la rivalidad entre Albores Gleason y Eduardo Ramírez Aguilar, no ha sido un secreto; el secuestro en Chenalhó, conforme pasó el tiempo, dejó al descubierto quiénes estuvieron detrás de éste. Es decir, los priístas no han sido muy finos para ocultar sus diferencias y los errores que cometen para salvarlas. Si Sebastián Collazo Díaz, no actuó motu proprio, ¿de quién recibió la instrucción de disparar contra su máxima autoridad municipal?
El PRI ha sido muy blandengue para exigir justicia; no ha mostrado el talante y la gallardía de un partido solvente para fijar una postura que obligue a las autoridades a presentar a los verdaderos responsables, principalmente porque para muchos, es un partido bajo sospecha de tener ya, las manos manchadas de sangre verdosa. Eso es una razón para pensar que no le es conveniente apretar la cuña porque podría salir perjudicado.
Como quiera que sea y bajo las circunstancias que se presenten, la investigación debe ir a fondo. Si el PRI tiene las manos limpias, mejor para él. Si no, habrá que ver hasta dónde, la justicia tiene interés de castigar a los responsables.
Un crimen de esa envergadura, no debe ni puede quedar impune, sea quienes hayan sido los autores intelectuales y materiales. Es por el bien de Chiapas, por el bien de la justicia misma. Por lo pronto, el PRI, está bajo sospecha. Quieran o no admitirlo.