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Presidente de pésimos resultados. |
En el supuesto que ambas paraestatales tuviesen un superávit o gozasen de finanzas sanas, la medida habría sido al revés. ¿Qué entonces obligó al presidente Enrique Peña Nieto a incumplir su promesa? La pregunta tiene una y mil respuestas, pero una en especial, llama la atención: la crisis financiera del gobierno Federal, ha tocado fondo, consecuencia lógica de la corrupción, los gastos superfluos y la mala administración de los fondos públicos.
Es evidente que el Estado está descapitalizado, se ha
quedado en números rojos y ello obliga a sacrificar a los mexicanos. Obviamente, no para fortalecer al sistema financiero, sino para seguir manteniendo los lujos y exigencias de un gabinete irresponsable, sin compromiso con la sociedad.
El análisis flojo, la opinión fácil es tildar a los funcionarios de corruptos; es válido el adjetivo. Pesa como acusación, pero no sustenta la capacidad del pueblo para exigir de sus autoridades, no solo explicaciones honradas, sino acciones contundentes para revertir la ya de por sí tambaleante economía nacional.
Ha sido también fácil señalar a Peña Nieto de mentiroso. A nadie la falta razón para hacerlo; sus pésimos resultados y la pobre retórica para mantener la mentira como verdad, otorgan la abrumadora razón a quienes así lo han calificado. Pero debo insistir en que la crítica no debe centrarse en epítetos y descalificativos, sino en acciones sociales conjuntas que obliguen a Peña Nieto a cumplir sus promesas y echar para atrás decisiones que afectan de manera directa a los ciudadanos.
En las últimas horas, las encuestas de medición con respecto a la popularidad del presidente, arrojaron resultados duros, secos. Casi el 70 por ciento de la población desaprueba su gestión. El hartazgo en una expresión, si no máxima, cercana al derrumbamiento de viejos mitos políticos, sostenidos sobre dudosas políticas públicas de asistencialismo barato. Pocos expresidentes han tenido el deshonor de tener desaprobaciones de esa magnitud.
Hay estimaciones que indican que si éste no fuera un gobierno de corruptos, las condiciones financieras del país serían otras. Más aún, algunos analistas serios han afirmado que entre el 65 y 73 por ciento del presupuesto federal, va a parar a los bolsillos de los funcionarios. Es decir, menos del 30 por ciento de éste, se invierte en obra pública, asistencia social y otras responsabilidades gubernamentales.
La impunidad y la indiferencia, son dos factores más que se agregan a la crítica situación económica del país. Si se cumpliese con la normativa en materia de transparencia y combate a la corrupción, muchos funcionarios y exfuncionarios estarían presos. Y lo robado, habríase recuperado. El hartazgo es insuficiente si solo se expresa en encuestas y griterío estúpido en las redes sociales. Tenemos un ejemplo cercano de cómo, cuando la sociedad se une y actúa, se logran grandes cosas: los guatemaltecos. Sin caudillos de por medio, se organizaron en las calles y ahí está el resultado. El expresidente y la ex vicepresidenta, están presos; fueron echados del poder con la fuerza del pueblo.
Lo lograron sin disparar una bala, sin lanzar una piedra, sin expresar una grosería. Los políticos y demagogos que quisieron aprovechar el movimiento para agenciarse votos, fueron desechados, ignorados. No hubo liderazgos espurios, ni oportunistas pendencieros, ni “infiltrados” a sueldo, ni retrógradas violentos, ni defensores imbéciles.
No solo echaron del poder y enviaron a la cárcel a sus autoridades, sino que a los partidos políticos corruptos y políticos tradicionales traidores, les dieron una lección: votaron por el que iba más abajo en las encuestas electorales. Mala decisión quizá, pero es una lección que los políticos del vecino país nunca olvidarán y los está obligando a cambiar.
Peña Nieto, ha mentido; ha engañado. Merece estar muy abajo en las encuestas, pero eso no basta. Hay que exigirle más. Y cuanto antes, mejor. Hay quienes exigen su renuncia lo cual no es descabellado, pero tampoco es la solución. La solución radica en el pueblo.