Evidentemente, no son periodistas. |
Los viejos cánones del periodismo serio, responsable y comprometido con la sociedad, establecen que quien se dedique a tan noble oficio, debe atender principios éticos y valores universales relacionados con la imparcialidad, la objetividad y sobre todo, la verdad y la legalidad. Entiendo claramente que todo periodista que se precie de serlo, debe estar en contra de las injusticias, el abuso de poder, la ilegalidad, la corrupción, los monopolios nocivos, la impunidad y miles de malas prácticas que afectan a los ciudadanos.
El conflicto de intereses que se desató hace algunos días, derivado de la reyerta por las ondas hertzianas, por desgracia, puso al periodismo en una disyuntiva que va más allá de la ética, los principios y valores de una profesión que antes que arma, debe ser puente efectivo de comunicación entre partes en conflicto. No necesariamente intermediaria.
En un ejercicio de crítica ácida, podría escribir miles de epítetos contra las dos partes, cuyo merecimiento nadie objetaría dado el historial de cada quien. “Ni a quién irle”, diría cualquiera que tenga nociones mínimas de los involucrados.
No se trata de vilipendiar a nadie, pese a que no hay defensa sólida que pondere un amparo y porque los elementos contra ellos, son aplastantes. Tampoco de defender, porque carecen de virtudes y porque ambos, han hecho del periodismo, una trinchera guerrerista sin sentido y sin objetivos nobles, que no sean el desprestigio y la autodestrucción moral.
Al periodismo chiapaneco, mucho le ha costado mantener su cuota de credibilidad ante la sociedad. En ese contexto, debemos admitir que vivimos una permanente crisis de confianza. Muchos han sido los factores que nos restan virtudes y en eso, hemos colaborado todos, tristemente. Y sobre eso, se alimentan líos que nos dejan mal parados frente a los chiapanecos.
En ese pleito, como ya he dicho, se llevan entre las patas a los periodistas de verdad. El atizado odio y la mala praxis de la profesión, confronta a unos y otros. Dejan mal parada la profesión, en virtud de los últimos acontecimientos que reflejan una guerra sucia de la que hasta el ciudadano menos informado se mofa, dados los argumentos y desenlaces mal estudiados y peor ejecutados.
Insisto: Ni a quién irle.
Escudarse en “el periodismo” para defender intereses al margen del provecho superior que solo corresponde a los ciudadanos, es una acción deplorable que debemos desechar, aun a riesgo de ser blanco de ataques furibundos, difamaciones e inventos, armas con que hasta ahora se han atacado unos y otros.
Tristemente, no he leído, escuchado o visto, una versión imparcial de ese lamentable suceso; se van contra uno o contra otro… O los defienden a capa y espada. Las emociones o cualquier otra circunstancia, no pueden ni deben ser utilizadas para imponer una forma de pensar y menos si a éstas, agregamos acciones violentas o por lo menos, provocadoras.
Lo que, como periodista pido a ambas partes, es sencillo y práctico: Si se van a descuartizar, ¿háganlo solos! ¡Dejen al periodismo en paz! Háganse papilla, pero no embarren a una profesión que merece el mayor de los respetos. Dejen al margen de sus líos, a un sector de por sí mal visto, pero que lucha por mantener, por lo menos, un dejo de credibilidad. Dejen también de autollamarse “periodistas”. Ni ambiciones ni mezquindades, tienen nada que ver con un periodismo serio y responsable. Mátense si quieren, pero no salpiquen de moronga al periodismo chiapaneco. Promover el odio entre chiapanecos, no es tarea de ningún periodista que pretenda ser respetado.
¿Chiapas y los chiapanecos merecen un periodismo brutal y salvaje?
Por último, debe quedarles claro que quien entra en guerra, asume las consecuencias de ésta. Una guerra sin valientes, no es guerra: es pleito de guarras de lupanar.
amksheratto@hotmail.com