Tw @ksheratto
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Mea culpa, culpa tuya, nuestra. |
La petición, dadas las circunstancias, es legítima, elemental para rehacernos, reinventarnos como país, como sociedad. Miles, millones, apoyan esa petición. Yo mismo lo haría, si tuviese la certeza que ese es el camino para el cambio que nos han ofrecido políticos arribistas, oportunistas y ladrones.
La renuncia del Presidente, señores, no aligera la pesada carga de un país permanentemente embarazado de problemas añejos, irresolubles y sin visos de soluciones adecuadas. Si Peña Nieto escuchase el clamor popular y abandonare la Presidencia de la República, ¿a quién pondría la clase política dominante en su lugar? Y cuando escribo “clase política”, me refiero a las cúpulas partidistas que forman esa peligrosa casta de trágicos aventureros que se han conformado en partidos políticos.
La historia reciente nos ha enseñado que los políticos de las tres principales corrientes políticas del país, son igualmente corruptos. El PAN, con Vicente Fox, nos ofreció un cambio radical y he ahí, sus hijos e hijastros, embarrados de corrupción sin sanción del Estado. Paralelamente al gobierno del “cambio”, vimos a los allegados del caudillo de la izquierda —Manuel Andrés López Obrador, MALO, por sus siglas naturales—, llenarse los bolsillos de billetes mal habidos (con todo y hules) y otro más, gastándose el erario en casinos de Estados Unidos.
Hablar de los satélites de esos partidos, es exactamente lo mismo: el líder del PVEM, pidiendo millones de pesos para autorizar, desde el Senado de la República, concesiones que afectarían el medio ambiente, al cual juraban defender. Otros partidillos, batiéndose en la misma podredumbre.
Sindicatos, organizaciones, fundaciones, organismos “descentralizados”, medios de comunicación… ¡Hasta comisiones ciudadanas, imbuidas por la corrupción y la impunidad!
¿Qué renuncie el presidente de la República? ¡Sí, que renuncie! Pero junto con él, los líderes de partidos políticos; funcionarios, líderes sociales, patrones de sindicatos, usufructuarios de organismos “independientes”, presidentes de clubes, regidores, dirigentes de organizaciones sociales y campesinas; dueños de medios de comunicación, jefes de fundaciones; gobernadores, diputados, jueces, senadores, magistrados, ministros, alcaldes…
Debemos, todos, renunciar. Al país, a las instituciones, a las dependencias. A los partidos políticos, a todos los organismos que viven del erario y no han podido articular el sendero de una patria herida, agobiada, cansada, podrida desde sus cimientos, ¡debemos —deben— renunciar!
Estamos obligados a renunciar a los medios de comunicación que solo embrutecen y mienten. Están y estamos, obligados a renunciar a las sobras que nos dan cuando requieren de un voto.
Renunciar a nuestra condición de ciudadanos, puesto que como tal, no hemos sabido mandar a quienes nos gobiernan. Somos los principales causantes de lo que sucede en México. Porque no hemos renunciado a las migajas que otorgan como “asistencia social”; porque al primer llamado al mitin, del color que sea, acudimos en tropel, para recibir una pinche torta. Porque somos conformistas; porque dejamos que sedicentes “líderes”, nos arrastren a la tumba y luego, no reclamen con justedad, nuestros cadáveres y los cadáveres de las víctimas colaterales.
Debemos renunciar, junto con el presidente de la República, porque lo elegimos mayoritariamente; tenemos que renunciar porque defendemos la derrota de los caudillos, sin otorgarnos al beneficio de la democracia. Porque creemos en mentiras y engaños de esa clase política que nos asesina, nos persigue, nos encarcela y nos combate como a enemigos irreconciliables.
Vayamos, juntos, al precipicio que juntos hemos dragado. ¡Qué bonito! Elegimos al menos malo entre todos y le exigimos que nos devuelva lo que otros se han robado: La paz. ¡Renunciemos todos! Podría ser la única solución.
amksheratto@hotmail.com