¿Recompondrá o destruirá? |
Angel Mario Ksheratto
Las secuelas sociales que deja Noé Castañón León en la desvencijada Secretaría de Gobierno, son dantescas: estallidos sociales irresolutos, enfrentamientos por el poder, crisis comunitarias, alegatos religiosos, líos sindicales y cientos de focos rojos en zonas del estado donde tradicionalmente, imperaba un dejo de armonía.
Durante cuatro años, ejerció el poder sin límites… Pero para su familia y sus allegados, esos que un día sí y otro también, festejaban su estulticia e ineficacia. A su hija, la hizo notaria y a su hijo, diputado y últimamente, “líder” de un PRI municipal sin futuro. A algunos de sus cercanos aduladores y aduladoras, les compró títulos profesionales y les otorgó canonjías diversas.
Mientras disfrutaba las mieles del poder, el estado se desvanecía en conflictos encadenados que pusieron en grave riesgo la estabilidad social. Muchas fueron las voces que exigieron su salida pero él se negaba a escuchar a un pueblo harto de sus desplantes y abusos.
Como el encargado de la política interna en el último tramo del sexenio pasado, cometió aberraciones jurídicas en el caso Chimalapas al grado que la Suprema Corte hubo de enmendar el yerro, otorgando a Oaxaca una razón que bien pudo sostenerse aquí, de no haber sido por la incapacidad de un Secretario de Gobierno cuyas acciones, si se aplicase adecuadamente la ley, deberían llevarlo a juicio político.
En Venustiano Carranza, dilató deliberadamente las resoluciones y provocó dolosamente a los grupos en pugna para que finalmente, se desencadenara la violencia. Seguía firme; pensó tener todo bajo control para sus propios intereses.
En privado, a sus más cercanos corifeos, Castañón León daba sus propias explicaciones a su proceder y soltaba su imaginación: “Éste chamaquito (refiriéndose al gobernador) no va a aguantar la presión social; si se va del cargo, nos va a ir bien a todos”, solía decirles con aire triunfalista.
Con su hijo en el Congreso del Estado, tenía “asegurada” su posible asunción a la principal silla de Chiapas, cuentan ahora algunos de sus defensores que han visto perdidas sus esperanzas. “¡Quería sustituir al Güero (Velasco)!”, reveló uno de éstos la misma tarde en que Eduardo Ramírez Aguilar lo reemplazaba en el cargo.
A éste último, le toca recomponer la ruta mal trazada por su antecesor; convocar a un amplio diálogo con todos los sectores para encontrar coincidencias y recuperar la credibilidad perdida no solo en la Secretaría de Gobierno, sino en el resto de instituciones muchas de las cuales, siguen en manos de funcionarios del pasado reciente y que han sido factor determinante para que Chiapas esté en donde está.
Sacar a la entidad del barranco en que cayó por culpa de políticas erráticas y abusos, será una tarea dura y quizá, hasta dolorosa. Muchas son las heridas que se infringieron a los chiapanecos. Por lo tanto, Eduardo Ramírez tendrá que superar la crisis sin aspavientos y sin caer en los vicios de su antecesor.
Parte der su tarea será analizar el trabajo en las distintas dependencias del gobierno estatal. Tendrá entonces qué buscar las fórmulas para limpiar la casa a fondo, principalmente, echar fuera a los ladrones del sexenio pasado que siguen asaltando al erario público.
A la secretaría a donde se voltee a ver, se vislumbran focos de corrupción e impunidad. En el diálogo a que está obligado llamar el nuevo Secretario de Gobierno, debe incluir aquellas voces que han hecho propuestas sensatas para ocupar cargos relevantes. No pueden seguir los mismos sinvergüenzas que han arrastrado al estado a la miseria, la debacle y la desconfianza.
Y poner orden entre los que seguramente, entrarán a ocupar un cargo; no debe olvidar Ramírez Aguilar el combate frontal entre los colaboradores del actual gobierno por obtener cuotas de poder. Él mismo fue obstruido para ocupar la Secretaría de Gobierno, por esas luchas sin sentido. Sin orden, no habrá credibilidad ni confianza.
IMAGINARIO.- El Gentleman de “La Cisterna”, nos dicen, ya tiene a su “Lady Cisterna”. La Lady, pocas veces se presenta a trabajar debido a los constantes permisos que solicita; cobra buen sueldo y ¡no sabe hacer absolutamente nada! Para el colmo, maltrata, humilla y agrede a sus compañeros de trabajo. De cinco jefes y jefas que ha tenido últimamente, todos se quejan y lo más triste es que en ninguna área la quieren recibir. Cosecha lo que sembró.
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