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PAN, el partido amoroso

Un debate desangelado, tibio, sin propuestas.
Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


Simplemente, no aportaron nada a la maltrecha cultura política mexicana; los tres precandidatos de Acción Nacional se instalaron en el subterfugio de una fingida camaradería que por ratos, intentó ser disuelta por Ernesto Cordero que a la larga, quedó como el chamaco malcriado que culpa a sus hermanitos de sus travesuras. Un debate igual de tedioso que una misa cantada por un curita anciano. Nada sobresaliente.
Ni siquiera las exaltadas entradas de Santiago Creel que en cuestión de segundos, bajaba el tono hasta parecer un monje sin monasterio. Y de Josefina Vásquez, ni se diga. Calló ante las patanerías de Cordero y se ciñó a un guión preestablecido que no tardó en volverse monótono y cansino.
De los temas nacionales, de cómo combatir la inseguridad y la extrema violencia; de qué hacer para abatir los índices de pobreza y marginalidad y qué programas para mejorar la desastrosa educación, nada. Todo fue un lindo collar de promesas, una larga, larguísima cadena de sueños guajiros, fantasías políticas que cualquier nene en pañales podría recitar de memoria, con solo ponerse frente al televisor un par de horas y chutarse la cascada de promocionales políticos.
Para el colmo, el moderador (a quien pomposamente llamaban “doctor” los tres aspirantes) no tuvo la sensatez de conducir la aburrida plática a un punto toral. Se conformó con mantenerse dentro de un cauce mal planeado, más enfocado y sobre eso, contribuyó con su parquedad a que el debate cayera, desde antes de empezar, en un bache de donde nunca pudieron salir.
Si algo debió rescatarse para saciar el morbo del respetable, habrá sido la metida de pata de Cordero, quien, o rebautizó a su principal promotor o cambió la paternidad del antecesor de éste: Nombró a un tal “Vicente Calderón”, lo que, en la tabla de medidas actuales, equivale a la brutalidad de Enrique Peña Nieto, que confundió los nombres de dos autores mexicanos de renombre internacional.
Pese a que fue un debate pobre, los niños de Calderón trataron de dar la nota; no pudieron. Solo se exhibieron. Y así, vimos a dos contra una. Sintomático. El que Creel Miranda y Cordero se hubiesen lanzado con ataquitos contra Vásquez Mota, algo tiene de fondo. Uno, que tanto Santiago como Ernesto, se saben perdidos y la mejor manera de bajar de los primeros lugares en las encuestas a Josefina, era atacarla. Pero solo fueron pequeños empellones que nos hicieron recordar aquellos pleitos de callejón entre niños de primaria.
Dos, en el PAN prevalece la cultura de la misoginia y por ello, los dos barracos del gobernante partido, se pusieron de acuerdo para mostrar su machismo, tirando pedraditas a su contrincante a la que, por ende, consideran no apta para el cargo que, según ellos, es solo para hombres. Tres, que Calderón ordenó tundir a la precandidata; los reclamos en el sentido que Josefina nunca apoyó las iniciativas del presiente en el Congreso de Unión, parecen haber sido inducidos.
Como quiera que sea, debemos insistir en que fue un debate para olvidar de inmediato. No hay ninguna razón para que los panistas lo tengan presente a la hora de emitir su voto. Los elementos que debieron ponerle para convencer, se quedaron en un formato anquilosado, carente de emotividad, para empezar y terminar lo más pronto posible.
Si Manuel Andrés López Obrador ha propuesto una “república amorosa”, los panistas han sido sus primeros seguidores: han empezado a construir un “partido amoroso” en el que los debates son ocasiones propicias para agredirse a besos. Nada entonces, qué agregar a una cultura política que tiene como fundamento, la sumisión, el entreguismo y la alabanza fácil y barata.

Tarjetero

*** Mariano Díaz Ochoa, cuestionado exalcalde de San Cristóbal de las Casas, se despachó con la cuchara grande; hizo lo que le vino en gana, sin tomar en cuenta que ciudades como la que mal gobernó, tienen, por leyes de corte incluso internacional, un reglamento que debe seguirse al pie de la letra. Omitiendo su responsabilidad y lo que las leyes en la materia dictan, autorizó la construcción de un edificio moderno en pleno Centro Histórico, lo que ahora, en un acto de congruencia con el espíritu de conservación de los monumentos históricos, ha obligado a las autoridades municipales a frenar la obra; la suspensión llevada a cabo por el Ayuntamiento de San Cristóbal, es plausible. Primero, porque acota un acto de corrupción y segundo, porque devuelve a los coletos, la certeza de acciones que eviten abusos de funcionarios corruptos. Ahora bien, el beneficiado con las corruptelas de Mariano Díaz, es un tal Marco Antonio Cancino, presunto “guía espiritual” de una secta denominada “La Gran Roca”, dedicada a sorprender a gente incauta. Éste seudodirigente, no obstante sus negocios sucios con el exalcalde, además de estar violando preceptos del INAH y otras leyes, ¡pretende ser candidato a la alcaldía! Ni vergüenza tienen. Y eso que el sujetillo demarras, se cree profeta de Dios. Si sacase las uñas de diablo que tiene, capaz que nos chamusca el trasero a todos. Bien por la alcaldesa Cecilia Flores que está poniendo orden. *** Otros siete acusados por la matanza de Acteal, han sido liberados. Como quien dice que la justicia para las víctimas de aquel horrendo crimen, no alcanza justicia aún. Eso sí, estamos en el primer mundo. *** Este 2 de febrero, es el Día de las Candelarias… Para doña Candelaria Rodríguez Sosa, que festeja su cumpleaños, un abrazo fraternal. *** ¿Habrán, por fin, consignado la averiguación previa en la que se querellan contra el director del Registro Público de la Propiedad, Omar Orlando López Aguilar por violencia intrafamiliar, acción que dejó severas lesiones a su ex pareja sentimental? Estaremos muy pendientes. No más impunidad a funcionarios abusivos. *** Luego nos leemos.
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