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Mariano Herrán, delator de su cómplice. |
Fichero Político
Angel Mario Ksheratto
A raíz de la publicación de datos “confiables” en The New York Times en el sentido que varias agencias estadounidenses mantienen presencia en territorio mexicano, muchos han sido los políticos domésticos (algunos, muy bien domesticados por los vecinos del norte, por cierto) que han lazado la voz para protestar… Muy débilmente, dicho sea de paso. Los argumentos de los de éste lado del río Bravo, llevan impreso el escándalo político, arma que les ha sido útil, especialmente en éstos tiempos en que hay qué convencer al electorado.
Otros han ido más allá de la pobre lógica sobre la que mueven sus intereses y han incluso, amenazado con “tomar cartas” en el asunto, pese a que saben a ciencia cierta que se enfrentan a un gigante que si no convence, de todas formas vence.
Pero nadie se ha atrevido a recurrir a la historia para tener por sentado que los gritos plañideros de acá, son de aliento allá. El intervencionismo de Estados Unidos, no sólo en México sino en el resto del mundo, es casi incuestionable; inocultable y peor aún, irrefrenable. Si revisamos el historial de intervenciones, legales e ilegales, descubriremos que aquel país mantiene presencia y rangos de acción en cualquier país del orbe, aún mediante organismos de asistencia social e incluso, de agrupaciones religiosas.
Hace años, mientras nos encontrábamos en la ciudad de Matagalpa, Nicaragua, cubriendo el conflicto armado entre las fuerzas de Anastasio Somoza y los Sandinistas, un ciudadano correligionario de los últimos, quiso darnos una demostración en el sentido que los Mormones (miembros de la Iglesia de los Santos de los Últimos días) eran en realidad, agentes de la CIA.
Metió en el fondo de unos toneles llenos de maíz, algunos pedazos de fierro; mientras el predicador transmitía su mensaje religioso, simulaba jugar con una vara dentro de los toneles. Terminada su perorata, se retiró y en menos de 20 minutos, un pelotón de soldados sandinistas llegó atropelladamente a la casa de aquel hombre. Vaciaron los toneles y obvio, se llevaron la sorpresa que no eran armas. No nos quedó la menor duda que aquel inofensivo predicador, pasó el informe de posible tenencia de armas.
Desde principios de la década de los 60’s y ante el inusitado crecimiento de las agrupaciones guerrilleras en Centro y Sudamérica, a instancias de John F. Kennedy, se instaló el “programa de ayuda económica y social” denominado “Alianza para el Progreso”, cuyo fin encubierto era el de monitorear, diagnosticar y revelar la postura ideológica de sus beneficiarios. En El Salvador, Nicaragua y Guatemala, muchas de las matanzas por parte de los ejércitos, se dieron como consecuencia de los informes de esa agencia. Incluso el CIES, que dependía de la OEA, se vio involucrado en actos de espionaje a favor de Estados Unidos y su entonces guerra contra los comunistas.
Durante esas décadas, no era extraño ver entre los soldados nativos de los países en guerra interna, a Boinas Verdes estadounidenses y tampoco era raro ver en los despachos de los secretarios de la Defensa, a asesores gringos dando órdenes y contraórdenes.
En Colombia, durante los años difíciles del famoso narcotraficante Pablo Gaviria, la DEA y la CIA cumplían tareas abiertamente antinarcóticos; sucede actualmente en Honduras y Guatemala contra las Maras en el primero y los Zetas en el segundo.
¿Por qué nos extraña? Porque seguimos creyendo que la soberanía nacional es sagrada. No nos equivoquemos. En el país hemos tenido casos de intervención estadounidense muy a menudo. Y solo unos cuantos casos han saltado a la vista, porque se les ha salido de control. ¿Quién no recuerda el caso Álvarez Machaín, por ejemplo? Recientemente, el asunto de “Rápido y Furioso” en el que están involucrados funcionarios de alto nivel de ambos países.
Nuestros políticos fingen ignorar ó de plano, viven del chantaje político sobre lo que les parece, por ratos, inadmisible; quizá por ello, se rasgan las vestiduras por un hecho consumado que ellos mismos, desde su particular esfera, consienten cuando así conviene a sus intereses. No creo que exista un solo político que ignore la presencia de las agencias norteamericanas en suelo mexicano. Si de verdad lo ignorasen, francamente, no creo que tengan capacidad para estar donde están.
Tarjetero
*** Entre mafiosos, las traiciones son comunes; Mariano Herrán abrió la boca y reveló ante el juez que persigue la causa por multihomicidio doloso contra Pablo Abner Salazar, que siendo Fiscal General, recibió la tajante y directa orden del exdictador para archivar los expedientes de los niños muertos en Comitán y no ahondar en las investigaciones. Herrán Salvatti, no tuvo empacho en sacar a la luz pública otros detalles de aquel negro episodio que enlutó a decenas de familias y marcó la ruta hacia la cárcel del mismo Pablo que, según el mismo expediente, argumentó la inasistencia médica a los moribundos bebés, con que Comitán era la tierra de Roberto Albores Guillén. ¡Qué falta de sensibilidad! Y ahora, llora y acusa a quienes le investigan. Es una falta de respeto a sí mismo, pues con la misma prepotencia con que sentenció a muerte a los 32 niños, debería enfrentar el juicio que ahora se le sigue. Y si de traiciones se trata, ahí está su exfiscal, su hombre duro, su ejecutor, quien se convierte prácticamente, en su principal acusador. Eso explica por qué, Mariano Herrán fue trasladado a Huixtla por unos días; ambos sabían que tarde ó temprano tenían que causarse daño, tenían qué acusarse mutuamente. Y explica en parte, la razón porque que en los últimos días, el exfiscal recorre los pasillos de El Amate en silla de ruedas. ¿Declaración más enfermedad, igual a libertad? Esperemos que no. Tiene qué pagar sus delitos. Pablo, ni se diga. La muerte de 32 niños inocentes, es un delito de lesa humanidad que, según los tratados internacionales adoptados y firmados por México, debe castigarse con la mayor de las rigurosidades. No tienen escapatoria. Los médicos y enfermeras que injustamente fueron encarcelados, deben ser liberados puesto que ellos, fueron víctimas de un terrorista con poder. Quien se negó a proporcionar medicinas y equipamiento para el hospital de Comitán, fue Pablo. Nadie más. Esperemos que entre otros delitos, le castiguen por el fraude a los damnificados del huracán “Stan”. *** Para la colega y amiga, Arely Noriega y su familia, un abrazo solidario en éstos momentos de dolor; su señor padre, falleció ayer a medio día en Cancún, Quintana Roo. Descanse en paz. *** Luego nos leemos.
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