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Cabral... Descanse en paz. |
Fichero Político
Angel Mario Ksheratto
Indignación. Tristeza. Vergüenza. Alegría. Muchos sentimientos para un fin de semana intenso. Indignación por la impunidad con que grupos armados entran a un bar y disparan a diestra y siniestra; tristeza (y cómo no, también indignación) por el asesinato del más grande trovador latinoamericano, a manos, dicen, de presuntos narcotraficantes en la ciudad de Guatemala. Vergüenza por la corrupción entre funcionarios del gobierno federal y la lideresa magisterial más corrupta e impune en toda la historia del país… Y alegría, por el triunfo de la selección de muchachos de menos de 17 años, dando al país un campeonato mundial que alivia en parte, el doloroso transe de la imparable violencia.
La hazaña de los niños que partido a partido fueron dejando a sus rivales en el terreno de juego, sin duda, es histórica. Desde que el fútbol existe, México ha sido protagonista necesario en los torneos; es el “gigante” de la CONCACAF, dicen los que saben. Pero solo venía quedando en el mero mote. Era un “gigante” desdentado, torpe y sin ambiciones deportivas claras.
De hecho, en lo que a la llamada “selección mayor” se refiere, no hay nada nuevo bajo el sol. Sigue siendo la selección del “ya merito”. Nunca pasa de la segunda etapa, nunca puede superar el castigo de los penales. Historia vieja.
Un entrenador joven, de esos a los que los grandes equipos no ven ni de reojo. Ambicioso y disciplinado, Raúl Gutiérrez no solo rediseño la estrategia del anterior campeón mundial en la misma categoría (Jesús Ramírez) sino que supo aprovechar el talento y la energía de sus muchachos.
Al final, el análisis es certero: los chavales jugaron por amor a la camiseta, por amor a México; no como los de la “mayor” que juegan por dinero, por otras ambiciones que no dan a los mexicanos, momentos de alegría en medio de la tragedia. Alegría que sin embargo, no hace recular la vergüenza por la corrupción.
Esa corrupción que vemos todos, que se refleja todos los días; corrupción de la que varios expresidentes han tenido conocimiento y se han hecho de la vista gorda, para no enfadar a la “maestra”. Los negocios bajo la mesa, a espaldas de los maestros, para beneficio de Elba Esther Gordillo, los sabemos todos, los conocemos al dedillo. Miguel Ángel Yunes, antiguo lacayo de su majestad Doña Elba Esther, rompió las reglas de la hermandad; ella lo había hecho antes y la inmundicia flotó por la parte más baja. La corrupción, finalmente, ahí queda, como anécdota del sistema, como parte integral de la política moderna. No habrá castigo. Ni siquiera se va a investigar, se anunció ayer mismo. ¡Qué vergüenza!
¿Cómo esperar justicia en la muerte de las tres matanzas del fin de semana? La más grave, en un bar de Monterrey, donde veinte personas perdieron la vida. Cinco quedaron lesionadas y ocho en calidad de secuestradas. Indignante. La impotencia y el terror se apoderan de todo y de todos. ¿A quién recurrir en busca de protección? Parece que a dónde quiera que se vaya, la muerte ronda, impune, prepotente, imponente.
¿Cuántas madres lloran a sus hijos adolecentes, víctimas de balas sin sentido? ¿Cuántos huérfanos esperan un futuro incierto? Indigna. Tanto la acción ejecutora, como la que no se hizo para prevenir las matanzas del fin de semana.
Apenas empezábamos a el costo moral de aquellas irracionales masacres cuando las balas al otro lado de la frontera, segaban una vida muy querida; la de Facundo, “El Indio Gasparino”, el que cantó al cantor Atahualpa Yupanqui, el que se reveló contra Dios cuando éste, en un accidente aéreo se llevó a su mujer y su hija y de nuevo, lo encontró a instancias de Teresa de Calcuta. No siendo “ni de aquí ni de allá”, encontró la muerte en una tierra con la que fraternizó, contó alguna vez, desde que escuchó la “Luna de Xelajú” de Paco Pérez.
Fue justamente en Xela donde dio su penúltimo concierto; “Dios sabe lo que hace”, fue la frase con que se despidió de los quetzaltecos. Ahí mismo, en el país donde encontró la muerte, había declarado que “la violencia es una estupidez”.
Fue un crimen artero; producto, coinciden todos, de la violencia extrema que sacude a la región. Según se sabe hasta hoy, los sicarios iban por el empresario que lo contrató, ahora acusado de tener vínculos con el crimen organizado. Facundo Cabral, entonces, fue una víctima colateral. Lamentable. Triste. Indignante.
Con todo, una alegría pasajera, futbolera, no pone fin al luto, al dolor de todos los que vivimos en el continente, víctimas indirectas de nuestros vecinos del norte que no dejan de consumir drogas. Si ellos no la consumieran con tal afán, estuviéramos en paz.
Tarjetero
*** Pese a que la ciudadanía integrada en las Asambleas de Barrios vota a favor de determinada obra, la delegada de Chiapas Solidario, Judith Castro Samayoa, hace lo que le viene en gana, lo que ha generado una serie de inconformidades que amenazan con salirse de curso. Y todo, porque Isabel Ancheita, el jefe de Castro, no atiende debidamente sus obligaciones. Lo grave de todo esto es que no hay transparencia, lo que hace sospechar que hay desvío de recursos. Y más grave, que mientras el gobernador hace esfuerzos extraordinarios para superar los problemas de Chiapas, funcionarios de tercera, hagan lo que les viene en gana. *** Casos contrario ocurre en el Instituto de medicina Preventiva, donde la doctora Alma Silvia Navarro Diosdado, cumple eficientemente con la política a favor de los grupos vulnerables; de la mano de la señora Isabel Aguilera de Sabines, presidenta del DIF, Navarro Diosdado, ha podido fortalecer varios programas entre éstos, el de la Clínica Móvil de la Mujer para detectar cáncer de mama y cervicouterino. Es de resaltar que el Programa Estratégico de Seguridad Alimentaria y Nutricional (PESAN) ha sido uno de los más exitosos. *** Tome sus precauciones; las lluvias no están para tomarse a la ligera. Anteayer, una familia estuvo a punto de perecer por la imprudencia de uno de sus componentes. No intente ser “valiente”. Por desgracia, otra familia no tuvo la misma suerte. Cuatro murieron en la colonia “Zapata”. *** Luego nos leemos.
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