Fichero Político
Angel Mario Ksheratto
David Solís (en primer plano) y Martha
Grajales (a la derecha, de blusa blanca),
durante una de las pocas a las que
asistieron como diputados locales.
El pleito por las curules abandonadas al fragor de las ambiciones personales, subió de tono; la ley, que juraron cumplir y hacer cumplir los diputados, bajo el fuego irracional de una abierta rebeldía que la coloca en el último plano, como si ésta —la ley— estuviese en la víspera de su funeral.
Obviamente (y a juzgar por el nivel cultural, social y político de los enredados en un asunto que debió ser visto con la lupa de la ley en materia electoral) el lío se ha salido de los cánones de buena conducta y civilidad, al grado que una de las legisladoras protagonistas del affaire, no solo logró vulnerar la ley, sino que puso en jaque la poca credibilidad que los ciudadanos tienen en los políticos de ahora y pone en evidencia lo que todos hemos temido y condenado desde siempre: la impunidad con que los politiqueros actúan para mantener su estatus y desde luego, no perderse las monedas que perciben por violentar el orden constitucional.
Ésta, la diputada en rebeldía contra la ley, ha acudido a un florido lenguaje que nos recuerda que las faldas, no siempre guardan cordura, respeto, sensatez y dignidad.
Según fuentes del Palacio Legislativo, hace unos días, cuando un grupo de diputados de alto rango notificaron a David Aguilar Solís y Martha Grajales que, en base a la ley electoral debían solicitar licencia al cargo de diputados por tiempo indefinido, los dos se montaron en su mula y, peor que el animalito, retozaron, brincotearon y soltaron cualquier cantidad de imprecaciones, incluyendo mentadas de madre a todo aquel que a su memoria recurrió.
De David Aguilar Solís, un antiguo pescador venido a más por sus actos de corrupción en un sindicato magisterial cooptado por una lideresa igual de sinvergüenza, se puede esperar cualquier cantidad de sandeces; su escasa educación se lo exige, se lo impone.
Sin embargo, con todo y su penosa ignorancia, aceptó el yerro, modificó su conducta y pidió licencia indefinida al cargo de diputado, ante el contundente argumento que su regreso, violaba la ley electoral.
Pero la reacción de la señora Martha Grajales, es inaudita, sorprendente. Lamentable. Los testigos aseguran que el vocabulario (trompabulario, dirían por ahí) utilizado por la también periodista, sobrepasó los límites de lo imaginable, la delgada línea entre la política y la dama.
Y nadie se salvó de la retahíla de insultos lanzados para intentar defender lo indefendible. Y cuando digo “nadie”, incluyo al gobernador mismo, al presidente del Congreso y a muchos más. Nunca, dicen, presentó un solo argumento válido, que diera a sus compañeros diputados una posibilidad de defender su ambición de seguir cobrando un salario, pese a que la ley, explícitamente se lo prohíbe, puesto que ganó la elección municipal a que se sometió, ahora sabemos, no por servir al pueblo, sino para no dejar la teta presupuestal.
Respeto profundamente a la señora Grajales (David Aguilar, créame, nunca ha hecho lo mínimo para ser respetado y su negro historial lo confirma) porque siempre le he conocido como una mujer de talento, librepensante, inteligente, capaz, defensora de las causas del pueblo, sensible al dolor de los jodidos, luchadora por lo justo y defensora de la ley. Ha sido, desde que la conozco, una mujer a quien respeto y admiro por sus ideales y por su lucha por la igualdad.
Antes, jamás le escuché —en la radio donde trabajó y fue perseguida por señalar los abusos, precisamente, de los diputados en turno— una frase que defendiese las ambiciones pueriles de los legisladores; siempre condenó los excesos y abusos de esos cuarenta manilargos. Fue implacable con ellos.
Hoy me extraña que por el sueldo de diputada, no solo pierda los estribos, sino que desnude la naturaleza real, no de la mujer de principios, sino de la diputada, la política que pierde además, el respeto por quienes, generosamente, le dieron la oportunidad de representar a un puñado de ciudadanos. Martita debe entender que dura es la ley, pero es la ley.
Y no puede violarla. Debe saber que en su posición política, violar la ley implica consecuencias serias, como por ejemplo, el juicio político. Y lo dice la ley misma; no lo digo yo. Ella como diputada debe saber que eso indica la ley por haber regresado a ocupar la curul que abandonó por su ambición personal.
La ley, por si no lo sabía ó pretende olvidar a su modo, especifica que si un diputado gana la elección, no puede ni debe regresar a ocupar el cargo. ¡Está más que claro!
Ahora bien, unos días después de su escenita de berrinches, trascendió que Martha Grajales, a raíz de éste vergonzante hecho, promueve una reforma de la Ley Orgánica del Congreso que obliga a los diputados suplentes, dejar el cargo aún cuando los diputados propietarios hubieren salido electos. Y va más allá: intenta reformar la ley electoral para obligar a los suplentes a dejar el cargo cuando a los propietarios se les hinchen los ovarios.
¿Es eso ético, señora Grajales? ¿Conviene solo a sus precarios intereses? ¿Abona su rabia a la incipiente democracia que usted defendió y ahora pisotea impunemente? ¿Con qué solvencia moral nos va usted ahora a hablar de derechos y libertades si las aprisiona por unos centavos? ¿Sabe usted que miles, millones de chiapanecos sobreviven con menos de mil pesos al mes y usted pelea como desquiciada unos centavos que podría perder y ganaría al triple como síndica municipal? ¿Con qué autoridad moral llegará al Ayuntamiento?
No nos decepcione, colega y amiga; denos una lección de dignidad, decoro y respeto por las leyes. Usted nos enseñó a respetarlas, respételas ahora. ¿Es mucho pedirle?
Tarjetero
*** Para Ana Cristina, mi hija, que hoy cumple 20 años, mi amor incondicional y el deseo porque cumpla muchos más. ***Luego nos leemos.
ksheratto@hotmail.com
ksheratto@gmail.com
http://ksheratto.blogspot.com
Angel Mario Ksheratto
David Solís (en primer plano) y Martha
Grajales (a la derecha, de blusa blanca),
durante una de las pocas a las que
asistieron como diputados locales.
Obviamente (y a juzgar por el nivel cultural, social y político de los enredados en un asunto que debió ser visto con la lupa de la ley en materia electoral) el lío se ha salido de los cánones de buena conducta y civilidad, al grado que una de las legisladoras protagonistas del affaire, no solo logró vulnerar la ley, sino que puso en jaque la poca credibilidad que los ciudadanos tienen en los políticos de ahora y pone en evidencia lo que todos hemos temido y condenado desde siempre: la impunidad con que los politiqueros actúan para mantener su estatus y desde luego, no perderse las monedas que perciben por violentar el orden constitucional.
Ésta, la diputada en rebeldía contra la ley, ha acudido a un florido lenguaje que nos recuerda que las faldas, no siempre guardan cordura, respeto, sensatez y dignidad.
Según fuentes del Palacio Legislativo, hace unos días, cuando un grupo de diputados de alto rango notificaron a David Aguilar Solís y Martha Grajales que, en base a la ley electoral debían solicitar licencia al cargo de diputados por tiempo indefinido, los dos se montaron en su mula y, peor que el animalito, retozaron, brincotearon y soltaron cualquier cantidad de imprecaciones, incluyendo mentadas de madre a todo aquel que a su memoria recurrió.
De David Aguilar Solís, un antiguo pescador venido a más por sus actos de corrupción en un sindicato magisterial cooptado por una lideresa igual de sinvergüenza, se puede esperar cualquier cantidad de sandeces; su escasa educación se lo exige, se lo impone.
Sin embargo, con todo y su penosa ignorancia, aceptó el yerro, modificó su conducta y pidió licencia indefinida al cargo de diputado, ante el contundente argumento que su regreso, violaba la ley electoral.
Pero la reacción de la señora Martha Grajales, es inaudita, sorprendente. Lamentable. Los testigos aseguran que el vocabulario (trompabulario, dirían por ahí) utilizado por la también periodista, sobrepasó los límites de lo imaginable, la delgada línea entre la política y la dama.
Y nadie se salvó de la retahíla de insultos lanzados para intentar defender lo indefendible. Y cuando digo “nadie”, incluyo al gobernador mismo, al presidente del Congreso y a muchos más. Nunca, dicen, presentó un solo argumento válido, que diera a sus compañeros diputados una posibilidad de defender su ambición de seguir cobrando un salario, pese a que la ley, explícitamente se lo prohíbe, puesto que ganó la elección municipal a que se sometió, ahora sabemos, no por servir al pueblo, sino para no dejar la teta presupuestal.
Respeto profundamente a la señora Grajales (David Aguilar, créame, nunca ha hecho lo mínimo para ser respetado y su negro historial lo confirma) porque siempre le he conocido como una mujer de talento, librepensante, inteligente, capaz, defensora de las causas del pueblo, sensible al dolor de los jodidos, luchadora por lo justo y defensora de la ley. Ha sido, desde que la conozco, una mujer a quien respeto y admiro por sus ideales y por su lucha por la igualdad.
Antes, jamás le escuché —en la radio donde trabajó y fue perseguida por señalar los abusos, precisamente, de los diputados en turno— una frase que defendiese las ambiciones pueriles de los legisladores; siempre condenó los excesos y abusos de esos cuarenta manilargos. Fue implacable con ellos.
Hoy me extraña que por el sueldo de diputada, no solo pierda los estribos, sino que desnude la naturaleza real, no de la mujer de principios, sino de la diputada, la política que pierde además, el respeto por quienes, generosamente, le dieron la oportunidad de representar a un puñado de ciudadanos. Martita debe entender que dura es la ley, pero es la ley.
Y no puede violarla. Debe saber que en su posición política, violar la ley implica consecuencias serias, como por ejemplo, el juicio político. Y lo dice la ley misma; no lo digo yo. Ella como diputada debe saber que eso indica la ley por haber regresado a ocupar la curul que abandonó por su ambición personal.
La ley, por si no lo sabía ó pretende olvidar a su modo, especifica que si un diputado gana la elección, no puede ni debe regresar a ocupar el cargo. ¡Está más que claro!
Ahora bien, unos días después de su escenita de berrinches, trascendió que Martha Grajales, a raíz de éste vergonzante hecho, promueve una reforma de la Ley Orgánica del Congreso que obliga a los diputados suplentes, dejar el cargo aún cuando los diputados propietarios hubieren salido electos. Y va más allá: intenta reformar la ley electoral para obligar a los suplentes a dejar el cargo cuando a los propietarios se les hinchen los ovarios.
¿Es eso ético, señora Grajales? ¿Conviene solo a sus precarios intereses? ¿Abona su rabia a la incipiente democracia que usted defendió y ahora pisotea impunemente? ¿Con qué solvencia moral nos va usted ahora a hablar de derechos y libertades si las aprisiona por unos centavos? ¿Sabe usted que miles, millones de chiapanecos sobreviven con menos de mil pesos al mes y usted pelea como desquiciada unos centavos que podría perder y ganaría al triple como síndica municipal? ¿Con qué autoridad moral llegará al Ayuntamiento?
No nos decepcione, colega y amiga; denos una lección de dignidad, decoro y respeto por las leyes. Usted nos enseñó a respetarlas, respételas ahora. ¿Es mucho pedirle?
Tarjetero
*** Para Ana Cristina, mi hija, que hoy cumple 20 años, mi amor incondicional y el deseo porque cumpla muchos más. ***Luego nos leemos.
ksheratto@hotmail.com
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