Fichero Político
Angel Mario Ksheratto
Para Fox, no hay mejor testigo
que el presidente de
los Estados Unidos, acusado de
genocida en todo el mundo.
Primero, la petulancia, la soberbia; luego vino el cinismo y ahora, la abierta desesperación que obliga a ocurrencias desproporcionadas que arrastran basura de todas las corrientes subterráneas. En ese trance de arrebatos, los testigos son mucho menos que la mera intención de salir del paso. George W. Bush y Colin Powell, los mencionados por Vicente Fox como avales de su accidentado paso por la Presidencia de la República, como si éstos fueran las hermanitas de la caridad dispuestas a meter las manos al fuego por un hombre que no ha podido respetar los límites de su propio cuerpo.
Es, sin duda, una ocurrencia sobrada, hilarante; cargada de humor mojado que recuerda que los seres humanos podemos caer en lo absurdo, pero no ser absurdos. Más aún, el señor Fox parece haber caído en una especie de locura en su etapa de chiflado a conciencia. Faltó muy poco para que soltara la ocurrencia que Dios mismo le ordenó mediante sus brujos de cabecera, tentar el dinero que era de los mexicanos.
“Testigos de calidad”, llamó en Madrid, España, a los dos funcionarios gringos de quienes pidió anuencia para que le declarasen “inocente” de los cargos de corrupción que le achacan amigos y adversarios, pero que en términos muy reales, son actos probados. El colmo de sus chifladuras no tuvo límite al mostrar, según reportes periodísticos, una foto donde aparecen él, Bush y Powell (sí, el burro por delante) en su lujoso rancho de San Cristóbal. Nada de llamar la atención, de no ser porque en el fondo, las locuras del expresidente son ya, producto de su desesperación por el rumbo que están tomando las investigaciones en torno a su trabajo como Presidente de la República. Recurrir a dos personajes inmersos en tareas policiales del mundo y sometidos a la locura de hacerle la guerra a quien ellos quieren, es demoledor para un exfuncionario que no ha podido probar su inocencia y que sobre eso, ha mentido una y otra vez. Como si Bush y Powell fueran los santos del Siglo XXI, como si no tuvieran la conciencia negra, como si fueran el ejemplo más claro de honestidad. Mala idea del señor Fox. Es como si ahora, Pablo Salazar (que por cierto, trascendió, fue expulsado tardía e hipócritamente de su iglesia tras haberse comprobado sus aventuras extramaritales) pusiese al mismo Vicente fox como testigo de descargo en las serias y probadas acusaciones de corrupción en el caso de los recursos para la reconstrucción por el huracán “Stan”. Ni Bush ni Powell son los santones de los políticos de América latina como para recurrir a ellos en busca de inocencia. Pobre Fox, cada vez, sus chifladuras lo ponen en serios aprietos.
Unanimidad contra Pablo
Parecía que Pablo Salazar empezaba a escapar de su responsabilidad en la espantosa corrupción; pero no. El Congreso de la Unión, por unanimidad, resolvió exigir a la Auditoría Superior de la Federación, investigar, punto por punto, el dinero que se destinó para ese fin y que hasta hoy, no se ve por ninguna parte. Es un primer paso que celebramos, pues a partir de ahora, tenemos, por lo menos, la esperanza de saber quiénes fueron los ladrones que se quedaron con las enormes cantidades de dinero que no se ejercieron ni siquiera como ayuda humanitaria entre los miles de damnificados. Lo hemos dicho siempre: las pruebas ahí están. Basta con darse una vuelta por la zona siniestrada para darse cuenta que no hay puentes, ni casas, ni escuelas ni centros de salud remodelados a raíz de aquella contingencia.
Y ahí están también las declaraciones encimadas respecto a las cantidades de dinero que, dijeron entonces, se había invertido en la reconstrucción. Según las últimas presunciones del propio Pablo Abner Salazar, fueron ciento 11 mil 500 millones de pesos que envió el Gobierno Federal; aparte, un millón de dólares del actor y director cinematográfico, Mel Gibson, más lo que se recaudó en conciertos, partidos de fútbol, teletones y mil eventos más.
Los diputados y los integrantes de la Auditoría Superior de la Federación, deben revisar centavo por centavo y dar cuentas claras a la sociedad. Ahí, lo sabemos todos, hubo un fraude descomunal, multimillonario, que no debe quedar impune. Aparte de las explicaciones, debe instrumentarse alguna figura jurídica para que no solo sepamos a ciencia cierta cuánto se robaron, sino que lo devuelvan y por supuesto, vayan a la cárcel quienes metieron las manos en un dinero que no aparece por ninguna parte. Es lo justo. Ni Chiapas ni México están como para admitir actos de corrupción de esa envergadura. Insistimos en que pruebas hay más que suficientes. Lo que hace falta es voluntad por parte de las autoridades competentes para actuar, para hacer que haya una pizca, siquiera eso, de justicia. No es posible que mientras Pablo y su pandilla se regodean en lujosas mansiones, los que debieron recibir esa ayuda, sigan viviendo en condiciones inhumanas. Ojalá los diputados no solo enciendan llamaradas de petate y dejen en el olvido algo que nos avergüenza a todos. Ojalá.
Tarjetero
*** El tráfico de influencias parece ser la moda en algunos herederos del pasado; Servando Cruz Solís, magistrado del STJ, evadiendo una orden de aprehensión por el delito de secuestro, logró colarse en el Poder Judicial, desde donde utiliza su cargo para ahora, perseguir judicialmente a la madre de una niña a quien arrebataron ilegalmente, en meses pasados. La agraviada, Teresa Rubín Urbina, acusadora, pasó a ser ahora, demandada y fue, según trascendió ayer, detenida por delitos de los que no se sabía absolutamente nada. La actitud del magistrado Servando, cuya fama no es muy buena, por cierto, nos remonta a la época en que Pablo Salazar perseguía por meras ansias de venganza y odio a los ciudadanos. Aunque profundizaremos en el tema, sería bueno saber si la misma técnica pablista se va a seguir utilizando. Si el señor tiene una orden de aprehensión, no podía ser magistrado. Eso es mas que claro. Por lo pronto, tenemos una injusticia en puerta. *** Luego nos leemos.
http://ksheratto.blogspot.com
ksheratto@gmail.com
ksheratto@hotmail.com
Angel Mario Ksheratto
Para Fox, no hay mejor testigo
que el presidente de
los Estados Unidos, acusado de
genocida en todo el mundo.
Primero, la petulancia, la soberbia; luego vino el cinismo y ahora, la abierta desesperación que obliga a ocurrencias desproporcionadas que arrastran basura de todas las corrientes subterráneas. En ese trance de arrebatos, los testigos son mucho menos que la mera intención de salir del paso. George W. Bush y Colin Powell, los mencionados por Vicente Fox como avales de su accidentado paso por la Presidencia de la República, como si éstos fueran las hermanitas de la caridad dispuestas a meter las manos al fuego por un hombre que no ha podido respetar los límites de su propio cuerpo.
Es, sin duda, una ocurrencia sobrada, hilarante; cargada de humor mojado que recuerda que los seres humanos podemos caer en lo absurdo, pero no ser absurdos. Más aún, el señor Fox parece haber caído en una especie de locura en su etapa de chiflado a conciencia. Faltó muy poco para que soltara la ocurrencia que Dios mismo le ordenó mediante sus brujos de cabecera, tentar el dinero que era de los mexicanos.
“Testigos de calidad”, llamó en Madrid, España, a los dos funcionarios gringos de quienes pidió anuencia para que le declarasen “inocente” de los cargos de corrupción que le achacan amigos y adversarios, pero que en términos muy reales, son actos probados. El colmo de sus chifladuras no tuvo límite al mostrar, según reportes periodísticos, una foto donde aparecen él, Bush y Powell (sí, el burro por delante) en su lujoso rancho de San Cristóbal. Nada de llamar la atención, de no ser porque en el fondo, las locuras del expresidente son ya, producto de su desesperación por el rumbo que están tomando las investigaciones en torno a su trabajo como Presidente de la República. Recurrir a dos personajes inmersos en tareas policiales del mundo y sometidos a la locura de hacerle la guerra a quien ellos quieren, es demoledor para un exfuncionario que no ha podido probar su inocencia y que sobre eso, ha mentido una y otra vez. Como si Bush y Powell fueran los santos del Siglo XXI, como si no tuvieran la conciencia negra, como si fueran el ejemplo más claro de honestidad. Mala idea del señor Fox. Es como si ahora, Pablo Salazar (que por cierto, trascendió, fue expulsado tardía e hipócritamente de su iglesia tras haberse comprobado sus aventuras extramaritales) pusiese al mismo Vicente fox como testigo de descargo en las serias y probadas acusaciones de corrupción en el caso de los recursos para la reconstrucción por el huracán “Stan”. Ni Bush ni Powell son los santones de los políticos de América latina como para recurrir a ellos en busca de inocencia. Pobre Fox, cada vez, sus chifladuras lo ponen en serios aprietos.
Unanimidad contra Pablo
Parecía que Pablo Salazar empezaba a escapar de su responsabilidad en la espantosa corrupción; pero no. El Congreso de la Unión, por unanimidad, resolvió exigir a la Auditoría Superior de la Federación, investigar, punto por punto, el dinero que se destinó para ese fin y que hasta hoy, no se ve por ninguna parte. Es un primer paso que celebramos, pues a partir de ahora, tenemos, por lo menos, la esperanza de saber quiénes fueron los ladrones que se quedaron con las enormes cantidades de dinero que no se ejercieron ni siquiera como ayuda humanitaria entre los miles de damnificados. Lo hemos dicho siempre: las pruebas ahí están. Basta con darse una vuelta por la zona siniestrada para darse cuenta que no hay puentes, ni casas, ni escuelas ni centros de salud remodelados a raíz de aquella contingencia.
Y ahí están también las declaraciones encimadas respecto a las cantidades de dinero que, dijeron entonces, se había invertido en la reconstrucción. Según las últimas presunciones del propio Pablo Abner Salazar, fueron ciento 11 mil 500 millones de pesos que envió el Gobierno Federal; aparte, un millón de dólares del actor y director cinematográfico, Mel Gibson, más lo que se recaudó en conciertos, partidos de fútbol, teletones y mil eventos más.
Los diputados y los integrantes de la Auditoría Superior de la Federación, deben revisar centavo por centavo y dar cuentas claras a la sociedad. Ahí, lo sabemos todos, hubo un fraude descomunal, multimillonario, que no debe quedar impune. Aparte de las explicaciones, debe instrumentarse alguna figura jurídica para que no solo sepamos a ciencia cierta cuánto se robaron, sino que lo devuelvan y por supuesto, vayan a la cárcel quienes metieron las manos en un dinero que no aparece por ninguna parte. Es lo justo. Ni Chiapas ni México están como para admitir actos de corrupción de esa envergadura. Insistimos en que pruebas hay más que suficientes. Lo que hace falta es voluntad por parte de las autoridades competentes para actuar, para hacer que haya una pizca, siquiera eso, de justicia. No es posible que mientras Pablo y su pandilla se regodean en lujosas mansiones, los que debieron recibir esa ayuda, sigan viviendo en condiciones inhumanas. Ojalá los diputados no solo enciendan llamaradas de petate y dejen en el olvido algo que nos avergüenza a todos. Ojalá.
Tarjetero
*** El tráfico de influencias parece ser la moda en algunos herederos del pasado; Servando Cruz Solís, magistrado del STJ, evadiendo una orden de aprehensión por el delito de secuestro, logró colarse en el Poder Judicial, desde donde utiliza su cargo para ahora, perseguir judicialmente a la madre de una niña a quien arrebataron ilegalmente, en meses pasados. La agraviada, Teresa Rubín Urbina, acusadora, pasó a ser ahora, demandada y fue, según trascendió ayer, detenida por delitos de los que no se sabía absolutamente nada. La actitud del magistrado Servando, cuya fama no es muy buena, por cierto, nos remonta a la época en que Pablo Salazar perseguía por meras ansias de venganza y odio a los ciudadanos. Aunque profundizaremos en el tema, sería bueno saber si la misma técnica pablista se va a seguir utilizando. Si el señor tiene una orden de aprehensión, no podía ser magistrado. Eso es mas que claro. Por lo pronto, tenemos una injusticia en puerta. *** Luego nos leemos.
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