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Eraclio Zepeda, un cuento que se vuelve novela

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto


El cuento no queda atrás para un fecundo escritor que, dice él mismo, tomó tardío el reto de incursionar en el terreno de la novela con una tetralogía en la que invoca a los cuatro elementos naturales: Fuego, tierra, agua y aire, de los que ha tomado la esencia para recrearnos, ahora, con una narrativa que cambia su propia perspectiva de la literatura, pero no, en ningún momento, su percepción de la vida en un estado del que, afirma, ha tomado todo para estructurar sus textos.
Eraclio Zepeda Ramos se declara afortunado de llegar, en esta semana, a los 70 años de vida en plena actividad. “Los escritores tenemos la fortuna que a los 70 años seguimos siendo productivos; no pasa lo mismo con los atletas que a los 40 están aniquilados, cuidando a sus nietos”, dice frente a una humeante taza de café que doña Elva Macías, también escritora y esposa suya, ha servido mientras el cuentista se desplaya en recuerdos, anécdotas y consejos para las nuevas generaciones de escritores a quienes defiende y pide a los “nalguiatornillados” editores que les abran espacios para que editen sus libros.
No obstante, celebra que en toda América Latina, muchos jóvenes estén publicando sus obras, gracias al interés que las casas editoriales y los gobiernos han puesto para que el arte de las bellas letras vea la luz pública. El escritor, que recientemente fue galardonado en China por su libro “Horas de vuelo”, celebra en ésta semana, 50 años de dedicarse a la literatura… Y a la actuación –actuó en las películas “Campanas rojas”, dirigida por Sergei Bondartchauk; “Red, México insurgente”, de Paul Leduc y “De tripas, corazón”, dirigida por Antonio Urrutia–, donde compartió créditos con grandes del cine mexicano y latinoamericano. Sin duda, un hombre de arte y también, con esquinas donde la política, alguna vez, tuvo sus instintos aguzados.
Hablar con Laco Zepeda es no hablar; es solo escuchar y escuchar y escuchar; se las sabe de todas, ¡todas! Basta poner la grabadora enfrente suyo y atenerse a su absoluta libertad. Es agradable, claro está, oír de él, su propia historia. Con una que otra interrupción nuestra, va parte de la larga conversación sostenida en el marco de sus 70 años de vida y 50 de prolífico escritor.
–Como muchos de mis amigos están enterados, en estos días cumplo 70 años de los cuáles, 50 los he dedicado a la seguridad absoluta de mi parte, de que quería ser escritor. A los 20 años escribí “Benzulul”, libro de cuentos que se reedita constantemente y del que hoy, hay por lo menos 200 mil ejemplares, según las cuentas que hicimos con Elva, tanto en México como en el extranjero. “Benzulul” es una obra de juventud extrema y como todo trabajo de joven, es una obra violenta. Es un espejo –sigue siendo un espejo– de la vida de los indios de Chiapas; la escribí porque era lo que más conocía de los indios de Chiapas. He dicho siempre que si hubiera conocido cosmonautas, hubiera escrito sobre cosmonautas. Escribí sobre un indio y es un personaje que no es de cartón ni de paja, sino que es un hombre de carne y hueso que se mueve con su absoluta dignidad y absoluta libertad en toda la narración.


El cuento, según el escritor


Las definiciones de Eraclio Zepeda sobre el cuento y la novela, son demoledores. “Un cuento –dice– debe ser muy preciso”; “Pablo Neruda me decía que un cuento debe ser redondo como un anillo y claro como una lámpara. Un gran cuentista cubano, Emilio Cardoso decía que el cuento se escribe de un golpe. Conozco algunos colegas que dicen que llevan seis meses escribiendo un cuento y yo les digo, “rézale, porque el personaje central ya se murió”. Puedes tener un cuento 20 años en la cabeza, pero la creación es inmediata. Puedes tener toda la vida para pensarlo, pero su estructura, su morfología, parte en el momento mismo del parto. Cortazar, que era otro gran maestro del cuento, decía que el cuento se gana por nocaut, mientras que la novela se gana por decisión.
“En Benzulul tomé parte de San Cristóbal, parte de Jalapa; ahí nació. Apareció en la colección “Ficción” –que ahora también cumple 50 años– de la Universidad veracruzana, fundada por Sergio Galindo, por desgracia ya fallecido. Galindo empezó a reunir a grandes escritores latinoamericanos de toda dimensión, de toda edad; escritores muy importantes ya conocidos y otros que empezaban a darse a conocer como Octavio Paz, Rulfo, Juan de la Cabada entre otros tantos que hoy conocemos. Y ahí, por cierto, entre todos ellos, un joven sobresaliente, brillante, colombiano que firmó un libro que conocimos como “Los funerales de Mamá Grande”… Ese era García Márquez. De ese tamaño era la intuición del señor Galindo. La colección “Ficción” llegó a ser el hogar de los poetas mexicanos. Por su 50 Aniversario, vamos a reunirnos tres de los veteranos que son José Emilio Pacheco, De la Colina y yo, para hablar de cómo se logró un proyecto de escritores importantísimo para las letras latinoamericanas”.

–Para Usted, ¿hoy es más fácil o más difícil incursionar en el terreno de la literatura?

–Creo que en América, no hay un país donde haya tantas facilidades para el ejercicio de la palabra y las artes como México. Podrán no estar de acuerdo con lo que escribes, o tu con la línea de las editoriales, pero es imposible encontrar un país en América en general –incluyendo los Estados Unidos–, donde los jóvenes con talento, no tengan acceso tan relativamente abierto a becas, cursos, ediciones. Haría muy mal en negarlo cuando yo, desde muy joven publiqué y publiqué en editoriales muy importantes. Mi primer libro fue uno de poemas, junto con cinco compañeros más. Estábamos publicando en el Fondo de Cultura Económica y publicar en el Fondo de Cultura Económica en ese entonces, era un acontecimiento muy grande, máxime que en esa época habían grandes gentes en la literatura y que había qué pedir su bendición para abrir camino y nosotros no lo hicimos; nos lanzamos solos, con el apoyo de un gran poeta español, republicano, Agustín Barta, padre de ese sociólogo que actualmente nos ilumina con sus ideas. Agustín Barta, hizo la introducción e hizo además, la presentación del libro; eso fue notable. Era el año de 1960. Había escrito antes Benzulul, pero “Ficción” era más rápido porque era una editorial más pequeña que la del Fondo y fue un libro que fue recibido con gran sorpresa porque salimos de la nada y no de los grupos establecidos.
Incluso, Fernando Benítez, el gran impulsor de las tareas culturales, titulo en su suplemento, a ocho columnas: “Cinco poetas que no conocen el amor”, porque los cinco escribíamos sobre temas sociales; no eran panfletos lo que escribíamos porque ninguno de nosotros estaba en la línea del panfleto, pero sí teníamos nuestras responsabilidades de orden social y político. Ninguno exprimía los temas que normalmente los adolescentes manejaban. Por eso el título de Benítez. Creo que si hubiera abierto nuestras ventanas, habría visto grandes sorpresas.

–A 50 años de iniciado su trabajo literario, ¿cuál es su perspectiva ahora que ha descubierto que el trabajo de escritor no es como muchos creen, una fuente para hacerse millonario y que quizá, la única satisfacción es que lo lean?

–He tenido la suerte de publicar únicamente lo que estoy absolutamente convencido de su resultado. Prefiero publicar poco que repetirlo mucho. No tengo la pena de publicar un libro de una sola edición y unos cuantos ejemplares que ahí quedan. Mis textos se repiten y se repiten y siempre hay lectores nuevos y jóvenes. Eso me gusta mucho; y la crítica los recibe como cree conveniente. Ahí está “Ataque nocturno” y “Horas de vuelo” –que acaba de tener un premio en China y es un libro recomendable para jóvenes lectores y es un libro sobre los pilotos y los aviones de Chiapas–. El premio se otorgó en Macao; como tu sabes, Elva y yo tenemos un amor profundo por China porque allá empezamos nuestro bien común Fuimos a Macao a recibir el premio. Ahí, además, cumplimos un sueño, que fue el de ir al Tibet; vimos esa tierra extraordinaria, tan profundamente religiosa y unos monumentos sensacionales. Todo eso, respondiendo a tu pregunta, sería un poco como “El canto del cisne”: Esto ha pasado en un periodo de gran productividad. Por fortuna me toma, este aniversario 70, en una productividad, en una capacidad de escritura, con la misma tenacidad y la misma constancia. Don Alfonso Reyes decía que un escritor debe tener las municiones en las nalgas. En este aniversario que estoy celebrando he entrado a un reto tardío con la novela. Nunca le paré de escribir cuentos; tengo un libro de cuentos que estoy preparando sobre los distintos grupos humanos que integran la diversidad cultural chiapaneca; hablo de los chinos, japoneses, los árabes, los alemanes, los españoles, los judíos.

–La novela… Usted, fundamentalmente es cuentista…

–Es una tetralogía de novelas históricas, no de historia; yo no soy historiador ni pretendo serlo. García Márquez me comentó hace poco que sabía que estaba escribiendo un libro de historia y me dijo que cuidara muy bien la investigación histórica porque si no, cualquier bobo te lo revira. El conocimiento debe estar basado en la investigación histórica y eso he querido hacer. Es un texto que tengo preparado prácticamente de toda la vida porque desde niño escuché estos temas en la casa y ahí fui preparando la novela. El año pasado presenté la primera de ellas que se llama “Las grandes lluvias” y que tuve la fortuna de contar con el apoyo de muchos amigos y el Fondo de Cultura se encargó de hacer una edición especial. La historia empieza en 1886 y el personaje central es una mujer…
El resto de la entrevista, en la próxima entrega de Fichero Político. Mientras, le adelanto que, a partir de hoy, lunes, a las ocho de la noche, iniciarán los festejos por los 70 y 50 años de Eraclio Zepeda en la Sala de Artes Escénicas de ésta capital.

Tarjetero

*** René Meléndez, candidato perredista en Tuxtla Chico, por andar en campaña, desatiende a sus pacientes en el sanatorio “San Agustín” de Tapachula, donde se reporta un caso de negligencia médica de su parte. Le tendré todos los detalles en breve. Es una irresponsabilidad que no puede pasar así por así. *** Luego nos leemos.
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