Fichero Político
Angel Mario Ksheratto
Julio César Padilla Valdivia,
considerado el líder de los
golpistas, es hijo putativo de
Pablo Salazar y estrecho
colaborador de Rubén Velásquez.
En el claro entendido del término “paramilitar”, el asalto organizado contra la sede la Secretaría de Seguridad Pública, más que un berrinche de exfuncionarios dolidos por la inapetencia oficial de volverlos a emplear para las tareas de protección ciudadana, lo que ha ocurrido es, técnicamente, un golpe paramilitar contra las instituciones que, tipificado en delitos contenidos en el Código Penal son los de motín, asonada, rebelión y terrorismo, además de los de abuso de confianza, amenazas, usurpación de funciones, invasión de propiedad pública, despojo, violencia sicológica y sustracción de documentos oficiales para uso ilegal, entre otros. Pero...
Pero sobre todo, lo que se debe considerar con seriedad absoluta es la acción, pues por sus características y por la de los ejecutores, se trata de un golpe de estado paramilitar, toda vez que, independientemente de las razones de fondo que los llevó a cometer el ataque, se atentó contra la institución encargada de la defensa de la ciudadanía y por cuya naturaleza, es poseedora de un vasto arsenal de armas que, gracias a Dios, no fueron alcanzadas por éstos.
Por otro lado debemos analizar dos aspectos fundamentales de las circunstancias que rodean dicho golpe: primero, las intenciones reales de los ejecutores del plan que no llegaron para exigir una plaza laboral, sino específicamente entraron para destruir archivos computarizados que nos obligan a pensar que pretendían esconder evidencias sobre asuntos ligados con la terrible ola de violencia que recién empieza a escalar los muros del pretendido sosiego en la entidad. En esto debemos también preocuparnos por el contenido de la documentación saqueada. ¿A quiénes comprometía? ¿Cuál es el contenido? ¿Por qué las autoridades mantienen hermetismo al respecto?
En segundo lugar está el claro mensaje de los autores intelectuales del fallido golpe: pretendieron dar una prueba de la vulnerabilidad de la institución que, por antonomasia, es –o debe ser– la más segura de la entidad. El que un grupo de aparentemente desquiciados mentales como los catalogó el titular de esa dependencia, haya tomado por asalto las propias oficinas del Secretario en turno, es un acto que en el argot policial y militar se conoce como “golpe de efecto” que busca por una parte, desmoralizar a las instituciones y por otra, demostrar a terceros, la potencialidad del grupo agresor.
¿Regreso del pablismo?
Para algunos analistas serios, el pretendido golpe de estado paramilitar puede ser parte de la estrategia de los pablistas –concretamente de los jefes de esa pandilla, Pablo Salazar y Rubén Velásquez– para retornar al poder y de paso, destruir evidencias que pudieran comprometerlos con el crimen organizado, como ya se presume en círculos políticos y judiciales del más alto nivel. Una de las versiones oficiales respecto a las condiciones físicas, psicológicas y emocionales de los asaltantes de la Secretaría de Seguridad Pública, es que éstos actuaron bajo el influjo de alguna droga. Preocupante. ¿Significa eso que en el sexenio pasado los encargados de la seguridad pública eran ni más ni menos que drogadictos y el dictador, con toda y su pretensión cristiana lo permitió? ¿Así quieren recuperar el poder que solo utilizaron para fines personales?
En síntesis, lo ocurrido en esa dependencia no debe verse como el acto irracional de un “perturbado mental” o un vicioso sin ocupación. Detrás hay todo un tinglado de intereses políticos que buscan desestabilizar a las instituciones y recuperar el poder perdido; es irresponsable tratar de reducir a berrinche un golpe de estado que pudo haber traído consecuencias serias para todos. Lo conveniente es ir al fondo durante las investigaciones. Porque entre otras cosas, lo que puede haber como motivación, es el encono que durante seis años tuvieron Shröeder Bejarano y Herrán Salvatti. Eso puede explicar por qué los detenidos fueron escondidos durante varias horas y por qué, antes de ser entregados a la Fiscalía, uno de éstos destruyó el chip de su teléfono celular. Ahí deben investigar las relaciones de unos y otros con las bandas de traficantes de humanos, con las bandas de robacoches y con cualquier otro rubro de la delincuencia organizada. La sociedad tiene derecho a saber quién o quiénes fungen o fungían como padrinos de éstos. Y desde luego, desmadejar las intenciones de fondo. El regreso de los pablistas sería catastrófico para la sociedad chiapaneca. Ya robaron, ya despojaron a medio mundo y su regreso sería un duro golpe para todos. No se debe, por tanto, permitir; se debe, eso sí, ir al fondo de las cosas y llamarlas como son. Utilizar frases suaves para minimizar la gravedad de las cosas, es igual de irresponsable que los actos cometidos. O se gobierna o se desgobierna. Ese es el punto.
Tarjetero
*** Más que confirmada la trifulca de los pilotos en el aeropuerto tuxtleco; Red Polític@ de mi amigo Miguel González Alonso, hizo pública la tarjeta informativa enviada a Mariano Herrán en la que se relata paso a paso el pleito que se intentó esconder con desmentidos públicos y acusaciones de engaño. Ante las evidencias documentales, nada queda oculto. *** Orden y civilidad es lo primero que los tapachultecos expresan cuando se les pregunta sobre los candidatos a la alcaldía de ésa ciudad. Y es que el edil actual, de filiación pablista, mantiene un desorden descomunal en la comuna, al grado que las sospechas de corrupción son cada vez más evidentes., Claro, con esas condiciones, lo que más esperan es orden, civilidad y respeto para los ciudadanos a quienes tratan con la punta de los pies. *** Por cierto, Blas Zamora, exalcalde de pacotilla, brutalmente prepotente y absurdo, siempre fue impuesto por Arely Madrid como candidato; lo que celebran todos en Tapachula es que nadie lo quiere; sus mítines terminan en motines de tal manera que el Chuky, ha salido corriendo en más de dos ocasiones ante el repudio de los propios priístas. Así, en Tapachula dan por perdido ese proyecto, lo cual no sería extraño. Blas ha sido un sujeto increíblemente traidor y superficial y ahora, paga las consecuencias de sus abusos. *** Luego nos leemos.
http://www.columnasur.org
ksheratto@hotmail.com
ksheratto@yahoo.com
Angel Mario Ksheratto
Julio César Padilla Valdivia,
considerado el líder de los
golpistas, es hijo putativo de
Pablo Salazar y estrecho
colaborador de Rubén Velásquez.

Pero sobre todo, lo que se debe considerar con seriedad absoluta es la acción, pues por sus características y por la de los ejecutores, se trata de un golpe de estado paramilitar, toda vez que, independientemente de las razones de fondo que los llevó a cometer el ataque, se atentó contra la institución encargada de la defensa de la ciudadanía y por cuya naturaleza, es poseedora de un vasto arsenal de armas que, gracias a Dios, no fueron alcanzadas por éstos.
Por otro lado debemos analizar dos aspectos fundamentales de las circunstancias que rodean dicho golpe: primero, las intenciones reales de los ejecutores del plan que no llegaron para exigir una plaza laboral, sino específicamente entraron para destruir archivos computarizados que nos obligan a pensar que pretendían esconder evidencias sobre asuntos ligados con la terrible ola de violencia que recién empieza a escalar los muros del pretendido sosiego en la entidad. En esto debemos también preocuparnos por el contenido de la documentación saqueada. ¿A quiénes comprometía? ¿Cuál es el contenido? ¿Por qué las autoridades mantienen hermetismo al respecto?
En segundo lugar está el claro mensaje de los autores intelectuales del fallido golpe: pretendieron dar una prueba de la vulnerabilidad de la institución que, por antonomasia, es –o debe ser– la más segura de la entidad. El que un grupo de aparentemente desquiciados mentales como los catalogó el titular de esa dependencia, haya tomado por asalto las propias oficinas del Secretario en turno, es un acto que en el argot policial y militar se conoce como “golpe de efecto” que busca por una parte, desmoralizar a las instituciones y por otra, demostrar a terceros, la potencialidad del grupo agresor.
¿Regreso del pablismo?
Para algunos analistas serios, el pretendido golpe de estado paramilitar puede ser parte de la estrategia de los pablistas –concretamente de los jefes de esa pandilla, Pablo Salazar y Rubén Velásquez– para retornar al poder y de paso, destruir evidencias que pudieran comprometerlos con el crimen organizado, como ya se presume en círculos políticos y judiciales del más alto nivel. Una de las versiones oficiales respecto a las condiciones físicas, psicológicas y emocionales de los asaltantes de la Secretaría de Seguridad Pública, es que éstos actuaron bajo el influjo de alguna droga. Preocupante. ¿Significa eso que en el sexenio pasado los encargados de la seguridad pública eran ni más ni menos que drogadictos y el dictador, con toda y su pretensión cristiana lo permitió? ¿Así quieren recuperar el poder que solo utilizaron para fines personales?
En síntesis, lo ocurrido en esa dependencia no debe verse como el acto irracional de un “perturbado mental” o un vicioso sin ocupación. Detrás hay todo un tinglado de intereses políticos que buscan desestabilizar a las instituciones y recuperar el poder perdido; es irresponsable tratar de reducir a berrinche un golpe de estado que pudo haber traído consecuencias serias para todos. Lo conveniente es ir al fondo durante las investigaciones. Porque entre otras cosas, lo que puede haber como motivación, es el encono que durante seis años tuvieron Shröeder Bejarano y Herrán Salvatti. Eso puede explicar por qué los detenidos fueron escondidos durante varias horas y por qué, antes de ser entregados a la Fiscalía, uno de éstos destruyó el chip de su teléfono celular. Ahí deben investigar las relaciones de unos y otros con las bandas de traficantes de humanos, con las bandas de robacoches y con cualquier otro rubro de la delincuencia organizada. La sociedad tiene derecho a saber quién o quiénes fungen o fungían como padrinos de éstos. Y desde luego, desmadejar las intenciones de fondo. El regreso de los pablistas sería catastrófico para la sociedad chiapaneca. Ya robaron, ya despojaron a medio mundo y su regreso sería un duro golpe para todos. No se debe, por tanto, permitir; se debe, eso sí, ir al fondo de las cosas y llamarlas como son. Utilizar frases suaves para minimizar la gravedad de las cosas, es igual de irresponsable que los actos cometidos. O se gobierna o se desgobierna. Ese es el punto.
Tarjetero
*** Más que confirmada la trifulca de los pilotos en el aeropuerto tuxtleco; Red Polític@ de mi amigo Miguel González Alonso, hizo pública la tarjeta informativa enviada a Mariano Herrán en la que se relata paso a paso el pleito que se intentó esconder con desmentidos públicos y acusaciones de engaño. Ante las evidencias documentales, nada queda oculto. *** Orden y civilidad es lo primero que los tapachultecos expresan cuando se les pregunta sobre los candidatos a la alcaldía de ésa ciudad. Y es que el edil actual, de filiación pablista, mantiene un desorden descomunal en la comuna, al grado que las sospechas de corrupción son cada vez más evidentes., Claro, con esas condiciones, lo que más esperan es orden, civilidad y respeto para los ciudadanos a quienes tratan con la punta de los pies. *** Por cierto, Blas Zamora, exalcalde de pacotilla, brutalmente prepotente y absurdo, siempre fue impuesto por Arely Madrid como candidato; lo que celebran todos en Tapachula es que nadie lo quiere; sus mítines terminan en motines de tal manera que el Chuky, ha salido corriendo en más de dos ocasiones ante el repudio de los propios priístas. Así, en Tapachula dan por perdido ese proyecto, lo cual no sería extraño. Blas ha sido un sujeto increíblemente traidor y superficial y ahora, paga las consecuencias de sus abusos. *** Luego nos leemos.
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