Fichero Político
Angel Mario Ksheratto
El maestro, obligado a regresar
a la convicción; el gobierno, a
reformar el sistema educativo.
Día de contrastes, de discursos encontrados, de aceptaciones y pucheros. Así pasó el Día del Maestro; pocos salieron a las calles, nadie explicó el mutis callejero ni la repentina desaparición. Un día antes, la foto del recuerdo, los dirigentes bajo sonrisas escépticas, las autoridades, complacientes.
La base, como siempre, a la espera del grito de guerra para tener vacaciones extra o para recorrer terrenos extraños en lugares públicos. Nada qué celebrar, mucho qué reclamar. Aquella figura del maestro inmaculado, del segundo padre, del consejero, del guía moral de los pueblos, se ha difuminado por completo. Hoy es distinto: el maestro a veces, es sinónimo de haragán, de pendenciero, de violento, de patán. No en todo tienen la culpa. Los han orillado, les han enseñado a ser como son. Tantos años de menosprecio tiene su consecuencia. Pero tantos años de aumentos salariales (aunque sean miserias) no ha mejorado el nivel educativo.
Chiapas, como siempre, a la vanguardia del retrazo, encabezando las frías listas de analfabetismo y del engaño educativo. En cada sexenio, los gobernantes se ufanan de sus logros en esa materia. Cien por ciento de avance. Se ha erradicado el analfabetismo por completo. Tenemos más escuelas que Estados unidos. La ONU nos reconoce. La UNICEF está encantada con nuestro trabajo en materia de educación. Frases propagandistas que en el momento de pronunciarlas, enchinan la piel, acalambran el orgullo. La realidad, sin embargo, es otra. Muy triste, terriblemente espantosa.
Oficialmente, poco más de medio millón de analfabetas y miles de niños sin escuela. El último gobierno aseguró que había construido miles de escuelas. Tantas que si se distribuyeran (los números, por supuesto) tendríamos tres escuelas en cada comunidad y cerca de siete en cada cabecera municipal de menos de 7 mil habitantes. La gran pregunta: ¿Dónde están? Una revisión exhaustiva de los números que el pablismo dio como ciertos, dieron resultados aterrorizantes. Menos, mucho menos de 50 escuelas fueron remozadas casi en su totalidad. Poco más de 300 tuvieron su manita de gato y apenas 5 mil aulas fueron construidas. El número oficial de ese fatídico sexenio para la educación da cuenta de más de 32 mil escuelas nuevas. ¿Se acuerda de aquellos spots publicitarios en los que se decía que en el poco tiempo de gobierno pablista se habían construido más escuelas que en los últimos 25 años? Pues todo ha sido una mentira espantosa. Ahí está la realidad. Mientras, los artífices de esas mentiras, siguen disfrutando de jugosos sueldos en el gabinete. Carlos Cruz Coutiño y Alfredo Palacios, siguen como si nada. Ellos sí tienen qué celebrar. Los maestros no… Menos los miles de niños que siguen sin tener una educación adecuada.
Volver al pasado
Pero estábamos hablando del maestro, del guía, del hombre o la mujer que en los pueblos y las comunidades eran el consultor obligado, el ser humano apreciado al que se recurría para salir del terreno de las dudas. Ellos, ya lo dijimos, no tienen nada qué celebrar, mucho qué reclamar. Pero también, deben estar atentos al reclamo de los padres de familia. Los obligados a reclamar las mentiras del pablismo, son ellos. Porque ellos son los que dan clases en escuelas a medio caer. Pero no. No reclaman. Guardan silencio. Si se trata de pedir aumento salarial para ellos, gritan a todo pulmón. Si se tratare de exigir escuelas dignas para sus estudiantes, no lo harían.
Necesitan regresar a su verdadera vocación. Si lo hicieren, ya no tendrían necesidad de pedir aumento de sueldo. Alguna autoridad conciente habrá que les reconozca el trabajo y les de lo justo sin necesidad de pedirlo, de exigirlo a gritos y sombrerazos. Si recuperasen su espíritu de cooperación con las comunidades, si volvieran a ser la fortaleza moral de los pueblos, la misma gente les abriría el camino a un bienestar económico sustentable.
A las autoridades por su parte, toca reformar el caduco sistema educativo. Corresponde a éstas, por obligación moral, proporcionar escuelas dignas y equipadas; es decir, otorgar la infraestructura adecuada para que, por ejemplo, nuestros niños de las comunidades indígenas y apartadas de los centros poblacionales grandes, no reciban clases en casas de cartón o bajo los árboles. Corresponde al gobierno buscar los adelantos tecnológicos para los estudiantes de secundaria y preparatoria, con instalaciones apropiadas.
Porque, sin en educación primaria estamos atrasados, en los demás niveles estamos peor que en la calle de la amargura. De ahí la urgencia de una reforma educativa integral que no solo facilite la educación superior a los muchachos, sino que éstos puedan salir de las universidades con cualidades de competitividad importantes. Por ejemplo, crear carreras distintas a las que ya tenemos y están sobresaturadas. ¿Cuántos jóvenes se gradúan de abogados y no tienen siquiera la esperanza de litigar debido a la enorme cantidad de personas que ya ejercen la abogacía? Más aún, es de urgencia la creación de campos tecnológicos, áreas técnicas y laboratorios diversos. Esa es la obligación del Estado. La del maestro, rebuscar su abnegación y, como ya hemos dicho, volver a las raíces, volver a la vocación para que entonces, sí tengamos qué celebrar. Lo de ahora, digamos que es una fiesta obligatoria sin sentido y sin más futuro que la mediocridad.
Tarjetero
*** ¿No que se estaba muriendo? Mal, muy mal que Felipillo Granda no cuide su salud. Él dijo que su enfermedad era grave y por eso se retiraba de la contienda. Pero no. Sigue tan campante, lo que desmiente su precaria salud y confirma las sospechas en el sentido que no se enfermó: lo enfermaron para hacerlo a un lado. Qué poco sentido de la lógica tiene. *** Hablando de panistas arrepentidos, por ahí se supo que los seguidores de Manuel Espino planean una ofensiva en Chiapas para sacar de la jugada a los calderonistas. *** Que Martita Flores ya se acabó el presupuesto del Instituto del Deporte y ya anda en líos financieros de miedo. Tanto así, que hasta los carros se le desaparecen. Ya sabremos que pasa ahí. *** Luego nos leemos.
http://www.columnasur.org
ksheratto@yahoo.com
ksheratto@hotmail.com
Angel Mario Ksheratto
El maestro, obligado a regresar
a la convicción; el gobierno, a
reformar el sistema educativo.

La base, como siempre, a la espera del grito de guerra para tener vacaciones extra o para recorrer terrenos extraños en lugares públicos. Nada qué celebrar, mucho qué reclamar. Aquella figura del maestro inmaculado, del segundo padre, del consejero, del guía moral de los pueblos, se ha difuminado por completo. Hoy es distinto: el maestro a veces, es sinónimo de haragán, de pendenciero, de violento, de patán. No en todo tienen la culpa. Los han orillado, les han enseñado a ser como son. Tantos años de menosprecio tiene su consecuencia. Pero tantos años de aumentos salariales (aunque sean miserias) no ha mejorado el nivel educativo.
Chiapas, como siempre, a la vanguardia del retrazo, encabezando las frías listas de analfabetismo y del engaño educativo. En cada sexenio, los gobernantes se ufanan de sus logros en esa materia. Cien por ciento de avance. Se ha erradicado el analfabetismo por completo. Tenemos más escuelas que Estados unidos. La ONU nos reconoce. La UNICEF está encantada con nuestro trabajo en materia de educación. Frases propagandistas que en el momento de pronunciarlas, enchinan la piel, acalambran el orgullo. La realidad, sin embargo, es otra. Muy triste, terriblemente espantosa.
Oficialmente, poco más de medio millón de analfabetas y miles de niños sin escuela. El último gobierno aseguró que había construido miles de escuelas. Tantas que si se distribuyeran (los números, por supuesto) tendríamos tres escuelas en cada comunidad y cerca de siete en cada cabecera municipal de menos de 7 mil habitantes. La gran pregunta: ¿Dónde están? Una revisión exhaustiva de los números que el pablismo dio como ciertos, dieron resultados aterrorizantes. Menos, mucho menos de 50 escuelas fueron remozadas casi en su totalidad. Poco más de 300 tuvieron su manita de gato y apenas 5 mil aulas fueron construidas. El número oficial de ese fatídico sexenio para la educación da cuenta de más de 32 mil escuelas nuevas. ¿Se acuerda de aquellos spots publicitarios en los que se decía que en el poco tiempo de gobierno pablista se habían construido más escuelas que en los últimos 25 años? Pues todo ha sido una mentira espantosa. Ahí está la realidad. Mientras, los artífices de esas mentiras, siguen disfrutando de jugosos sueldos en el gabinete. Carlos Cruz Coutiño y Alfredo Palacios, siguen como si nada. Ellos sí tienen qué celebrar. Los maestros no… Menos los miles de niños que siguen sin tener una educación adecuada.
Volver al pasado
Pero estábamos hablando del maestro, del guía, del hombre o la mujer que en los pueblos y las comunidades eran el consultor obligado, el ser humano apreciado al que se recurría para salir del terreno de las dudas. Ellos, ya lo dijimos, no tienen nada qué celebrar, mucho qué reclamar. Pero también, deben estar atentos al reclamo de los padres de familia. Los obligados a reclamar las mentiras del pablismo, son ellos. Porque ellos son los que dan clases en escuelas a medio caer. Pero no. No reclaman. Guardan silencio. Si se trata de pedir aumento salarial para ellos, gritan a todo pulmón. Si se tratare de exigir escuelas dignas para sus estudiantes, no lo harían.
Necesitan regresar a su verdadera vocación. Si lo hicieren, ya no tendrían necesidad de pedir aumento de sueldo. Alguna autoridad conciente habrá que les reconozca el trabajo y les de lo justo sin necesidad de pedirlo, de exigirlo a gritos y sombrerazos. Si recuperasen su espíritu de cooperación con las comunidades, si volvieran a ser la fortaleza moral de los pueblos, la misma gente les abriría el camino a un bienestar económico sustentable.
A las autoridades por su parte, toca reformar el caduco sistema educativo. Corresponde a éstas, por obligación moral, proporcionar escuelas dignas y equipadas; es decir, otorgar la infraestructura adecuada para que, por ejemplo, nuestros niños de las comunidades indígenas y apartadas de los centros poblacionales grandes, no reciban clases en casas de cartón o bajo los árboles. Corresponde al gobierno buscar los adelantos tecnológicos para los estudiantes de secundaria y preparatoria, con instalaciones apropiadas.
Porque, sin en educación primaria estamos atrasados, en los demás niveles estamos peor que en la calle de la amargura. De ahí la urgencia de una reforma educativa integral que no solo facilite la educación superior a los muchachos, sino que éstos puedan salir de las universidades con cualidades de competitividad importantes. Por ejemplo, crear carreras distintas a las que ya tenemos y están sobresaturadas. ¿Cuántos jóvenes se gradúan de abogados y no tienen siquiera la esperanza de litigar debido a la enorme cantidad de personas que ya ejercen la abogacía? Más aún, es de urgencia la creación de campos tecnológicos, áreas técnicas y laboratorios diversos. Esa es la obligación del Estado. La del maestro, rebuscar su abnegación y, como ya hemos dicho, volver a las raíces, volver a la vocación para que entonces, sí tengamos qué celebrar. Lo de ahora, digamos que es una fiesta obligatoria sin sentido y sin más futuro que la mediocridad.
Tarjetero
*** ¿No que se estaba muriendo? Mal, muy mal que Felipillo Granda no cuide su salud. Él dijo que su enfermedad era grave y por eso se retiraba de la contienda. Pero no. Sigue tan campante, lo que desmiente su precaria salud y confirma las sospechas en el sentido que no se enfermó: lo enfermaron para hacerlo a un lado. Qué poco sentido de la lógica tiene. *** Hablando de panistas arrepentidos, por ahí se supo que los seguidores de Manuel Espino planean una ofensiva en Chiapas para sacar de la jugada a los calderonistas. *** Que Martita Flores ya se acabó el presupuesto del Instituto del Deporte y ya anda en líos financieros de miedo. Tanto así, que hasta los carros se le desaparecen. Ya sabremos que pasa ahí. *** Luego nos leemos.
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