Fichero Político
Angel Mario Ksheratto
Hablar de Don Antonio Pariente Algarín, es hablar de una parte de la historia política del estado; es también, recorrer el camino que le trajo desde su inolvidable Oaxaca para quedarse para siempre en ésta tierra en la que practicó una de sus facultades naturales: su generosidad.
Tuve la ocasión de trabajar al lado de ese extraordinario ser humano durante una campaña política para el Congreso de la Unión. El PRI empezaba a mostrar signos de inevitable debilidad y no pocos se acercaron a Don Toño para sugerirle que se retirara de la contienda electoral. “No se claudica ni con el hocico partido en dos”, respondió a uno que llegó con los resultados de una encuesta desfavorable. Por esos mismos días, un colaborador cercano de la campaña se oponía tajante a los apoyos que Don Toño daba a las colonias marginadas del norte de Tuxtla Gutiérrez. El argumento del personaje en cuestión era contundente: “Esa gente es perredista, van a votar por Carlos Morales y solo están aprovechándose de usted, no vale la pena darles ni un quinto”. Sin levantar la vista de los papeles que tenía en sus manos, le dijo a su interlocutor que no estaba compitiendo con el PRD y su candidato, sino contra la pobreza de la gente de esa zona. “A quien debemos ganar es a la miseria de ésa gente. Carlos que vaya a legislar si gana; nosotros aquí nos quedamos para seguir luchando a favor de la gente”. De ese tamaño era su generosidad.
El buen humor de Don Toño era legendario. Siempre tuvo una respuesta a tiempo y sin el menor asomo de amargura. Un columnista escribió durante esa campaña que el candidato del PRI ya estaba demasiado viejo para competir. “¿Y qué? No estoy compitiendo para semental”, respondió al mordaz comentario. Era un hombre incansable. A su edad, recorrió las más de 450 colonias que había en Tuxtla por esa época. Y nunca llegaba con las manos vacías. De paso por colonia “Sonia Rincón”, vio una calle hecha pedazos. Pidió a su chofer detenerse y se bajó para observarla mejor. Ahí mismo llamó a uno de sus colaboradores y dio la orden que al otro día enviaran maquinaria para emparejar la calle. En la colonia “Los Capulines”, se comprometió a mejorar las condiciones de una escuela y ése mismo día envió una brigada de trabajadores para que hicieran lo necesario. Como esas, muchas más acciones le ví hacer en beneficio de la gente.
De ahí que, quienes le conocimos, podemos afirmar que fue siempre un hombre afable, generoso, de una conversación exquisita y con un profundo sentido humano y social. Fue toda su vida, un empresario perseverante y visionario que estuvo al frente de sus negocios, sin rehuír a los desafíos políticos, apoyado en todo momento por la fuerza de sus convicciones y su autoridad moral. Siempre unió su ser al de un esposo, padre y abuelo ejemplar, pero también, al de un político comprometido y preocupado por los demás. Sus cualidades para distinguir con oportunidad y claridad los retos, son el legado que deja, sin dejar de mencionar su proverbial sabiduría e ingenio para poner en práctica lo que creía. Al éxito de sus empresas y proyectos políticos, agreguemos el mayor de todos sus desafíos: la construcción de una familia sólida, estable y unida por el amor y los valores. Convenzámonos, pues, que su ausencia física no podrá borrar su recuerdo de un hombre de bien y de trabajo, de experiencia y virtudes. Descanse en paz, Don Toño.
Angel Mario Ksheratto

Tuve la ocasión de trabajar al lado de ese extraordinario ser humano durante una campaña política para el Congreso de la Unión. El PRI empezaba a mostrar signos de inevitable debilidad y no pocos se acercaron a Don Toño para sugerirle que se retirara de la contienda electoral. “No se claudica ni con el hocico partido en dos”, respondió a uno que llegó con los resultados de una encuesta desfavorable. Por esos mismos días, un colaborador cercano de la campaña se oponía tajante a los apoyos que Don Toño daba a las colonias marginadas del norte de Tuxtla Gutiérrez. El argumento del personaje en cuestión era contundente: “Esa gente es perredista, van a votar por Carlos Morales y solo están aprovechándose de usted, no vale la pena darles ni un quinto”. Sin levantar la vista de los papeles que tenía en sus manos, le dijo a su interlocutor que no estaba compitiendo con el PRD y su candidato, sino contra la pobreza de la gente de esa zona. “A quien debemos ganar es a la miseria de ésa gente. Carlos que vaya a legislar si gana; nosotros aquí nos quedamos para seguir luchando a favor de la gente”. De ese tamaño era su generosidad.
El buen humor de Don Toño era legendario. Siempre tuvo una respuesta a tiempo y sin el menor asomo de amargura. Un columnista escribió durante esa campaña que el candidato del PRI ya estaba demasiado viejo para competir. “¿Y qué? No estoy compitiendo para semental”, respondió al mordaz comentario. Era un hombre incansable. A su edad, recorrió las más de 450 colonias que había en Tuxtla por esa época. Y nunca llegaba con las manos vacías. De paso por colonia “Sonia Rincón”, vio una calle hecha pedazos. Pidió a su chofer detenerse y se bajó para observarla mejor. Ahí mismo llamó a uno de sus colaboradores y dio la orden que al otro día enviaran maquinaria para emparejar la calle. En la colonia “Los Capulines”, se comprometió a mejorar las condiciones de una escuela y ése mismo día envió una brigada de trabajadores para que hicieran lo necesario. Como esas, muchas más acciones le ví hacer en beneficio de la gente.
De ahí que, quienes le conocimos, podemos afirmar que fue siempre un hombre afable, generoso, de una conversación exquisita y con un profundo sentido humano y social. Fue toda su vida, un empresario perseverante y visionario que estuvo al frente de sus negocios, sin rehuír a los desafíos políticos, apoyado en todo momento por la fuerza de sus convicciones y su autoridad moral. Siempre unió su ser al de un esposo, padre y abuelo ejemplar, pero también, al de un político comprometido y preocupado por los demás. Sus cualidades para distinguir con oportunidad y claridad los retos, son el legado que deja, sin dejar de mencionar su proverbial sabiduría e ingenio para poner en práctica lo que creía. Al éxito de sus empresas y proyectos políticos, agreguemos el mayor de todos sus desafíos: la construcción de una familia sólida, estable y unida por el amor y los valores. Convenzámonos, pues, que su ausencia física no podrá borrar su recuerdo de un hombre de bien y de trabajo, de experiencia y virtudes. Descanse en paz, Don Toño.