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Inocencia encarcelada

Reportaje especial Breves historias de una prisión II Angel Mario Ksheratto L a señora Armendáriz pisa por segunda ocasión éste penal; su delito –cuenta con voz apagada– es haber golpeado el carro de un sujeto que, a tres meses del incidente, no se ha presentado a declarar para dilucidar el asunto. La única información que posee de su acusador es que, en el momento del accidente, éste fungía como funcionario del gobierno pablista, lo que sin duda influyó para que fuera recluida sin una sola acusación formal en su contra. –No sé con qué golpeé el carro porque no llevaba más que una bolsa de plástico con verduras y frutas–, dice mientras sorbe café y cuida que nadie más escuche la conversación. Cuando volvió en sí, era trasladada sobre la góndola de una patrulla policial sin más explicación que una bofetada y una cadena de imprecaciones por haber ensuciado el uniforme de los gendarmes. Sobre la ceja izquierda, una pequeña cicatriz confirma su dicho, aunque los policías alegaron que la