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El norte sitiado


Exigen su inmediata intervención. 
Tratar de llegar a los municipios de Jitotol, Pueblo Nuevo Solistahuacán, Rayón, Tapilula, Pichucalco, Simojovel y El Bosque es costoso en cuanto a tiempo y dinero. Desde Aztlán hasta Soyaló, un grupo de desconocidos bloquea la carretera en diversos puntos. No protestan contra el gasolinazo, ni abogan por la aparición con vida de los estudiantes de Ayotzinapa, ni exigen la renuncia de Peña Nieto ni apoyan a los empresarios que cobran adeudos al gobierno, ni solicitan apoyos financieros.
Solo llegan, ponen barricadas y cobran el derecho a pasar. No son amigables con la gente. Exigen cuotas desde los 50 hasta los 200 pesos; quien no paga, es vapuleado y su coche, maltratado. Es por decirlo en términos precisos, un asalto, amparados en un “movimiento social” inexistente.
Al principio, el grupo de “manifestantes” pretendía exigir el pago de recursos que, según acusaron, el alcalde de Soyaló, se negaba a entregar. Ni el edil Fredy Espinosa, ni ninguna otra autoridad municipal o
miembro del movimiento, han aclarado si se cumplió con la reclamación. Las llamadas telefónicas a la alcaldía resultaron infructuosas. “El presidente municipal raras veces viene a atender a la gente; si usted vive en Tuxtla, búsquelo ahí, porque solo ahí se la pasa”, dijo una secretaria que respondió el auricular.
Las pérdidas son millonarias. Algunos transportistas se quejan que por los bloqueos, muchos productos perecederos se descomponen. Y sin duda, son también una forma de arriesgar la salud. Por ejemplo, los productos vacunos que deben llegar a Tuxtla Gutiérrez, se contaminan y muchos comerciantes, para no perder su inversión, los venden de todas formas.
Sucede lo mismo, por ejemplo, con los maestros. Para pasar a sus lugares de empleo, deben pagar las cuotas exigidas. Y deben hacerlo de ida y regreso. Mucha gente tiene la necesidad de viajar a diario por diversas circunstancias y le resulta oneroso sufragar los gastos de un grupúsculo de gente que de pronto, perdió el objetivo de su lucha y se ha dedicado a robar a la sociedad.
Según testimonios de habitantes de Bochil, Ixtapa y Soyaló, desde que ese grupo, prácticamente desconocido, tomó la carretera para sitiar a miles de ciudadanos, ninguna autoridad estatal se ha presentado para solucionar la crisis. Los pocos policías municipales, prefieren esconderse. Claro, son cuando mucho, diez en cada municipio, insuficientes para desalojar a los asalta caminos que están bien pertrechados con armas punzocortantes, piedras, palos e incluso, algunos portan armas de fuego.
Los alcaldes de la región, poco o nada hacen. Algunos, porque tienen compromisos electorales con los “líderes” del presunto movimiento y no quieren perder unos cuantos votos. Otros, porque nada les importa y otros más, porque dicen no tener el respaldo del gobierno del Estado. ¿Y los operadores de la secretaría de Gobierno? Brillan por su ausencia. Más aún, muchos no conocen a los delegados. Llegan —los delegados— solo para tapar el ojo al macho y justificar salarios. Y lo hacen solo si los municipios están en paz. Durante las crisis generadas por ellos mismos, ni por casualidad se aparecen.
El llamado de miles de habitantes de esa zona, es directo al gobernador Manuel Velasco. Que intervenga, exigen. Y advierten al mandatario que de ocurrir una tragedia entre los asaltantes y la gente que solo quiere trabajar, su administración habrá de asumir toda la responsabilidad. La desesperación es cada vez más grande; el hartazgo por la ausencia de políticas públicas que recompongan el orden social, está llegando al límite y eso es peligroso para una región que, históricamente, ha tomado sus providencias para hacer frente a la indiferencia gubernamental.
Las Secretarías de Gobierno, Seguridad Pública y la Procuraduría de Justicia, deben acudir cuanto antes, en auxilio de los habitantes de esos municipios y, por supuesto, deben llegar con mano firme para detener a quienes, sin justificación alguna, tienen secuestrada a esa parte de Chiapas.
Desoír ahora el llamado, es convertirse en cómplices de lo que pudiera venir. Y no es nada bueno, a juzgar por las severas advertencias que se han lanzado en las redes sociales. Se está a tiempo de frenar un enfrentamiento entre la gente trabajadora y un grupito de desestabilizadores profesionales y asaltantes, que, tal parece, hasta hoy gozan del beneplácito y respaldo de algún funcionario o político ambicioso.
Urge rescatar a esa zona de la delincuencia y de “líderes” espurios; el mandatario chiapaneco, tiene la palabra y la facultad para devolver la paz, la armonía y el ritmo de vida de quienes ahí viven. ¿Lo hará?

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