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Chamula


Domingo López, ejecutado.
(Foto tomada de redes sociales.)
La masacre del sábado en San Juan Chamula, fue un evento trágico largamente anunciado. A juzgar por los hechos, se trató de una ejecución directa, de un acto criminal específicamente planeado. Los “usos y costumbres” de los habitantes de ese municipio, para ese tipo de casos, son tradicionales e inviolables: vejación absoluta e inhumana del implicado. Incluye apedreamiento, apaleamiento, rociado de gasolina y fuego. Una especie de juicio sumario sin posible defensa para el condenado. Un linchamiento popular, sin más adjetivos.
No ocurrió con Domingo López González; según testigos, tan pronto como el alcalde anunció que no tenía fondos financieros para pagar los apoyos a las comunidades demandantes, se escucharon ráfagas de armas de alto poder. Un dato curioso recogido de uno de tantos videos que subieron a las redes sociales, es la posición de uno de los tiradores: con una rodilla asentada en el piso, disparando hacia la segunda planta del edificio municipal donde intentaron refugiarse las víctimas.
Tan aterrador como curioso e inusual, también resultó el
hecho que a los cuerpos, les aplicasen, no uno, sino varios tiros de gracia. Y no por los atacantes iniciales, sino por indígenas que al principio, fueron solamente observadores y potenciales blancos de los disparos. ¿Están despojándose los chamulas de sus “usos y costumbres”? ¿Fueron tiradores locales? ¿A quién conviene una masacre de esa naturaleza? ¿Quién entrenó a los atacantes?
La causal a ciegas e inusitado apresuramiento es que al alcalde y los otros cuatro, les mataron por presuntos actos de corrupción, al no repartir 50 millones de pesos a las comunidades aparentemente beneficiadas. Unos días antes, López Gonzáles había declarado que no había recibido el recurso prometido en un acto público.
El sábado mismo, intenté indagar a diversas autoridades relacionadas con la entrega de recursos municipales; nadie supo que responder. De tal manera que no se sabe a ciencia cierta si le fueron entregados esos 50 millones e intento quedárselos el alcalde o sencillamente, dijo la verdad a sus seguidores, a quienes incluso, días antes había prometido encabezar una protesta para exigir su entrega.
Las víctimas (entre éstas un civil) la tenían sentenciada desde que deliberadamente, se despojó a los chamulas de una añeja costumbre: mantener la hegemonía partidista. Con ello, sustrajeron el poder caciquil de quienes han sido considerados los amos y señores de una etnia de por sí complicada y reacia a admitir nuevas formas de vida, aunque eso sí, es permitido que los jóvenes escuchen música en inglés, se vistan como pandilleros, se rapen la cabeza, porten armas y conduzcan lujosos automóviles, la mayoría, robados en otras partes del país.
En Chamula, cambiar de religión, votar por un partido distinto al PRI, tomar un refresco de cola diferente al que suelen consumir o tomar más cerveza que posh, es motivo suficiente para ser linchado o cuando menos, expulsado del pueblo, con todo y familia.
Pero, ¿fueron los indígenas de ese pueblo quienes llevaron a cabo tal acto de terrorismo? Hay que recordar que hace apenas unos días, varios medios resaltaron el liderazgo de Narciso Lunes Hernández —el Síndico también asesinado—, en el violento desalojo de uno de los campamentos magisteriales en la autopista Tuxtla-San Cristóbal de las Casas.
La reacción de las comunidades opositoras al alcalde Domingo López González, también acusado de liderar a ese grupo de choque, fue un texto en el que se deslindan y, aunque para muchos pasó desapercibido, llaman a llevar a cabo un “golpe de estado” contra el gobierno. En ese contexto, las investigaciones no deben seguir una sola línea, sino varias, muchas.
Independientemente de eso, la principal debe ser lo relacionado al presupuesto municipal. ¿Le entregaron o no el recurso de 50 millones de pesos al Ayuntamiento de San Juan Chamula? Documentos oficiales debe haber en los que conste que se efectuó el pago. Y si no se hizo, no se debe buscar más: hay uno o más responsables directos, esos que, según decenas de alcaldes, se niegan a entregar puntualmente las famosas ministraciones.
La violencia, no lleva a ninguna parte; tampoco conducen a nada posturas frívolas y reacciones propagandísticas. El oportunismo de muchos, se hizo notar. El senador Robledo Aburto, por ejemplo, convocó a formar (y lo logró ayer mismo) una “Comisión Especial” para investigar el triste suceso. ¡Por favor! Las comisiones nunca han servido para nada, sino para que sus componentes aumenten su salario. Otros, de plano causan asco. No es tiempo de lucimientos, sino de ideas claras.

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