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Podredumbre electoral

 

Primero, aumento de sueldos... Las elecciones, ¡no importan!
¿Tienen los partidos políticos la fuerza suficiente para salir al mercado electoral en las elecciones de éste año? Mermados, desacreditados, mal dirigidos, desorientados, infiltrados, son los males que han arrastrado a esas instituciones a una debacle de la que parecen no tener retorno. Los escándalos por corrupción y otras prácticas, son tan recurrentes, que hoy el ciudadano común y corriente, prefiere evadir el tema electoral para no cargar con el peso moral de una mala decisión que afecte al resto de la sociedad.
Ninguna de las tres principales fuerzas políticas del país, gozan de confianza y credibilidad entre los mexicanos. Basta dar una hojeada a los periódicos del día para sentir la pestilencia en la que viven altos dirigentes y supuestos líderes de medio pelo, quienes a pesar de la crisis, dan claros indicios de que la situación, poco o nada les importa.
PRI, PAN y PRD, han sido arrastrados por las ambiciones personales, al grado que la infiltración de presuntos miembros del llamado crimen organizado, se ha vuelto cosa natural, lo que pone en duda la el compromiso de éstos con los mexicanos y la honorabilidad de sus militantes… Si es que aún hay quienes tienen deseos de ser parte de éstos.
Como remedio para desembarazarse del sistema partidista en México, surgió la propuesta de las candidaturas ciudadanas, empero éstas poca respuesta han tenido, de tal modo que la reforma electoral en ese sentido, no ha sido funcional y los electores tendrán que votar —si es que no optan por el abstencionismo—, no por el mejor como debería ser, sino por el menos malo, lo cual nos deja la sensación que estamos en un país completamente perdido.
Para el colmo, las instituciones encargadas de organizar los procesos electorales, tampoco gozan de confianza entre la población. Solo en Chiapas, el gasto para el proceso local, se disparó ostensiblemente y no porque sea una exigencia de las circunstancias, sino porque ha quedado al descubierto el tinglado de ambiciones personales de los Consejeros, quienes apenas se sentaron en el cargo, se aumentaron el sueldo de manera grosera y planificaron viajes de placer a todas partes.
En el Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana de Chiapas, ha sido más importante el pleito de consejeros y empleados derivado de cuestiones maritales, que la confrontación de ideas serias y responsables para hacer del proceso electoral, un ejercicio de plena democracia y pluralidad probada. Con eso tenemos ante sí, la posibilidad de asistir a unas elecciones amañadas, desatinadas y sin fundamento legal que ampare el voto ciudadano y promueva la libertad de elección.
Ante la crítica situación del IEPC, los partidos políticos y sus representantes, han enmudecido; y no porque se hayan quedado sin argumentos para defender los principios democráticos del pueblo, sino porque prefieren ser cómplices del desfalco y el derroche y porque siendo encubridores, se convierten en beneficiados de un dinero sustraído ilegalmente de las arcas públicas. Esa y no otra, es la razón del silencio, pero también, es la prueba irrefutable de la podredumbre del sistema partidista.
Esa putrefacción es claramente compartida por la dirigencia de los partidos políticos, no solo en Chiapas, sino en todo el país.
En el ámbito local, más de un dirigente ha abierto su mercado de ofertas para las postulaciones. Un ejemplo irrebatible es el PRI, cuya dirigencia estatal, intentó imponer por la fuerza al ahora exalcalde de Tapachula, Samuel Chacón como “candidato único”, pese a las acusaciones de incompetencia, deslealtad, corrupción y ligas con traficantes de ilegales en esa zona, por citar algunas anomalías.
Lo único que tenía asegurado el exedil tapachulteco, era la derrota estrepitosa; no obstante, intentaron cerrar el paso a los demás aspirantes en una elección interna democrática. ¿Lealtad política entre dirigencia partidista y el exalcalde? ¿Congruencia ideológica? ¿Certeza política? Nada de eso. Gente cercana a Samuel, han dejado entrever que fue por negociaciones económicas al margen de la ley, lo que podría significar un acto más de corrupción que no debería escandalizarnos, pero sí, nos pone a pensar en que el sistema de suciedad política, está más fuerte que nunca.
Con ese panorama, tenemos un proceso electoral sumido en la pobreza moral, la ausencia de principios y la falta de valores, tanto de partidos, como de los organismos obligados a democratizar el voto popular. Mal y de malas; con esas condiciones, no tenemos asegurado un proceso limpio. Lo que sí es seguro que de éste proceso, muchos saldrán millonarios. Desgraciadamente, esa es la triste realidad y parece que nadie quiere hacer algo para cambiarla.
amksheratto@hotmail.com

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