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Arrogancia y cobardía

Sin explicación de por medio, los diputados vaciaron el Pleno.
Fichero Político

Angel Mario Ksheratto
@ksheratto

Las redes sociales son una bomba de tiempo… Pero sin pólvora ni municiones. Son una especie de desfogue colectivo que si bien descalabra, también prescinde de la realidad que acomete y destruye al sentimiento nacional. Tienen, además, el incontestable fundamento que obliga a recurrir a las frases lapidarias que, en la práctica, no abrevian la existencia de los malosos. Son solo repeticiones vagas de ideas mucho más vagas, y por supuesto y por desgracia, carentes de valor ético y moral.
Es decir, convocan al lamento multitudinario, pero no a la acción —aunque sea solitaria— que recomponga las cosas. Todos sus usuarios van a la guerra con escudos y chalecos antibalas, pero sin armamento sólido para combatir al imaginario enemigo.
El armamento de la “sociedad crítica” de hoy, derriba los mitos que por siglos, muchos creyeron acerca de la antigua Roma o en la culta Grecia, pero resucita dos prácticas que los escritores y escribanos de aquella época, se achacaban unos a otros: el pseudónimo tímido o el anonimato cobarde.
Es, por decir lo más decente, la forma más estúpida de buscar un cambio social que —desde Platón, Aristóteles, Homero, Hesíodo, Suetonio, Cicerón, Andrónico de Rodas, Salomón, Flavio Josefo, solo por mencionar a algunos—, no se ha podido dar, de acuerdo los nulos resultados de la más clara expresión del socialismo extremo y fundamentalista que al final, ha teñido de sangre a naciones enteras.
Más todavía: un cambio que no han logrado los escritores cristianos más cercanos a la filosofía de Jesucristo; ni siquiera los practicantes religiosos, séase de la denominación que se quiera y menos —mucho menos—, las dictaduras comunistas del siglo pasado… Y algunas del recién estrenado milenio.
Seguros podríamos estar que los “críticos” de hoy, desconocen a los personajes arriba mencionados; ya por ignorancia supina, ya por estulticia insuperable. Debemos entonces asumir que, por tanto, abren la boca o extienden los dedos sobre el teclado, por mera indolencia, flojera de conocimiento y abandono de su propio futuro.
Quedémonos por necesidad urgente, en el presente. Antes debo aclarar que no me es muy grato el Presidente de la República, en virtud de sus yerros y políticas públicas contradictorias; tampoco soy amigo —mucho menos compadre— del gobernador de Chiapas. Ambos tienen, entre sus propias huestes, a sus propios enemigos, disfrazados de “corderos”… Y a una pléyade de defensores a sueldo que, una vez que terminen su mandato, se convertirán en sus más acérrimos detractores y acusadores.
Es una maldición sexenal: los que más se benefician con dinero “mal habido”, son los más duros “jueces”. No es ni siquiera ingratitud; es una soberana hijueputez.
El último adjetivo obliga a recordar que, en éste y muchos sexenios pasados, los más duros críticos, los que más vomitan acusaciones, son los que mejor han cobrado en el Gobierno o por lo menos, tienen una plaza burocrática con la que mantienen a sus hijos. Si ya hemos recurrido al calificativo “hijueputez”, es porque creo que no hay uno más severo para calificarlos.
¡Vamos! ¿Quiénes acusan de ignorante a Enrique Peña Nieto? Los que están en la nómina. ¿Quiénes aseguran que el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, tiene preferencias sexuales distintas a la de un “hombre normal”? Los que, rigurosamente, cobran su quincena en dependencia de gobierno. No se olviden del término “hijueputez”.
Regreso a las redes sociales: En Chiapas, hay problemas sociales graves. Y hay políticos que se niegan a resolverlos. Desde el Secretario de Gobierno hasta el más insensato regidor, están en abierta campaña electoral, mucho antes del tiempo estipulado por la ley. Esto, por mencionar lo más visible y hasta quizá, lo menos importante. Hay abusos imperdonables de los empresarios y comerciantes, de los taxistas y combiteros, de los policías y de los maestros, de ladrones y diputados...
De eso y otras cuestiones de mayor importancia, nadie se ocupa. Aún en las redes sociales, la indiferencia es aplastante. Eso sí, cualquiera que publique un chiste, una frase sin sentido o hasta una acción personal vulgar, es merecedora de cientos “me gusta” y otro tanto de “comentarios”. Una denuncia… Nada. Indiferencia imperiosa.
Pero si una revista de esas llamadas “del corazón” o un medio sensacionalista y amarillista —cuyos editores desconocen brutalmente la realidad de Chiapas—, tiene la ocurrencia de publicar que el gobernador de Chiapas tiene sus muy personales y privados gustos, ¡se vuelve viral!
Los burócratas, se vuelven locos “compartiendo” ese tipo de cuestiones, sin siquiera estar seguros de la veracidad, imparcialidad, objetividad y credibilidad del “medio” que lo publicó. Comen del gobierno y le muerden la mano. Eso, desde el punto de vista, digamos social, me parece una falta de respeto a sí mismos.
Ahora bien: ¿Es ético, invadir la esfera privada, íntima de los demás? La ética real, dicta que no. El periodista y el ciudadano serio, responsable, confiable y respetable, no se puede ir con ese tipo de “noticias”. Falta a la ética periodística y al valor ciudadano quien, sin haber probado o comprobado los gustos de los demás, los hace públicos.
Aquel que presuma su faceta de “crítico” de un sistema, debe, antes que nada, revestirse de credibilidad. Y debe, por supuesto, criticar la acción pública, no la vida privada. El periodista de verdad y el ciudadano responsable, se debe forjar en la realidad de su pueblo. El reto es: quien dé cara, nombre, apellidos y demás generales, es digno de respeto. Porque no está siendo cobarde y por muy equivocado que esté, su opinión tiene un valor intrínseco.
Obviamente, quien tenga pruebas en sus manos sobre lo que dice o escribe acerca de la vida privada de los otros, que las ponga sobre la mesa. O algo mucho más sencillo: que vayan y encaren a los personajes que acusan y desde luego, que argumenten sobre bases sólidas, las razones por las que una persona que, por naturaleza, es distinto a ellos, no debe ejercer tal o cual cargo u oficio.
El respeto, se gana; no se adquiere en cualquier baratija. Que hay yerros en la administración pública, ¡claro que los hay! Pero hay que decirlo de frente, con el rostro en alto, la voz apacible y la mirada fija. Decirlo desde el anonimato y a gritos, es cobardía y por tanto, carece de valor ético y moral. Decirlo desde las redes sociales, es ocioso.

Tarjetero


*** Roto el quorum en el Congreso del Estado de ayer, nadie explicó las razones de la huida de la mayoría de diputados priístas y verdistas. La sospecha que surgió es que se salieron en venganza porque la diputada Hortencia Zúñiga Torres, votó en contra de la aprobación de la cuenta pública 2013 y después, quiso expresar el posicionamiento del PRD sobre el enfrentamiento del EZLN y la CIOAC. Si así fue, tenemos en la Cámara de Diputados, intolerancia, discriminación, irresponsabilidad, falta de respeto, etc., etc. *** Luego nos leemos.
amksheratto@hotmail.com

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