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Soñando con la cobija que nos cubre los sueños

Fichero Político

Angel Mario Ksheratto




El "Chicharito" Hernández, héroe...
¡¡¡gracias, árbitro!!! Calderón, feliz.


Un gol… Dos goles. Una victoria. Empírica. Un fuera de lugar, una falta inexistente que nos dio el privilegio de dar a Cuauhtémoc, el honor de seguir siendo el ídolo de la afición. El talento del “Chicharito” Hernández debe esperar el tiempo en que Blanco se haya retirado. No lo negamos; un árbitro ciego que sentenció al Guille Franco a la mediocridad, que empezó apuñalándonos y terminó siendo nuestro aliado, nuestro gran anotador.
Eso no lo vemos. Nos invade la historia, la mera gana de romper la nube negra que nos abate, nos derrumba ante una realidad que se despeja con el grito ansiado, a veces surgido de la carnicería verbal del “Perro” Bermúdez:
“Hasta el fondo, papá”. “¡Chícharo, chícharo, chícharo, chícharo, chícharo… Gooooooooooooool!!”.
Es la palabra clave para olvidar que nuestras mujeres y niños, mueren de muerte omisa, muerte que se viste de oficialidad y encuentra disfraz en los tres Poderes del Estado, confabulados en una misma loma, como los coyotes, casi en peligro de extinción, salvo éstos, los ministros de la SCJN, coyotes que se expanden peligrosamente entre la sociedad.
Es nuestra cortina de humo; nuestra esperanza. Ahí ocultamos nuestra sangrienta realidad. La pederastia de Marcial Maciel, Paulette, “Juanito”, “El Peje”, la guardería “ABC”, los OVNIS y explosiones misteriosas en todas partes de ésta azotada tierra por huracanes, ondas ciclónicas, tempestades, depresiones tropicales, temblores y hasta “espantos inexplicables”… Todo puede quedar para la historia chusca, divertida de un México vibrante, concomitante con su inexorable irrealidad.
Eso somos: Un país de esperanzas efímeras, de gritos solidarios que se esfuman, que se van cuando el bolsillo se encuentra solo, desierto y la familia no encuentra qué llevar a la reseca boca.
Que el árbitro no vio el fuera de lugar del Chicharito, ¡qué importa! Importa el gol, no el que nos lleva a la siguiente etapa del mundial, sino el gol que nos sustrae de la realidad dolorosa del país.
Que Pablo Barrera engañó al silbante central, cierto, pero ¿importa a los árabes, asiáticos, africanos, europeos y demás?
Los noticieros nacionales dedicaron esa noche del “histórico triunfo” sobre la selección francesa (que jugó con ganas de perder) más del 70 por ciento de su espacio. Como si hubiésemos ganado una partida de ajedrez a Dios mismo.
Los muertos, las emboscadas, los asesinatos, la sangre que bañó al país, las barrabasadas de los magistrados de la SCJN en torno a la matanza de 49 niños en una guardería en Hermosillo, Sonora; el escándalo del gobernador de Veracruz, la masacre de presuntos sicarios del crimen organizado, todo oculto en la euforia nacional por dos pingues goles que, ya lo dijeron hasta los comentaristas de Televisa: fueron ilegales… Pero goles al fin.
Total: Francia llegó al mundial por un gol de mano. Justicia “divina”. Que le metan dos goles, uno de fuera de lugar y otro, de una falta inexistente, es lo de menos; Felipe Calderón los necesitaba para cubrirse de gloria y mantener a los mexicanos embobados y emboscados. ¡Es la magia del fútbol!
“Pesimista”, “culero” dirán mis adversarios. Acepto ésos y otros epítetos. Lo que no admito es que sigamos siendo rehenes de sueños guajiros. Así no vamos a avanzar. Con goles “ciegos” no va a comer el pueblo. Con goles casuales no vamos a vivir en paz. Admito que los seleccionados juegan bonito; son elegantes, inteligentes, pero, para desgracia de todos, solo son el pretexto para que nadie vea, por ejemplo, el aumento irracional de la gasolina, oculto tras el grito estúpido de “goool” que hacen Televisa y TvAzteca.
Mi sueño personal es que la selección alcance el campeonato mundial; todos lo queremos en éste país. Pero que no sea el pretexto para ocultar nuestro dolor.
Que no se desvirtúe la gloria del fútbol con las ansias de control político. Eso es brutal.
Ojalá, Aguirre esté consciente de ello y lo haga ver a sus muchachos. Que no nos pase como al sapo que quiso volar alto. Sentémonos en la realidad. Eso nos hará mucho bien como país.
Que no nos invada la soberbia por haberle ganado a un país desganado y sin proyecto de victoria futbolera. Deportivamente, nos conviene la humildad. Llegar al “quinto partido” es soñar con la cobija que nos cubre la desnudez nocturna, íntima.
Debemos ver con realismo la copa en nuestras manos. Sin rabietas, ni gritos plañideros, estériles.
Vayamos ahí y no olvidemos que estamos, como país, lejos de ser hijos de victorias “históricas”.

Tarjetero

*** Rebeldes hasta la muerte, frente a la que, pareciera, se pusieron de acuerdo para enfrentarla; primero, José Saramago, Nobel de Literatura, portugués de nacimiento y universal de las letras. Luego, otro crítico y rebelde, el mexicano Carlos Monsiváis, le siguió tras una larga enfermedad. El mundo sin Saramago y Monsiváis, sin duda, no será el mismo. Los dos contrariaron hasta a Dios y salieron airosos, tanto así que, en el caso del insigne ciudadano de Portugal, el Vaticano, ya muerto, le dedicó un largo escrito mediante el cual, admite la superioridad intelectual de Saramago y casi lo condena al infierno. Intolerantes como son, solo muerto tuvieron el valor de enfrentarlo. A Carlos Monsiváis, miles de mexicanos le rindieron homenaje. Era —y seguirá siendo— el escritor más prolífico de todos los tiempos. Monsiváis fue fanático de las causas perdidas; le recuerdo en los diálogos de paz entre el gobierno mexicano y el EZLN en la catedral de San Cristóbal de las Casas. Abrazado del conductor del programa “Café París”, gritaron a rabiar el nombre del subcomandante Marcos. Así de rebelde, así de fanático. Insisto: el mundo no será el mismo sin Monsiváis ni Saramago. Descansen en paz. *** Luego nos leemos.
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